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DISCIPULADO Y PERFECCIÓN - Asociación Vicente Beltrán Anglada


DISCIPULADO Y PERFECCIÓN
 Vicente Beltrán Anglada

Algunos aspirantes espirituales de muy buena fe con muy buenas
disposiciones para el trabajo interno, alimentan la falsa idea de que el discípulo que ha logrado establecer contacto con el Maestro, es un ser humano plenamente feliz, libre de esos contratiempos, problemas y dificultades tan comunes al género humano.
El contacto con el Maestro, si bien agudiza extraordinariamente la
percepción espiritual superior, desarrolla también a extremos inconcebibles la “sensibilidad humana”. Como resultado de ello la vida del discípulo es un permanente centro de tensión, en donde coinciden a la par y a veces por un espacio muy prolongado de tiempo, las energías espirituales superiores y las fuerzas kármicas de la personalidad humana.
Existen por una parte las obligaciones naturales y sociales comunes a todas las personas, o sea, los deberes familiares, profesionales y de relación obligada con los demás y, por la otra, los altos deberes impuestos por el grado de desarrollo espiritual alcanzado en el Sendero, así como los que le vienen impuestos por las necesidades de su particular campo de servicio.
Esta tensión se agudiza extraordinariamente por el hecho de que siendo la vida del discípulo eminentemente invocativa, atrae sobre sí un elevado tipo de vibraciones que debe tratar de controlar y proyectar convenientemente dentro del campo definido de su esfera de radiación personal.
Estas altas vibraciones son de tres tipos: las que proceden de su propia Alma, las que provienen del Ashrama al cual pertenece y las indescriptibles del Maestro que lo está preparando para la iniciación. Mantenerse en equilibrio en el centro de esta triple vertiente de energías superiores de Rayo, es tarea muy difícil,
pero forma parte inexorable de la vida del discípulo.
La mayoría de los aspirantes espirituales en el Sendero de probación acostumbran a ver solamente el lado agradable de este proceso, es decir, la delicia inefable del contacto con el Maestro, el derecho de ingreso en un Ashrama, la conquista del conocimiento esotérico y el control y desarrollo de ciertos poderes psíquicos. Frecuentemente olvidan el lado desagradable o difícil creado por el
choque y fricción de las energías superiores invocadas sobre el cuerpo kármico del discípulo. Éste, al igual que todos los seres humanos se debe a una ley de herencia, interna y externa, cuyos distintos aspectos gravitando sobre su ánimo le producen a veces gran confusión y profundas contrariedades. El discípulo es,
simbólicamente hablando, “una presa que se disputan a la par Dios y el Diablo”, el Ángel de la Presencia y el Morador del Umbral, los testigos de la Luz y los Ángeles de las Sombras.
La lucha que tiene lugar en los tres niveles de actividad personal del
discípulo: mente concreta, cuerpo emocional y cuerpo físico, da lugar a intensas crisis, cuya grandeza, profundidad y dramatismo raramente son justipreciadas por cuantos le rodean. Bastará decir que el discípulo se halla “clavado en la gran cruz de la experiencia”.
El karma humano, simbolizado por el brazo horizontal de esta cruz y la oportunidad divina, o Sendero espiritual, simbolizado por el brazo vertical de la misma, han de llegar a un total equilibrio antes de que el discípulo se convierta en un Iniciado, en un hombre perfecto.
En tanto que este hecho no se produzca -y el camino de tal realización es largo y penoso- pueden pasar varias vidas, en el transcurso de las cuales se suceden las experiencias a un ritmo vertiginoso, con su consiguiente secuela de problemas y adversidades. Felizmente el discípulo conoce ciertas reglas y maneja ciertas leyes que endulzan su vida y le permiten soportar la tremenda presión del torbellino de fuerzas en que se halla sumergido.
El hecho de ser un discípulo y de tratar de ajustarse al supremo dictado de la Ley es una gloria, pero también una terrible responsabilidad. Él es un testigo de la Luz y un Servidor del Plan. Estas dos fases indican el principio y el fin, el alfa y el omega del propósito creador de la vida, desde que se inicia la búsqueda
espiritual como un simple aspirante devoto, pero todavía lleno de ilusiones, hasta que se alcanza la más elevada iniciación. El esfuerzo es proporcional a la altura alcanzada en el Sendero, así como el sentido de responsabilidad que llega a convertirse en profundo motivo de dolor en determinados estadio de la búsqueda.
Crisis y tensiones Las crisis y tensiones dentro de la vida de un discípulo se agravan o acentúan considerablemente, cuando en aras de ciertos aspecto definidos de su vida como un servidor consciente de la Jerarquía, debe presentarse ante el mundo como lo que realmente es, como un discípulo del Maestro, pues entonces
converge sobre él la atención mental, no siempre correcta y debidamente enfocada, de multitud de aspirantes en el Sendero que “le toman como ejemplo de sus vidas”. El punto focal “discípulo” es en este caso un centro de impactos, la mayor parte de ellos de carácter emocional, provenientes de los deseos, esperanzas y temores de todos aquellos aspirantes que ven, o creen ver en él, a
alguien en quien pueden realmente confiar. Existe también el alto deber por parte del discípulo, de ser para todos aquellos que en él piensan y confían un testimonio vivo de Fuerza y Comprensión.
Por estas y otras muchas razones, la vida de un discípulo en encarnación física no siempre puede demostrar ostensiblemente su bien ganado desarrollo espiritual ni las múltiples cualidades adquiridas a fuerza de sacrificio de “lavar sus pies en la sangre del corazón”.
Hace algunos años tuvimos oportunidad de establecer contacto íntimo con algunos discípulos aceptados; estábamos seguros que lo eran por haber previamente constatado su filiación con algunos Miembros de la Gran Fraternidad Blanca. Pudimos comprobar a veces, con el consiguiente estupor, que en sus relaciones sociales parecían haber olvidado ciertas reglas internas, como si
hubieran perdido momentáneamente su conexión con el mundo elevado de las causas. Esto fue motivo de muy agudo sufrimiento.
Un día mientras esperábamos al Maestro, comenté el caso con R... y con algunos otros de mis condiscípulos del Ashrama. En aquella ocasión inició el Maestro así Su plática:
“No juzguéis nunca las cosas ni las personas por la sensibilidad que os producen, sino por su grado de efectividad. Estad seguros que si Nosotros exigiéramos de inmediato una plena sujeción a leyes internas no habría discípulos a quienes entrenar ni servidores en quienes hacer gravitar una importante parte de Nuestro trabajo en el mundo. De la misma manera que exigimos INTENClÓN
respecto al mundo interno, exigimos también TRABAJO eficaz en el mundo externo. Y no siempre los que realizan el Trabajo en el mundo externo son los mejores en el mundo interno. Pero, el hecho de que, “sinceramente trabajen y luchen por ayudarnos” hace que los mantengamos conectados con la energía que emana de los Altos niveles espirituales...
Estas palabras del Maestro que demostraban su exquisito interés por resolver nuestras más mínimas dudas en el mundo mental, dejaron profunda huella en mi corazón y aprendí a suspender el juicio cuando se trataba de comentar la actitud de ciertos aspirantes y discípulos. Las razones del Maestro eran además concluyentes en el sentido de que no siempre el equipo kármico de un discípulo le permite expresar claramente la grandeza de su vida espiritual. Esta
circunstancia hace que las reglas de humildad que se aprenden en el Ashrama y deben practicarse en el mundo, sean la mayor salvaguardia del discípulo en lo que a crítica humana se refiere.

