EL DISCIPULADO: “LA ETAPA DECISIVA”
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El sendero del progreso humano a través del que evolucionamos en este Sistema Solar, puede dividirse en dos etapas:
1. Involución: tiempo durante el cual el Espíritu dirige sus energías cósmicas hacia dentro para la construcción de los vehículos de conciencia, destinados a obtener la experiencia de los distintos niveles de energía o mundos en los que se desarrolla.
2. Evolución: proceso mediante el cual el Ego dirige las energías hacia fuera con el objeto de perfeccionar los vehículos y convertir los poderes divinos latentes en fuerzas dinámicas creadoras.
Durante la Involución el Espíritu progresa inconscientemente, ayudado por las Jerarquías Superiores, las cuales le guían constantemente de la misma forma en que el Espíritu Grupo de una especie animal dirige a todas sus unidades, sin que exista el libre albedrío. Durante la Evolución, el espíritu adquiere la posibilidad de obrar con libertad y de evolucionar conscientemente. Las Jerarquías Superiores le van liberando gradualmente de su influencia de acuerdo con el nivel de aplicación y adaptabilidad.
Las órdenes de Misterios ofrecen a los aspirantes un Sendero con sucesivas y graduales etapas, que buscan emancipar al individuo para llevarlo a desarrollar, en un tiempo más corto que el requerido normalmente, la conciencia necesaria para lograr la liberación de la influencia de las Jerarquías Superiores. Este entrenamiento requiere un trabajo intensivo del aspirante sobre sus tres principales energías cósmicas: Voluntad, Amor e Inteligencia Creadora. Algunas escuelas de Sabiduría Occidental, como la Rosacruz, por ejemplo, dividen este sendero en siete pasos: estudiantado preliminar, estudiantado regular, Probacionismo, Discipulado, Hermano Lego, Adepto y Hermano Mayor. Las dos primeras etapas son de preparación intelectual y adaptación mediante el estudio y el desarrollo de nuevos hábitos de vida, basados en principios universales. El Probacionismo es un paso durante el cual el caminante del sendero toma la decisión de cambiar definitivamente de vida, para ser totalmente consecuente con aquello que ha estudiado. Para el aspirante es una etapa de gran conflicto entre su Yo Real, que trata de vivir armoniosamente con el Cosmos; y su yo inferior, que insiste en vivir una vida de ilusión y satisfacción de los sentidos y pasiones. El discipulado es la etapa decisiva en la que el aspirante toma real contacto consciente con un Hermano Mayor, miembro de la Hermandad Blanca o Jerarquía Oculta y comienza su verdadera expansión de conciencia a través de las llamadas Iniciaciones, que no son otra cosa que grados sucesivos del proceso de desarrollo espiritual. Los grados de Hermano Lego, Adepto y Hermano Mayor, son los peldaños altos del perfeccionamiento e incluyen numerosas iniciaciones de gran avance que llevan al individuo a conectarse con la conciencia cósmica y a desarrollar las facultades necesarias para convertir los poderes divinos latentes en verdaderas fuerzas creadoras activas, haciendo del Ego un colaborador y cocreador del Esquema evolutivo. En esta ocasión trataremos explícitamente, aunque con la brevedad que permite este espacio, acerca del Discipulado.
Después de haber pasado por las etapas del estudiantado y de llevar a término y en forma real el paso del probacionismo, el caminante del Sendero puede aspirar a convertirse en un discípulo. Existen dos métodos diferentes a seguir, dependiendo de si el individuo se encuentra en el sendero de la Involución o en el de la Evolución. En el primer caso, un Maestro, probablemente encarnado, encontrará al aspirante y le tomará como su alumno haciendo que siga fielmente sus indicaciones. Muy seguramente le indicará métodos involutivos que con frecuencia se encuentran en las escuelas orientales. En el caso de que el discípulo alcance, mediante su entrenamiento, el arco ascendente de la evolución, le guiará hacia otro Maestro de una Orden apropiada. El Maestro puede aparecer directamente en su cuerpo físico o en su cuerpo etérico y guiarlo para que lo halle en el lugar donde habita en el mundo físico. En el segundo caso, un Hermano Mayor de una Orden de Misterios, con enseñanzas de la Sabiduría occidental apropiadas para todo aquel que se encuentre en el sendero de la Evolución propiamente dicho, buscará al aspirante, le preparará previamente a través del sueño o por vía de la Intuición durante algún tiempo y luego, aparecerá al aspirante en su cuerpo etérico para darle algunas pautas de trabajo. En este caso no le invitará a seguirle fielmente sino a desarrollar la capacidad de ser altamente confiado en sí mismo. Nótese que en los dos casos, en los dos tipos de escuelas, es el Maestro quien busca al aspirante cuando éste se encuentre preparado y no al contrario. Los requisitos para entrar en el sendero del discipulado son estrictos y no se acepta a nadie que no esté capacitado.
