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lunes, 25 de febrero de 2013

CAPÍTULO XXXIII DISCIPULADO - de Arthur Powell – El Cuerpo Mental



CAPÍTULO XXXIII 
DISCIPULADO 

El control, el entrenamiento y el desenvolvimiento del cuerpo mental (lo mismo que del 
astral), constituyen parte importante del trabajo de quienes aspiran a ser pupilos, o 
Chelas, de un Maestro y, más tarde, Iniciados de la Gran Fraternidad Blanca. 
Damos a continuación una tabla de los cuatro “requisitos” para entrar en el Sendero, que 
conduce a la Iniciación. Se notará que, prácticamente, todos ellos comprenden un 
elemento mental. 
Se han escrito volúmenes sobre estos requisitos; el espacio sólo nos permite una breve 
descripción de los mismos. Aunque no se espera que tales requisitos se llenen a la 
perfección, el candidato a la Iniciación, por lo menos, ha de poseerlos parcialmente. 
Nº Sánscrito Castellano
Viveka 
Vairagya 
Shatsampati 
1) Shama 
2) Dama
3) Uparati 
4) Titiksha 
5) Shraddha 
6) Samadhana 
Mumuksha 
Discriminación entre lo real y lo irreal; también se 
describe como apertura de las puertas de la mente. 
Indeferencia hacia lo irreal, lo transitorio y los frutos de 
la acción; desapego. 
Los seis atributos mentales: 
Dominio sobre el pensamiento 
Dominio sobre la acción 
Tolerancia 
Resistencia, aguante o paciencia 
Fe 
Equilibrio 
Deseo de liberación 
VIVEKA. El aspirante ha de aprender que la vida interior, la vida del y para el Ego, es 
la real. Ha de aprender, como el Obispo Leadbeater sucintamente lo expresa, que “pocas 
cosas importan mucho; muchas cosas no importan en absoluto”. No hay para qué decir 
que, esto no significa que los deberes y responsabilidades mundanas, una vez aceptados, 
puedan o deban descuidarse; por el contrario, el ocultista debe desempeñarlos aún más 
escrupulosa y cuidadosamente que los demás. Lo importante es el espíritu con que se 
cumplen; discernir cuales aspectos de los mismos son importantes, y cuales no los son. 
Esta “apertura de las puertas e a mente” o “conversión”, según se la llama, es, 
precisamente, a lo que se refiere la Biblia, al decir: “Pon tus afectos en las cosas de 
arriba y no en cosas de la tierra, . . . porque las cosas que se ven son temporarias; pero 
las cosas que no se ven son eternas.” 
Las circunstancias, rápidamente cambiantes, en que el discípulo se desenvuelve, 
estimulan en alto grado su capacidad de discernimiento, a fin de que comprenda la 
inestabilidad de todas las cosas externas. La vida del discípulo es, generalmente, de 
tempestades y tensiones, al objeto de que las cualidades y facultades se desarrollen 
rápidamente, y se perfeccionen lo más pronto posible. 

VAIRAGYA. Una vez se reconoce la inestabilidad y el carácter insatisfactorio de las 
cosas externas, sigue, naturalmente, la indiferencia hacia ellas. El aspirante llega a 
hacerse indiferente hacia las cosas que van y vienen, y fija, más y más, su atención en la 
realidad inmutable siempre presente. 
SHAMA. En el presente volumen, ya se ha hecho resaltar ampliamente la necesidad de 
dominar el pensamiento. El pupilo ha de poner orden en el caos de sus emociones y 
pensamientos; ha de eliminar la hueste de intereses menores y controlar sus vagabundos 
pensamientos. Mientras vive en el mundo, la dificultad de tal empresa se multiplica al 
infinito, debido a la incesante presión de perturbadoras olas de emoción y de 
pensamiento, que no le dan reposo ni oportunidad para concentrar sus energías y hacer 
un verdadero esfuerzo. El método, que la mayoría encuentra adecuado, es la práctica 
diaria y persistente de la concentración y de la meditación. 
El aspirante ha de proceder, con gran energía y perseverancia, a someter al rebelde 
mental al orden ya la disciplina; pues sabe que el creciente poder mental, que acompaña 
a su rápido desenvolvimiento puede resultar un peligro para sí mismo y para los demás, 
si esa fuerza no está completamente bajo control. Hay menos peligro en dar dinamita a 
un niño, para que juegue, que en poner los poderes creadores del pensamiento en manos 
del egoísta y del ambicioso. 
DAMA. Al control interior se ha de agregar el control de las acciones externas. A 
medida que la mente obedece al alma, la naturaleza inferior ha de obedecer a la mente. 
Se ha de eliminar toda falta de cuidado con respecto al aspecto inferior de la actividad 
humana. 
UPARATI. La sublime y trascendente virtud de la tolerancia significa la serena 
aceptación de cada hombre, de cada forma de existencia, tal cual es, sin exigir que sea 
algo diferente y más agradable para uno. El respeto a la individualidad de otros es una 
de las características del discípulo. 
TITIKSHA. La paciencia es la actitud de la mente que lo soporta, graciosamente, todo y 
no resiente nada; marcha directamente y sin desviarse hacia la meta. El aspirante sabe 
que nada le llega si no está de acuerdo con la ley, y que la leyes buena. Se ha de dar 
cuenta de que está pagando, en unas pocas cortas vidas, las obligaciones kármicas 
acumuladas en el pasado y, por lo tanto, los pagos han de ser fuertes. 
SHRADDHA. Las mismas luchas, en que el aspirante está envuelto desarrollan en él fe 
en su Maestro; a la vez que crean en él una fuerte; serena confianza, que nada puede 
destruir. 
SAMADHANA. El equilibrio aumenta, en cierta medida casi inconscientemente, 
mientras el aspirante se esfuerza en llenar los cinco atributos mencionados. El alma se 
desliga, gradualmente, de lo que la sujeta al mundo de los sentidos; los cuales pierden, 
muy pronto, el poder de perturbarla. También es necesario el equilibrio en medio de las 
dificultades mentales; equilibrio que se adquiere gracias a los rápidos cambios 
mencionados antes, debido a que, en gran parte, la vida del aspirante va guiada por su 
Maestro. 