Misión y sensibilidad

Existen particularidades en la vida de un discípulo que no pueden ser juzgadas con ligereza por aquellos que pretenden “estar hollando el Sendero".
Debemos recordar al respecto las palabras del Maestro D. K.: “La sensibilidad es una prueba de evolución espiritual, pero es también una prueba kármica en la vida del discípulo”.
Existe una relación muy directa entre “prueba kármica” y “crisis Iniciática”.
Esta relación se basa en el hecho de “precipitación de energías” dentro de la vida del discípulo. Los cuerpos periódicos del mismo: mente concreta, cuerpo emocional y cuerpo físico, altamente sensibilizados, actúan como un potente imán que atrae sobre su personalidad una considerable cantidad de karma que normalmente hubiera precisado varias vidas para ser consumado. Esta
circunstancia sitúa de nuevo frente a nosotros el problema de “aceleración” del proceso evolutivo planetario del cual el discípulo es un elevado exponente.
La humanidad como un todo sufre también las consecuencias del tremendo despliegue de energías planetarias y extraplanetarias puestas en juego en estos drásticos momentos de aceleración evolutiva o de precipitación kármica, y la interminable secuela de guerras y conflictos reseñados por doquier y desde el principio mismo de la historia, así como las terribles convulsiones geológicas en muchas partes del mundo, son una prueba de potencia de estos terribles impactos. Esta afirmación no es en manera alguna un intento de justificar la guerra o cualquier convulsión social o geológica, sino simplemente un deseo de evidenciar el pesado bagaje kármico que subyace todavía en el fondo subconsciente de la humanidad, y que la potente presión de las energías superiores de “precipitación” pone a flote, en la superficie de la conciencia, para
que eventualmente pueda ser liberado. El discípulo es, en todo momento, una dramatización superior del estado de conciencia humana en un momento cíclico o histórico del mundo, y contemplando su vida llena de crisis y tensiones, se perfila
una imagen clara del destino de emergencia espiritual para la cual se está preparando y se está preparando asimismo en sus distintos niveles toda la humanidad.
Los Ashramas de la Jerarquía tienen pues una misión bien definida en estos momentos cruciales de la historia humana. Las palabras crísticas: “Llamad y se os abrirá, pedid y se os dará”, se refieren exactamente a este derecho de entrada en los Ashramas, pues es en los mismos donde se prepara el ser humano para su glorioso destino espiritual. Tal derecho, pagado a precio de alta devoción y sacrificio en determinadas etapas, está hoy día al alcance de todos los aspirantes del mundo. No existe una limitación para el enorme deseo del hombre de progresar y de ocupar un puesto de honor dentro de las filas de los servidores de la humanidad.
Cuando por primera vez fuimos admitidos en el Ashrama, después de formular los correspondientes votos (o juramentos) ante QUIÉN puede hacerlosrealmente sagrados e inviolables, tuvimos el honor de escuchar mucho de lo que les estoy diciendo de labios de nuestro glorioso Mentor. Una de las cosas que el Maestro recomendó especialmente fue “que viviésemos profundamente apercibidos de la hora solemne que estaba viviendo la humanidad”, no sólo por la
entrada de nuestro planeta dentro de la zona de influencia de la constelación de Acuario (que marca el destino de la Nueva Era), sino también por las enormes presiones de energías extraplanetarias y de allende nuestro sistema solar, que convergían sobre la tierra preparando a la humanidad para ciertos cambios fundamentales dentro de las estructuras de la sociedad organizada donde realiza
actualmente su evolución.
Estamos viviendo unos momentos realmente dramáticos y decisivos en la vida de la humanidad y todos podemos contribuir inteligentemente y con buena voluntad a resolver las agudas crisis y tensiones de este angustioso período mundial. Piensen  onstantemente en la posibilidad de ser admitidos en un
Ashrama, en su Ashrama. No se crean inferiores a otros que se encuentran ya allí.
Pueden establecer también relaciones y vinculaciones de orden espiritual superior si mantienen firmemente el propósito de buena voluntad, de amar y de servir. Vale la pena intentarlo. Al final de cierto estadio el Maestro aparecerá para decirles: “Habéis llamado, entrad”, “Habéis pedido tomad”. Y empezarán entonces a ser
desgarrados “los velos del Templo” que ocultan la infinita grandeza de sus propias vidas.
“Cuando el discípulo está preparado” es decir, cuando ha penetrado
profundamente en una dimensión de vida superior a la normal, “surge el Maestro”.
Tal acontecimiento viene precedido de una pequeña luz, que irradia desde el centro superior de la cabeza del aspirante y que va creciendo hasta ser visible por Aquél que desde el principio mismo de los tiempos tiene enlazada Su vida con la suya. Es en este momento y no antes que el término “discípulo” empieza a tener
un significado real y práctico y no simplemente teórico. La vida del aspirante empieza a sufrir entonces profundas modificaciones. Tales modificaciones, expresadas por medio de violentas tensiones y agudas crisis, van purificándole paulatinamente hasta hacerle entrar “en aquella gran corriente de vida espiritual” de la que ya prácticamente no se retorna.
Todos sabemos naturalmente estas cosas que a fuerza de decirlas se han convertido en tópicos habituales, de ahí que su significado realmente místico y espiritual y su aplicación práctica y esotérica, sólo están reservadas a aquellos que están verdaderamente conectados con el supremo propósito de la vida.