Los Hermanos Mayores se toman todo el tiempo necesario para asegurarse de que el candidato es el adecuado. Para tal efecto, una vez que el individuo ha presentado su solicitud, de acuerdo con las normas de la escuela a la que pertenezca, una copia exacta de su Cuerpo de Deseos es construida por el Maestro e incluida dentro de su propia aura, de tal manera que pueda observarla permanentemente. Tal copia tiene la propiedad de modificarse en la misma medida que las emociones del candidato, de tal suerte que cualquier tipo de emoción contraria a las cualidades deseadas será notada de inmediato por le Hermano Mayor, así como también lo serán las virtudes desarrolladas y los nobles sentimientos e intenciones. Además, una que otra vez, el Maestro visitará personalmente a su candidato en forma secreta y observará su conducta en el ambiente en el que se desenvuelve. Debido a este necesario procedimiento de selección, el aspirante no recibe una respuesta inmediata a su solicitud y solamente la recibirá si es seleccionado como un candidato apto para ser admitido al discipulado. Pero aún antes de obtener una respuesta definitiva deberá enfrentar una última prueba, la cual será escogida de acuerdo con los puntos más débiles del probacionista. Después de pasar la prueba recibirá una señal de aceptación a través del sueño, de la intuición o de algún discípulo aceptado que pueda hacerlo. En muy raras ocasiones esta primera señal es dada directamente por el Maestro, a menos que en anteriores encarnaciones, o en esta, se hayan despertado correctamente facultades superiores que permitan establecer el contacto. En la mayoría de los casos es necesario preparar al aspirante para que pueda contactar con el Maestro y para tal efecto éste dará a conocer a su discípulo un ejercicio adecuado que le permita obtener plena conciencia en el Mundo del Deseo. Este ejercicio estará adecuado para cada individuo en particular y no servirá para otros, por lo que deberá ser mantenido en secreto y estará dirigido a separar los éteres superiores de los inferiores en su cuerpo Vital, los cuales se encuentran firmemente conectados en cinco puntos especiales del vehículo etérico. Tal separación de éteres es la que hace posible obtener percepción y memoria constantes en el mundo del Deseo. Si el aspirante no ha desarrollado ninguna facultad que permita un contacto inicial directo, el ejercicio le será comunicado por alguna de las vías mencionadas para recibir la primera señal de aceptación.
Nadie debe desesperarse por no recibir una respuesta. Si ésta no llega después de cierto tiempo, será señal de que no se han cumplido todos los requisitos necesarios y el individuo deberá revisar sus métodos de autoevaluación, con el fin de detectar donde ha fallado. Todas las solicitudes serán tenidas en cuenta, pues el trabajo en los mundos sutiles es mucho y los Maestros están necesitando mucha ayuda. Solo que ésta debe ser calificada en alto grado.
Muy a menudo se cree que un discípulo es una persona privilegiada y bonachona que goza de la protección de un Maestro y recibe una afortunada educación de su parte. En realidad un discípulo es un trabajador incansable y altamente eficiente en el servicio desinteresado y amoroso por la humanidad y por los reinos compañeros, así como un gran colaborador de los Hermanos Mayores y de la Divinidad, en la compleja tarea de la Evolución. Es además un ser que manifiesta activa y alegremente Luz, Armonía, Verdad, Bondad, Belleza, Justicia y Libertad en todas sus acciones y en sus relaciones con los demás. Para lograr tal conquista debe vivir la vida plenamente, haciendo un correcto uso de su voluntad, la cual se educa a partir de la disciplina no represiva, ni dogmática; debe igualmente dejar fluir hacia los demás la energía del Amor, a través de la práctica constante del servicio desinteresado y poner en ejercicio sus facultades creadoras, educando su mente a través del estudio sistemático y permitiendo que sus más grandes ideas sean puestas en acción permanente y eficiente.
El probacionista que aspire a ser un verdadero discípulo debe desarrollar ciertas cualidades antes de pretender ser aceptado. Entre ellas tenemos:
1. El anhelo y la práctica del servicio de forma permanente, sin deseo de beneficio personal.
2. Un verdadero deseo de sabiduría, expresado como una necesidad para el servicio y no como vana curiosidad intelectual.
3. Un alto grado de valor para enfrentar las dificultades, comprendiendo que son vías de aprendizaje, de las cuales se obtienen valiosos beneficios espirituales.
4. Deseo verdadero de conquista de su naturaleza inferior en aras de la superior.
5. El discernimiento necesario para saber en todo instante diferenciar lo correcto de lo incorrecto, basado en la aplicación del conocimiento espiritual y la guía de la intuición real.
6. Sentido de universalidad. Esta cualidad nos permite incluir en nuestra conciencia a todo lo existente para vivir en perfecta armonía con el Cosmos, eliminando las barreras familiares, nacionales, raciales, grupales y sociales. Comprendiendo, además, que los otros reinos forman parte de la Vida Una junto con nosotros y que esencialmente son Vida Divina en evolución.
7. Amor por todo aquello que sea verdadero, bueno y bello, manifestado en sus palabras, pensamientos y acciones de la vida diaria.
8. Ritmo y regularidad en su estudio, práctica de concentración, oración, meditación y disciplina.
9. Perseverancia. Nunca dejar de intentar y mantenerse hacia arriba y hacia delante siempre.
10. Economía sin mezquindad en el manejo de sus bienes, recursos y energías. No despilfarrar aquello que ha conquistado o que le ha sido encomendado.
