DISCIPULADO No.10
ROMPIENDO EL VELO ESPIRITUAL
El trabajo mental del discípulo implica la ruptura de tres velos: el velo astral, también llamado velo del arco iris; el velo mental o velo del templo y el velo Celestial o Abismo. A los dos primeros nos hemos referido en anteriores líneas. Trataremos ahora lo concerniente al último.
El velo celestial es la frontera que separa la Unidad, representada por la Trinidad Suprema, expresada como Voluntad, Amor-Sabiduría y Actividad Inteligente, bellamente simbolizadas por tres distintas personas o dioses en las diferentes concepciones religiosas, y la dualidad, interpretada por el ser humano como expansión-contracción, luz-oscuridad, negativo-positivo o Mal y Bien. Esta cortina nos separa del Paraíso del que fuimos expulsados al probar la fruta del Árbol del Conocimiento de la Ciencia del Bien y del Mal. Hay un gigantesco abismo en este velo que franquea el paso del discípulo, el cual debe construir un puente que le permita superar la dualidad. En realidad se trata de salir de la ilusión de la separatividad, de la concepción sujeto-objeto. Más allá del Abismo se halla el Sujeto Único: la Divinidad. Muy pocos seres humanos han logrado traspasar esta frontera. Quienes lo han logrado, ciertamente se han convertido en la Divinidad misma.

Entonces surgió el Universo de los nombres y las formas (Adán puso un nombre a cada cosa). El lenguaje surgió de la necesidad de coordinar acciones entre los seres generados por la ilusión de la individualidad.Esto creó la noción de objetos. Aparecieron símbolos e imágenes mentales de los objetos. La distinción de objetos generó conceptos abstractos de ellos. Los conceptos generaron distinciones y éstas generaron el proceso de observación consciente.
Ese mundo que alumbramos incluye pensamiento abstracto de nuestro mundo interno, conceptos, creencias, imágenes mentales, intenciones y consciencia de sí.
De hecho, el ser confió en sus sentidos físicos de percepción al confundirse con la forma biológica individualizada en apariencia. Pero definitivamente nuestros cinco sentidos son extremadamente limitados para percibir la realidad. Solo perciben reflejos de vibraciones de la realidad misma que ni siquiera pueden ser captados por el observador en tiempo presente ya que las vibraciones, envueltas en la secuencialidad generada por la ilusión del espacio entre individualidades separadas, deben viajar de un supuesto objeto al sujeto. La luz, el sonido, las partículas, las radiaciones etc., tienen una velocidad determinada y, por grande que ésta sea, hace que las señales tarden un tiempo mientras llegan al observador. Entre mayor capacidad para percibir a la distancia tenga nuestro poder de percepción más distante es el pasado que percibimos. Al mirar el cielo de una noche estrellada estamos viendo lo que sucedió hace varios años, que es lo que demora la luz de las estrellas en llegar desde lejanos lugares del espacio a nuestra retina. Al mirar al Sol vemos lo que sucedió hace 8 minutos. Y nuestros limitados sentidos apenas si captan una pequeña gama de entre todas las infinitas vibraciones posibles. Y ha sido con estos pocos e imprecisos datos que hemos generado nuestra imagen del universo.
El discípulo debe aprender a distinguir entre lo ilusorio y lo real. Tal vez en primera instancia a darse cuenta de su muy limitada percepción de lo Real y de su incapacidad de acercarse a la realidad mediante observaciones sensoriales. Al igual que no podemos ver a simple vista la infinidad de conexiones entre todas nuestras células que hacen de nuestro organismo una unidad perfectamente sincrónica, nos es imposible ver con una mente ordinaria las infinitas conexiones entre todos los seres de la Creación. Más allá del Abismo, al romper el velo Celestial, el Iniciado comprenderá y sentirá que no hay sujeto ni objeto separados, ni mónadas individualizadas.
Es un buen ejercicio para el aspirante el tratar de ver siempre la expresión de la Divinidad a través de todo lo que existe, sintiendo en cada criatura la manifestación viviente de una de sus infinitas facetas y sintiendo, más allá de la dualidad, a cada ser aparentemente separado como una parte de sí mismo, conectado por invisibles hilos a toda la Creación.
Alipur Karim
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