Una lucha en la dimensión sutil

Las personas que por ignorancia más que por otra causa practican el mal, sólo pueden atacar el aspecto inferior de aquellos contra los cuales sienten alguna forma de animosidad o antipatía. Utilizan a este fin cosas físicas, etéricamente relacionadas con los sujetos que son centro y blanco de su malas intenciones y actúan luego decididamente contra estas cosas. Esta actividad se transmite por
simpatía de vibraciones en aspectos definidos de mal sobre quienes fueron propietarios o utilizaron tales cosas y se establece así una corriente ininterrumpida de mal que va desde quien lo practica a la cosa u objeto de referencia y de ahí al sujeto a quien se pretende perjudicar, una corriente magnética que de no ser debidamente atajada por destrucción de tales elementos físicos de referencia,
llega a destruir progresiva y sistemáticamente la red etérica protectora de determinados órganos físicos sobre los cuales se actúa, hasta provocar la muerte física por destrucción de aquellos elementos de defensa, o a provocar tensiones negativas de orden moral o emocional que pueden derivar asimismo hacia la
obsesión y a la locura.
“Toda forma de magia negra obedece a idéntico principio de separatividad humana, de negación de la luz espiritual, es decir, al triunfo de la ignorancia, del egoísmo y de la mala voluntad sobre las correctas intenciones de los hombres.
Existe, no obstante, una notable diferencia desde el ángulo esotérico entre las formas de magia negra".
La diferencia no es de base o de principio, sino de intensidad, de grado o de nivel. La magia negra del ignorante sólo bordea las orillas de lo físico y de lo astral inferior; la magia del verdadero mago negro, de aquel que sabe perfectamente lo que hace, se origina principalmente en el plano mental concreto y actúa conscientemente y con pleno conocimiento de causa, persiguiendo unos fines que no atentan solamente contra la seguridad física, emocional o mental de determinados individuos, sino que se enfrentan decididamente y utilizando grandes poderes contra el Plan mismo del Creador, contra el proceso de la evolución humana y muy definidamente contra todos aquellos que de una u otro
manera han decidido colaborar en el desarrollo de este Plan.
Ahora bien, los “magos negros” a los que yo por experiencia debo referirme, van mucho más allá, tal como anteriormente he dicho, no sólo por la inteligencia que despliegan sino por el gran poder que utilizan. Una de las razones más importantes desde el ángulo de estas consideraciones es que los “magos negros” propiamente dichos están organizados en forma de Logia, siguiendo sus
miembros idéntico o muy parecido sistema de entrenamiento y proceso de iniciación a los que se adaptan las gloriosas huestes de la LUZ que constituyen la  Gran Fraternidad Blanca del Planeta.
Al estar sujetos los “magos negros” en sus distintas gradaciones a este sistema de entrenamiento científico, que involucra el conocimiento de la ley que regula las energías y fuerzas planetarias, y de ciertos mántrams de invocación de los devas inferiores o elementales de las sombras que viven y se desarrollan en el
seno profundo de lo podríamos llamar “subconsciencia planetaria”, el alcance de su poder es enorme y su radio de acción se extiende incluso y alcanza la vida de los propios discípulos mundiales en proceso de alineamiento con sus almas y de integración con la vida espiritual. Afortunadamente para estos discípulos y para la
humanidad entera, el poder los “magos negros” termina en las fronteras del mundo espiritual, allí donde empieza la verdadera y fecunda actividad de los Hermanos Mayores de la Humanidad, de los Maestros de Sabiduría e Iniciados de la Gran Logia Blanca y el poder beneficioso de las Huestes de la Luz.
Hay que reconocer no obstante, que hasta que los cuerpos inferiores de un discípulo no estén debidamente purificados y controlados, la actividad de los magos negros puede hacer mella sobre ellos y convertirlos en “centro de sus terribles y maléficos ataques”…
Deseamos ilustrar más amplia y definidamente sobre este difícil pasaje en la vida de un discípulo espiritual, para ello me remitiré a mi propia experiencia personal.