11. Capacidad de perdonar verdaderamente, sin albergar resentimientos ni recuerdos amargos.
12. Control y pureza de pensamiento a través de la auto-observación y la meditación.
13. Inofensividad hacia todos los seres. Esto hace al aspirante sereno, pacífico y moderado.
14. Puntualidad. Respeto por el tiempo propio y ajeno. Cumplimiento de sus promesas.
15. Observación atenta de la realidad desde el punto de vista de lo esencial con el objeto de obtener en forma directa la máxima experiencia posible. Estar en atención permanente.
16. Deseo vehemente de mejorar el nivel actual y mejorar la vida constantemente.
17. Indiferencia hacia los fracasos y triunfos para no cristalizarse, cayendo en el desánimo o en el conformismo.
18. Alegría constante a pesar de las dificultades. La expresión quejumbrosa es sinónima de rebeldía ante la Divinidad. La jovialidad permanente es una muestra de comprensión de la inteligencia Divina que siempre trabaja para el bien.
No sobra reiterar aquí que el aspirante debe estar lejos de cualquier vicio tal como el tabaquismo, el alcoholismo, la drogadicción, etc. así como de la práctica sexual excesiva, del homosexualismo, la música desequilibrada y el carnivorismo; costumbres todas que deben haber sido abolidas durante el probacionismo. Adicionalmente, el candidato debe estar libre de soberbia (presunción, ambición, vanidad, jactancia, ostentación e hipocresía), lujuria, envidia (junto con sus acólitos: mentira, chismorreo, murmuración y calumnia), pereza, codicia, gula, deseo de agresión y destrucción y espíritu separatista.
Además de las cualidades a desarrollar, una vez que se ha percibido la señal de haber sido seleccionado apto para el discipulado y de ser posible antes de esto, el candidato deberá cumplir ciertas tareas de cooperación con el Plan evolutivo, tales como la difusión de las enseñanzas de la Sabiduría, tanto con el ejemplo como a través de la palabra hablada y escrita, y la ayuda a las fraternidades, centros y grupos que trabajen en una labor de guía espiritual.
Después de la aceptación viene un período de preparación de intenso trabajo donde una labor específica es encomendada al Discípulo principiante, el cual coloca en ella toda la fuerza de su mente y de sus emociones, dedicando toda su vida a la labor del Maestro. Su entrenamiento continúa con el desarrollo de la solemnidad, un acrecentamiento de la nobleza, el despertar del entusiasmo espiritual, una expansión de la virtud de la compasión, el desarrollo de la intuición que lo lleva al conocimiento directo, la formación de grupos de estudio y la creación de proyectos de servicio. Poco después cultiva el desinterés total, la inofensividad hacia toda forma de vida, la alineación con la Voluntad Divina, la creatividad continua en todos los campos, la direccionalidad o facultad de concentrar todas sus energías para realizar una tarea perfectamente conocida, la síntesis o capacidad de reconocer la unidad y universalidad de todo conocimiento. De aquí en adelante, la vida del Discípulo es un sendero espiritual permanente con abnegación y compromiso total, emprendida con audacia y coraje pero en medio de una gran sencillez, cualidad que caracteriza al aspirante a la Maestría. La mente del discípulo entra en contacto con el mundo arquetípico y todas sus labores se hacen siempre en concordancia con el plan divino. A estas alturas el discípulo ya es capaz de funcionar totalmente consciente en el Mundo del Deseo y más adelante en el Mundo del Pensamiento, facultades que lo capacitan para entrar en contacto con la Hermandad Blanca o Jerarquía y comenzar el trabajo de las Iniciaciones a través de las cuales llegará un día a las más altas etapas del sendero. Un Discípulo es una persona que manifiesta permanentemente una gran Voluntad, un Amor extraordinario, que le dota de un magnetismo capaz de atraer y transformar a muchas personas a su alrededor y una inteligencia creadora a través de la cual da frutos interesantes al mundo para gran beneficio de la humanidad. Un Discípulo no es meramente un charlatán, un sabihondo repetidor de textos y doctrinas, sino una persona de gran sabiduría y generosidad que se da ampliamente al mundo, sin pedir nada para sí que no sea la oportunidad de servir.
Si un probacionista aspira al discipulado hará bien en autoevaluarse y considerar si ha desarrollado las cualidades necesarias para ser aceptado antes de pretender hacer siquiera una solicitud, pues no hay manera de engañar al Maestro. La tarea es difícil pero no imposible y una vez lograda la expansión de conciencia se abre para el Discípulo un panorama más amplio y extraordinario a través del cual logrará encontrar el camino de la liberación definitiva del sufrimiento. Será entonces un individuo con una conciencia multidimensional y capaz de servir realmente a la humanidad. La satisfacción espiritual sentida es muy grande y llena el corazón con el gozo de Cristo. ¡Adelante Probacionista del mundo, el discipulado está abierto para todos! ¡Arriba y hacia delante siempre, siempre!
"Aldebarán"
José Vicente Ortiz Zárate (A. K.)
alipurkarim@gmail.com
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