Tentación y magia negra

… “No voy a repetir aquí algo que todo verdadero aspirante espiritual debe forzosamente saber respecto al poder invocativo de los fuegos mayores o de redención por medio de ciertos mántrams sagrados. Me limitaré únicamente a decir que dentro de un Ashrama de la Jerarquía, en donde se supone que el discípulo que del mismo forma parte se halla convenientemente preparado
espiritual y personalmente, sólo con mucha discreción y reticencia se le confían fórmulas mantrámicas de alto poder invocativo y aún en todo caso cuando la presión de ciertas circunstancias o la gravedad de un caso concreto así lo justifiquen. En cierta ocasión, hace de ello unos años, tuve oportunidad de experimentar directamente sobre mi vida personal el ejercicio de esta ley
reguladora de transmisión de mántrams de poder o de invocación de los Fuegos sagrados de la Naturaleza. Mi Alma primero y mi Maestro después fueron los sagrados vehículos de aquella espiritual transmisión. Los hechos, como siempre, eran consecuencia de un ferviente e intenso vivir en pos de la Realidad superior presentida. Pero, vean por favor, los hechos:
Se trataba específicamente de contrarrestar la acción sobre mi vida mental y psíquica de unas potentes y maléficas influencias provenientes según pude comprobar más tarde de ciertas zonas definidas de mal radicadas en remotos y sombríos lugares del Planeta. Las cualidades de bien que empiezan a desarrollarse en la vida de un discípulo, atraen inmediatamente la atención no sólo
de las Fuerzas bienhechoras de la Naturaleza que encuentran en ellas un nuevo cauce para su expresión, sino también y en forma todavía más acusada, dadas las características kármicas del discípulo, de las aviesas intenciones de los adeptos y miembros de la llamada Logia Negra del planeta, una Corporación de seres -no
me atrevo a llamarlos humanos- que practican conscientemente el mal y se oponen deliberadamente al bien. Estos desgraciados seres, inteligentes pero sin corazón, se alimentan -por así decirlo- de la sustancia de las sombras, trabajan mayormente durante la noche y se aprovechan para el logro de sus innobles fines de la debilidad espiritual de una parte considerable de la raza humana, de las
energías de baja vibración generadas por las entidades situadas en el arco descendente o de involución de la vida planetaria, del poder engendrado por la espantosa lucha del deseo inconsumado de los hombres, del oscuro fluir astral y etérico de sus bajas inclinaciones y del terrible choque que en el mundo mental sostienen las ideas y voluntades de los seres humanos que originan la gran herejía de la separatividad humana con su espantosa secuela de guerras y
conflictos. Toda esta fuerza, esencialmente material, separativa y destructiva es aprovechada por “los señores de las sombras”, por esos expertos “magos negros”, para fomentar dentro de las conciencias humanas las semillas del odio y de la destrucción y se centra preferentemente contra la vida de aquellos que  por comprensión superior y en forma definida y constante, empiezan a liberarse de sus particulares egoísmos y seguir las sendas del Bien.
Como me encontraba a la sazón en aquel caso, no pude escapar ni a la regla ni al proceso, siendo en lo que al discípulo se refiere, la regla la tentación y el proceso la crisis. En su interacción la tentación y la crisis subsiguiente constituyen la más amarga prueba del Sendero, aquello que místicamente se conoce como “la Noche del Alma”. Pero, si se mantiene la firmeza espiritual y se
acepta noblemente y sin rencor el desafío de los hechos, el Alma penetra entonces más profundamente dentro de la LUZ, AMOR Y PODER de Aquél que es Guía espiritual de nuestra vida...

Horas terribles

... Durante el desarrollo de aquel proceso al que me refiero pasé horas muy terribles coloreadas de un profundo dramatismo, más acusadas todavía por el hecho de que en aquellos momentos me era negada incluso la posibilidad de invocar la energía interna. Durante un período bastante prolongado de tiempo “no me era permitido siquiera dormir”. En mi alcoba se daban cita a la hora del
descanso nocturno una serie de entidades de aspecto terrorífico que una y otra vez me atormentaban con visiones deprimentes que diluían mi imaginación y envenenaban mi ánimo. Me era absolutamente imposible concentrar mi mente en  el Maestro y en el Ashrama. Cuando empezaba a recitar la Gran Invocación, una
fórmula de gran poder que siempre me conectaba con la energía de los Altos Lugares, ruidos por todas partes de la habitación me impedían coordinar las distintas estrofas de la misma. La imagen de Cristo que habitualmente percibía con gran nitidez y me servía de luminoso punto de referencia en mis meditaciones, era suplantada por imágenes horribles y bestiales.
En el desarrollo de este para mí nuevo e inesperado proceso que
consideraba trascendido desde mi ingreso en el Ashrama, pude comprender por mí mismo el alcance universal y profundo de aquel estado que llamamos de tentación. Tentaciones eran en efecto todas las intromisiones de mal dentro de mi conciencia, es decir, de aquellas visiones morbosas unas, nefastas otras, de aquellos ruidos, profundos dolores de cabeza, incapacidad de concentración,
pérdidas de percepción espiritual y una creciente debilidad física. Toda aquella horrible pesadilla era concretamente una invitación a volverme atrás del camino espiritual que había emprendido, y me hubiese resultado ciertamente fácil hacerlo, renunciando a la vida de servicio y de comunión con el Ashrama y el Maestro y
hacer la vida normal y corriente de la inmensa mayoría de los seres humanos. La vida de un discípulo no es, sin embargo, una vida común y corriente, entendiendo por ello un plegamiento sin lucha y sin resistencia al fluir de lo habitual es, por el contrario, una vida de esfuerzo y de sacrificio que ha de conducir a la perfecta
integración espiritual. Como se dice muy bien en ciertos textos sagrados relativos a la vida de un discípulo en encarnación física: “La peor tentación es vivir sin tentaciones”, pues la tentación hace surgir a flor de conciencia las debilidades ocultas del discípulo, aviva los rescoldos de pasión de un fuego que parecía
muerto, pero que sólo estaba dormido y muestra las profundas sutilezas de personal morbosidad incrustadas en los desconocidos repliegues de la conciencia que deben ser destruidas antes de enfrentarse con el terrible poder del Fuego iniciático.
El Maestro nos había advertido ya de la existencia de estos sutiles
impedimentos dentro de la conciencia, pero yo había aceptado Sus palabras más como una enseñanza teórica destinada al equipo de nuestro conocimiento que como una sagrada advertencia a “vivir profundamente apercibidos frente a la inevitable condición humana de nuestra vida kármica”. En lo más intenso de la lucha, mientras se desarrollaba el proceso, tuve de improviso un luminoso
vislumbre del alcance universal de las palabras del Maestro y decidí renunciar al descanso y al placentero diálogo con lo habitual y aceptar el creciente desafío de los hechos, tratando de paliar en lo posible los impactos dirigidos contra mis cuerpos sutiles por los magos negros.
No sabía cuánto podía durar aquel estado de cosas, sólo sabía que debía resistir, luchar y ampararme en el bien de mi alma. Durante el día, mayormente durante el período solar, el más favorable para la meditación espiritual, me esforzaba por reagrupar mis pensamientos esparcidos y debilitados y dirigirlos hacia el Maestro y el Ashrama prosiguiendo lo mejor que me era posible mis tareas profesionales y las propias del campo de servicio que voluntariamente había elegido.
Mientras tanto, mi cuerpo físico cada vez más debilitado por efecto de esta lucha, mayormente por la imposibilidad de dormir y descansar por las noches, amenazaba llegar por desgaste a un punto crítico de tensión, pasado el cual sólo era previsible la aniquilación física con la pérdida de una oportunidad cíclica de evolución espiritual. Fue precisamente al llegar a este punto de extrema tensión cuando sobrevino la acción universal.

La acción universal

Una noche mientras me hallaba como desde hacía ya tanto tiempo bajo la presión de las fuerzas negativas a las que anteriormente hice referencia y me preparaba ya a pasar otra noche sin poder dormir y a afrontar pacientemente todas las posibles y extenuantes molestias de aquellas fuerzas que habían hecho ya acto de presencia dentro de mí y a mi alrededor, oí resonar clara y distintamente dentro de mi conciencia la voz del Maestro. Un profundo y extraordinario sentimiento de gozo hizo desbordar de ternura mi corazón
acongojado. En aquella ocasión el Maestro se limitó a decirme: “El momento es llegado. Pronuncia conmigo y graba en tu conciencia estas palabras”. Se trataba de un mántram específico de gran poder, relacionado como pude averiguar más tarde, con el Fuego de Shamballa. Era una extraña fórmula mágica al parecer muy
sencilla, pero dotada de ciertas inflexiones que yo trataba de repetir siguiendo el consejo del Maestro, y de ciertas pausas que sentía resonar poderosamente dentro de mí como si yo fuese una campana hueca sometida a la acción de un tremendo badajo. Durante unos momentos y en tanto seguía yo recitando bajo la guía oral del Maestro aquella fórmula mágica de invocación superior, me pareció
recordar vagamente aquellas cadencias y aquel ritmo. En efecto, aquel mántram traía a mi recuerdo sonidos de un aire familiar, como si no fuese aquella la primera vez que yo los emitía o los escuchase. ¿Sería aquélla la invocación directa del Ángel Solar, de mi verdadero yo espiritual, o acaso una síntesis a mi alcance en aquellos momentos del Poder del Rayo espiritual de mi vida que se expresaba a través de mi alma solar o interna? En aquellos momentos todo me parecía posible pues sentía resonar dentro de mí la voz del Maestro, aquella voz tan íntimamente conocida, cuyas inflexiones evocaban en mí el cálido aliento de lo eterno y la
aspiración a las más elevadas esferas y dimensiones……De inmediato ví que penetraba en mi alcoba un resplandeciente Deva. Su rostro, del que emanaban luminosos rayos expresaba indomable firmeza y resolución. Llevaba en Su diestra una espada centelleante de la que emanaban ígneos destellos y la dirigía describiendo movimientos circulares extraordinariamente rápidos contra todas aquellas sombras y formas terroríficas que desde hacía tanto tiempo se habían enseñoreado de mi alcoba y de mi ánimo.
Aunque esta lucha parecía tener lugar fuera de mí, por cuanto me era posible presenciarla, sentía que se desarrollaba profundamente dentro de mi corazón y me sería imposible describir los espantosos gritos, gemidos y blasfemias que originaba en lo más íntimo de mí mismo la acción de la espada flamígera del Deva...
…Finalmente, mi alcoba quedó totalmente iluminada aunque no percibía nada objetivo de la misma, lo cual me demostraba que aquella espantosa lucha no había tenido lugar en el plano físico, sino en otra dimensión más sutil. Sólo percibía en aquellos momentos y dentro de la luz al Ángel de la Presencia, al
poderoso Deva solar que había acudido a socorrerme y que ahora al contemplarle serenamente me parecía íntima y extrañamente familiar, como si fuese parte consubstancial de mí mismo.
La paz reinaba entonces en mi espíritu, una paz que desde hacía tiempo parecía haber perdido. Cuando lleno de emoción quise expresarle mi agradecimiento al Ángel auxiliador, éste me hizo un signo profundamente amistoso como de despedida y desapareció del campo de mis percepciones.
La luz continuaba brillando dentro de mí y aunque era plenamente
consciente de todo, nada distinguía todavía de los objetos de mi alcoba.
Súbitamente sentí dentro de mi ser aquel profundo sentimiento de expectación, imposible de ser explicado en palabras, que preludiaba la proximidad del Maestro y Su voz resonó de nuevo dentro de mi alma en silencio. Entonces lo vi por primera vez fuera del Ashrama, allí a mi lado, en el interior de mi humilde alcoba, jamás tan humilde ante Su presencia. No me dijo nada. Se limitó a sonreírme con inefable ternura y a bendecirme. Desapareció muy luego como anteriormente lo había hecho, el Gran Deva solar, y paulatinamente mi conciencia fue penetrando en el mundo de lo habitual. Empecé a percibir entonces los objetos de mi alcoba y a ser plenamente consciente en mi cerebro físico. La paz que sentía entonces
dentro de mi mente y corazón, era un testigo inmediato e incontrovertible de mi contacto con el Maestro, y con el ánimo profundamente tranquilo y sosegado pude entregarme ya sin reservas a un reconfortante descanso físico del que desde
hacía tanto tiempo había estado absolutamente privado.
Días más tarde, en el suave retiro del Ashrama al que tenía nuevamente acceso después de haber consumado la crisis pasada, el Maestro me impartió la correspondiente enseñanza de mi estado y me confió de acuerdo a mi temperamento y condición un positivo mántram de dispersión de las fuerzas del mal que tratasen en lo sucesivo de penetrar en el área de mi conciencia. Al
hacerlo me dijo que los mántrams o sonidos mágicos que me había oralmente  transmitido en el momento cumbre de mi crisis se irían borrando paulatinamente de mi memoria. “Solo en determinado ciclo iniciático de tu vida -me dijo- volverás a utilizar aquel conjunto de palabras y sonidos que te impidieron sucumbir a la
presión del mal y a la actividad de las fuerzas oscuras del planeta, pero entonces aquellos mántrams serán en tus manos una clave de poder universal para salvar a la humanidad y no solamente para ayudarte a ti mismo”. Y prosiguió mirándome profundamente: “Te darás cuenta entonces que aquella Voz, la Voz del ritmo solar
expresado en ciertas cadencias, sonidos y definidas palabras, era tu propia voz, la voz de tu Alma, del Ser inmortal, cuya eterna liberación y su retorno a la patria solar, dependen única y enteramente de tu plena adaptación a las leyes del
universal servicio y de fraternal abnegación en favor de los demás, como lo hicieron el Buda, el Cristo y todas las personalidades insignes de la Raza”.
Estas palabras del Maestro, aparentemente tan sencillas, tuvieron para mí un profundo significado y me permitieron entrever etapas futuras de la raza humana, en las que la Divinidad expresaría a través del hombre el poder de la vida universal que todo lo compenetra y unifica, fundiendo en un eterno abrazo las dos
grandes corrientes de energía promotora de toda posible evolución, las de la Materia y las del Espíritu, de la Vida y de la Forma, que en el mágico equilibrio de sus aparentemente opuestas expresiones deben producir la liberación del Alma, del Ángel Solar, de la Conciencia humana.

El ángel de la presencia

Desearíamos que la experiencia que acabamos de relatar, hubiese
cumplido su finalidad de ilustrar sobre este punto tan vago e incierto de lo que en términos religiosos se le denomina “tentación". En realidad, la tentación es un aspecto obligado de la vida de un discípulo y de todo hombre espiritual, ya que es a través de un proceso o sistema escalonado de tentaciones, que el hombre
consigue penetrar un día en el Sendero iniciático y convertirse en un mago blanco, en un Testigo de la Luz y en un Servidor del Plan.
Hay una relación directa, regida siempre por las leves de analogía, entre las tentaciones, las crisis y los períodos de emergencia espiritual. Son aspectos consubstanciales de un proceso único de perfección, de un intento cada vez más definido de penetrar el gran misterio de la vida humana. La tentación y el proceso
de lucha que ella promueve tienen por finalidad “purificar el ánimo del hombre” y hacerle consciente de los poderes espirituales que en sí mismo residen. Sin la tentación el proceso evolutivo de la raza humana sería muy largo. Su acción obligada en la vida del hombre espiritual es una oportunidad infinita de redención.
No es tentado el hombre común, cuya existencia es de contemporización con el ambiente establecido, siempre de acuerdo con todo con tal que no se le arrebaten sus intereses materiales ni se le exijan demasiados esfuerzos. Sólo es realmente “tentado” aquel que ha visto un rastro de Luz dentro de sí y ha decidido seguir este
rastro hasta el fin. Esto quiere significar que la tentación, como proceso universal de purificación, opera por grados dentro del corazón humano y que a más profundidad de vida y a más riqueza de cualidades más intensidad de tentación y más profundas crisis corresponden.
Para los entendidos, para aquellos que han entreabierto algo más el velo de misterio de Isis, se trata en realidad del enfrentamiento del discípulo con aquella entidad que los esoteristas denominan el “Guardián del Umbral”. Se trata de un misterioso ser creado con la sustancia de nuestros bajos pensamientos e innobles
deseos generados a través del tiempo, desde el momento mismo de la individualización, en que por primera vez el hombre animal de las primitivas razas fue dotado del principio de la mente, hasta nuestros días. Es el terrible Guardián de los Misterios sagrados y ninguno de estos misterios puede serle revelado al hombre si no destruye antes esta misteriosa Entidad creada en nosotros y por nosotros con los burdos materiales de la ignorancia, la vileza y el egoísmo. Este
ser es por ley el centro y refugio de todo síntoma de mal planetario, de toda actividad de magia negra en el mundo, pues de la misma manera que todo ser humano tiene su propio Guardián del Umbral, su propio demonio tentador, existe asimismo a escala planetaria el Guardián del Umbral del mundo, creado y sostenido por la actividad de los guardianes del Umbral de los hombres, de las
razas y de las naciones y es centro, sede y receptáculo de todo sedimento de mal en el Planeta. Es definidamente aquel Centro oscuro de Poder maléfico al que me he referido siempre cuando en mis escritos he hablado concretamente de “Magia Negra”, del cual extraen su maligno poder todos aquellos que consciente o
inconscientemente practican el mal en este mundo.
¿Se han percatado Uds. ahora de la efectividad necesaria del propósito divino subyacente en el obligado proceso de tentación en el hombre superior? Es la única manera de desenmascarar al terrible Guardián y de destruir esta Hidra de mil cabezas de las pasiones humanas. Es, por otra parte, el único medio de invocar la fuerza redentora del Ángel de la Presencia, de nuestra Alma inmortal
que en estos períodos críticos en que todo, cielo y tierra, parecen habernos abandonado, surge triunfante la espada flamígera en alto para librarnos de la influencia del mal y llevarnos luego, confiados y seguros, por el camino del Bien y de la Bienaventuranza…

El misterio de la Paz

El discípulo, por el hecho de serlo, no goza de ningún privilegio especial, ni de ningún poder determinado para conjurar las crisis de su vida personal. Por el contrario, hay un proceso de “precipitación kármica”, invocado precisamente por las circunstancias específicas que concurren en su vida. Una vida sin tensiones  carece de resonancias espirituales, como las cuerdas de un arco deben estar muy tensas para poder disparar la flecha. En el caso del discípulo la flecha es el propósito espiritual, el arco su existencia personal, las crisis, son por analogía, la potente fuerza que origina la tensión de la cuerda. La mayoría de los aspirantes saben esto, pero una cosa es saber de este proceso desde un punto de vista teórico y otra es sentirse arrastrado por el potente torbellino de las fuerzas de
precipitación, que motivan las potentes crisis y tensiones.
Recordamos, que fue en la época más tensa de nuestra vida, cuando más agudos eran los problemas y más profundas las crisis, que ingresamos al Ashrama al que nos honramos pertenecer. Las primeras experiencias ashrámicas, llegaban por aquel entonces muy confusas y borrosas a nuestro cerebro físico, constantemente involucrado en dificultades de orden personal. El contacto con el
Maestro y las enseñanzas recibidas llegaban a nosotros como frutos de un “sueño". Más adelante, al ir afianzándonos en el centro de la vida personal, por efecto de la conciencia meditativa, pudimos precisar mejor las experiencias internas y saber con exactitud, las implicaciones del contacto con el Maestro, con el Ashrama y con nuestros hermanos de grupo. Este fenómeno de conciencia
ashrámica vino en forma paulatina, como expresión natural de un proceso de alineamiento e integración con nuestra conciencia interna, con nuestro Ángel Solar.
Señalar únicamente crisis de tensiones y problemas no sería justo. Las crisis profundas sin intervalos de sosiego, sin oasis de paz o de serenidad en la esterilidad o sequedad aparente de aquel desierto de tensiones, causarían la muerte física por aniquilación de los resortes de contención de aquella fuerza avasalladora, como la permanente tensión del arco, llegaría a destruir la cuerdapor desgaste. Esos intervalos de paz profunda, intercalados entre dos fases de
una intensísima crisis, crean el equilibrio en la vida del discípulo, impidiéndole que sucumba o que se inutilicen sus vehículos de expresión.
Tal como se halla escrito en uno de los Libros Sagrados de la Logia, ...“hay una paz que a toda comprensión trasciende, es la Paz de los Maestros, de AQUÉLLOS que moran en lo eterno”.
Una ligera brisa de esta paz, insuflada en el corazón del discípulo por la Voluntad del Maestro en momentos de dramática tensión crea las requeridas condiciones de serenidad mental y estabilidad emocional para poder soportar sin desfallecer, las más arduas pruebas y duras disciplinas de la vida personal. Es
muy frecuente así, el éxtasis de la contemplación en los momentos de soledad más profunda. Se trata de un silencio de paz entre dos sonidos de crisis. El resultado es “visión” y sus consecuencias inmediatas son el estímulo y la fuerza para seguir hollando el Sendero hacia la Meta.

La Paz es el poder dinámico que produce el equilibrio del Universo. Su expresión en el mundo universal del sonido, es la música de las esferas. La Paz, tal como la experimentan Aquellos que viven en lo eterno, es inconcebible para la mente humana. Es el propio impulso de la vida infinita del Logos Solar, expresada a través de todos Aquellos que pueden responder a la tremenda magnitud de su
propósito universal. Hablar de paz, respecto al hombre, es referimos a un proceso de expansión espiritual con pleno conocimiento, de causa. De ahí el énfasis que se presta en la enseñanza esotérica al espíritu de investigación y a la constante observación de los hechos que suceden a nuestro alrededor y por doquier. El proceso constante de investigación y la disciplina personal que a ella conduce, orientan las actividades del aspirante espiritual por las sagradas rutas del propósito interno y hacia el mundo de las causas originales. El propósito espiritual inteligentemente revelado allega paz, un aspecto sintónico con Aquel Centro de Paz, que es el Sol central, del que se origina la Vida del Universo.
Durante los primeros meses de nuestro ingreso en el Ashrama, tuvimos vislumbres de esta Paz inmensa, de la que el ser humano no tiene ordinariamente noción. En ciertos momentos de tensión, personal y cuando el proceso kármico de nuestra vida era más profundamente doloroso, sentíamos de improviso una oleada
de paz infinita dentro del corazón, que aislaba completamente de todas las inquietudes y dificultades. Esta Paz, no era siempre consecuencia de un contacto con nuestro Ángel Solar, con nuestro Yo superior, sino el fruto de la intervención compasiva del Maestro que unía momentáneamente nuestra conciencia a la suya,
liberándonos transitoriamente de problemas, mejor dicho, aislando nuestra mente de los mismos y ofreciéndonos una visión más profunda y sosegada de la vida.
Era como una fresca brisa en la reseca aridez del desierto, como un relámpago que iluminaba de improviso con su cegadora luz, aquellos momentos sombríos de soledad espiritual. Pero, estos momentos gozados con la fruición del sediento peregrino en el desierto ante el fresco manantial, nos dieron siempre la medida de
lo eterno, elevándonos por encima de nosotros mismos y haciéndonos conscientes de la relatividad de los problemas de nuestra existencia personal.
Aquella paz transmitida por la generosa atención del Maestro, no nos liberaba del karma personal, pero nos daba una visión certera de las condiciones que debían ser alteradas y nos ofrecía una visión de conjunto de las circunstancias que nos envolvían. Veíamos nuestros problemas como ajenos, los analizábamos desde
arriba y hacia adentro y no desde abajo y hacia afuera, que es donde habitualmente trata el hombre de resolver sus problemas y dificultades. De la misma manera que el estudio de un rayo de sol puede darnos una idea del sol, por cuanto sus cualidades se expresan a través de todos y cada uno de sus rayos, así
nosotros humildes aspirantes en el Sendero espiritual, reconstruíamos dentro de nosotros, por efecto de aquellos momentos solemnes de paz, la Paz infinita de lo eterno y escuchábamos dentro de nosotros algunos de los mágicos sonidos, que trasmiten al oído espiritual, las esferas en movimiento dentro y más allá del círculo-no-se-pasa de nuestro Universo.

Para el discípulo en entrenamiento espiritual, la Paz no es una meta, sino el resultado de seguir sin resistencia alguna el proceso infinito de expansión espiritual. No se va a la Paz por la voluntad de alcanzarla, sino cuando olvidados de todo empezamos a unirnos al mágico concierto de la Creación. La majestad del
propósito de la Vida implícita en la Voluntad de Dios, está
en proceso de expansión dentro de nosotros mismos. Dejando de ofrecerle resistencia a este propósito, la Paz que no es una meta ni un resultado, sino Causa, Ser y Vida, se adueña de nosotros, nos purifica el ánimo y nos llena de serenidad.
La Paz confiere visión correcta, estímulo incesante, cualidades y poderes indescriptibles. Sólo pueden utilizar tales facultades Aquellos que son Paz, que viven en Paz y pueden trasmitir Paz. Al referirme a la Paz que nos confería el Maestro con su divina intercesión, debemos decir que éramos conscientes de que
aquella Paz, no era tanto un fruto de nuestra elevación espiritual, como un testimonio vivo de la compasión del Maestro. El hecho que por su mediación viviéramos la paz, no implicaba la paz profunda de vida, nacida de la fusión o unión infinita con el principio de paz, sino un reflejo de la Paz del Maestro que a su
vez era un punto de confluencia de la Paz y del equilibrio de las esferas en movimiento.
Que esta paz, siquiera refleja, nos allegara visión y el desarrollo efímero de ciertas cualidades espirituales, como el poder de penetrar en la raíz de cualquier cosa o hecho, o de “oír la música de las esferas”, no implicaba que debíamos dejar de luchar contra nuestros problemas. Esto no sería justo kármicamente
hablando. Es cierto que puede existir un proceso de “Sustitución” mediante el cual el Maestro, Señor de Compasión infinita, puede cargar sobre Sí el peso kármico de la vida personal de un discípulo, pero sólo se utiliza esta circunstancia cuando hay un SERVICIO especial, ashrámico para el cual este discípulo está plenamente
capacitado, y exige de él una mente y un corazón muy equilibrados para poder llevarlo a cabo. Este proceso de Sustitución lo realizó Cristo hace dos mil años, en favor del gran discípulo que es la humanidad como un todo. Su intervención favoreció el gran impulso de vida que ha culminado después, con el transcurso de
los siglos, al actual acercamiento humano de estos desarrollos, técnicas, y descubrimientos de nuestros días, que aseveran el valor de sus infinitas palabras.
“Vosotros Haréis cosas más grandes que las que yo he realizado”. Los avances técnicos de estos finales de siglo son verdaderos milagros, prodigios inmensos considerados con la visión de las gentes que vivían en Palestina hace dos mil años.
¿Cómo adquirir la Paz? He aquí la pregunta inmediata de todo aspirante sincero. La expresión de una vida muy agitada, convulsionada por muchas crisis y problemas, con grandes dificultades sin cuento, de orden físico, psíquico y moral,
llevan la mente del investigador, del discípulo en probación, a profundas y penosas interrogantes acerca de los problemas capitales de su vida y a su falta de paz. Él se pregunta muy sinceramente si existe dentro de su corazón algún resquicio abierto a la Paz del Maestro, en Quien cree y en Quien confía, a pesar de no haber establecido todavía con Él algún consciente contacto.
El discípulo en probación y el aceptado, saben que existe esta Paz y saben también que esta Paz es una condición en la vida de la Naturaleza y no un simple estado de conciencia. Debido a ello, están persuadidos que esta Paz no se halla circunscrita a las circunstancias efímeras de la vida personal, que sus raíces son
más hondas que las que nutren la sustancia de una vida kármica determinada. El poder viene de más lejos, de más allá de todo cuanto la existencia personal ofrece con tantos y tan variados matices. De ahí la dificultad de establecer relación con
ella, de sentirse penetrados por ella. Los libros, aún los más sagrados no pueden dar una noción de la Paz, pueden hablar de ella como de una consecuencia natural de vivir correctamente y dar incluso ciertas definidas ideas de lo que implica vida correcta en lo que al ser humano se refiere. Pero, quede entendido que la Paz, no viene sólo con el conocimiento de que ella existe. Muchas personas
viven plenamente en paz, sin haber jamás argüido sobre ella y sin haber practicado ninguno de los corrientes ejercicios de yoga o de meditación. Se trata de un proceso de vida, no de un proceso de disciplina. Esto deberían saberlo todos los aspirantes espirituales y no dejarse impresionar por tratados de ocultismo o de ejercicios de perfección espiritual. El sólo discernir el valor de una cosa, debería bastarnos para saber de su utilidad pero, frecuentemente, cualquier
cosa que entra por nuestros ojos u oídos llega a nuestro corazón sin pasar por el tamiz de nuestro discernimiento. Esta facultad tan poco utilizada por el aspirante espiritual, es causa de muchos errores y extravíos, de pérdida de tiempo en relación con el eterno propósito de la vida.
Lo que al aspirante espiritual interesa verdaderamente frente al gran misterio de la Paz, que intuye pero que no es capaz todavía de vivir, es saber si existe algún sendero a su alcance para intentar abrir su corazón, su mente y su vida entera a las impresiones infinitas de la Paz universal.
Este pensamiento había asaeteado nuestro ánimo en muchas ocasiones, hasta que el Maestro nos dio un día en el Ashrama, una completa y para nosotros definitiva explicación.
La Paz, nos dijo, es la Vida, no un elemento de vida, una Resolución, no una simple formulación. Vosotros, -decía- formuláis constantemente preguntas acerca de la Paz y cómo obtenerla. Pero como la Paz sois vosotros, en la eternidad de vuestro origen, cada vez que formuláis una pregunta acerca de la Paz, veláis más bien que develáis esta Paz en vuestra vida. La Paz es un misterio
más grande que la propia creación del Universo, pues este Universo es una Creación y la Paz está infinitamente más allá y por encima de todas las creaciones. La Paz -nos iba diciendo el Maestro- es Causa y motivo de creación, es el Poder que promueve el Aliento Creador, y trasciende por tanto Manvántaras y Pralayas. En el ejercido del poder creador se halla el vehículo de la Paz. No
preguntéis por ella... ejercitadla!
Ahora, -continuaba diciendo- emplead la analogía. Vosotros sois una creación, un universo, y al propio tiempo sois como Krishna, aquel poder infinito que “con un sólo fragmento de sí mismo, llena la totalidad del Universo”. Lo esencial no es, pues Arjuna, el pequeño fragmento con el cual llenáis vuestra vida
de creaciones, incluyendo todos y cada uno de vuestros vehículos expresivos, sino vuestra infinita trascendencia que, como Dioses que sois, es Paz universal y Propósito de vida. Tal como decía Budha: “el verdadero Guerrero es aquel que vence sin luchar”. Dejad pues de luchar, dejad de atormentaros con interrogantes
acerca de la Paz del Gran Señor del Universo o del Misterio de sus infinitas creaciones, o modificaciones indescriptibles de su propósito, y os daréis cuenta en forma práctica que vosotros sois esencialmente Paz y que sólo precisáis dejar de pensar en ella, sutil lazo que de ella os aparta, para que ella se exprese en vosotros, colmando de bendiciones cuanto os rodea.
Así, os daréis cuenta del valor afirmativo de las palabras con que a veces os saludo o con que os hago sentir Mi presencia: “os doy mi Paz” o “La Paz sea con vosotros” fórmulas típicamente universales, repletas de poder mantrámico que sólo pueden ser pronunciadas por Aquellos en cuyo Corazón vive la Paz de lo eterno”.
Desde que el Maestro con su Verbo sencillo pero indescriptiblemente sabio, nos dio Su Mensaje y Su testimonio acerca de la Paz, dejamos de luchar por la Paz dentro de nosotros, y dejamos entonces que fuera ella la que nos buscase y
se consumara de esta manera, el testimonio de la Paz infinita del Universo.

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Asociación Vicente Beltrán Anglada 
del libro: La Jerarquía, Los Ángeles Solares y La Humanidad

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