MUMUKSHA. El profundo e intenso anhelo de liberación, el ansia del alma a unirse 
con lo divino, sigue una vez se cumplen los otros requisitos. Esto es el último detalle de 
la preparación para entrar en el discipulado. Una vez se ha afirmado definitivamente 
este anhelo, el alma que lo siente no puede apagar jamás su sed en las fuentes terrenas. 
Al llegar a este estado, el hombre está preparado para la Iniciación; es un Adhikari, 
preparado para “entrar en la corriente” que lo aleja para siempre de los intereses de la 
vida terrena, excepto para servir a su Maestro y ayudar la evolución de la humanidad. 
Este anhelo de las cosas del espíritu parece estar representado en la Masonería por la 
actitud del candidato, al “solicitar” humildemente ser admitido en los misterios y 
privilegios de la antigua Francmasonería. En esta actitud, como todo francmasón sabe, 
el énfasis está en que el impulso ha de venir del interior del candidato; nadie puede 
hollar el Sendero oculto por inspiración de otros. 
En el sistema budista, los nombres dados a dichas etapas son algo diferentes, aunque los 
requisitos, en sí, son los mismos. La nomenclatura pali es como sigue: 
1) Manodvaravajjana. Apertura de las puertas de la mente o, quizás escapar por las 
puertas de la mente. La convicción de lo transitorio e indigno de los anhelos meramente 
terrenos. 
2) Parikamma. Preparación para la acción. Hacer lo correcto por sí mismo, con 
completa indiferencia hacia el disfrute de los frutos de la acción. 
3) Upacharo. Atención o conducta. 
a) Samo. Quietud de pensamiento, resultante del control sobre la mente. 
 b) Damo. Subyugación. Dominio sobre las palabras y las acciones. 
c) Uparati. Eliminación del fanatismo o de la creencia en la necesidad de ceremonias. 
De consiguiente, independiente de pensamiento; tolerancia. 
d) Titikkha. Paciencia o indulgencia, incluyendo ausencia completa de resentimiento. 
e) Samadhana. Propósito, unidirección, implicando la imposibilidad de ser desviados 
por la tentación. 
f) Saddha. Fe, confianza en el Maestro y en uno mismo. 
4) Anuloma. Orden directo o sucesión, que significa lo que sigue naturalmente de los 
otros tres requisitos. Deseo intenso de liberación. 
5) Gotrabhu. La condición de preparado para la Iniciación. 
El estudiante se dará, fácilmente, cuenta de que estos requisitos proceden, 
necesariamente, de la conciencia egoica. Pues, si podemos contemplar la vida desde el 
mundo del Ego, la vemos en su verdadera perspectiva; es decir, con discernimiento. 
Como la conciencia egoica está desligada de los cuerpos inferiores, la ausencia de 
deseos es inevitable. Además, como la conducta será la del Ego mismo, y no la de los 
cuerpos, el control sobre la conducta sigue necesariamente. Además, como el mundo del 
Ego es el mundo de la unidad, del amor, en su sentido más amplio, la conciencia egoica 
implica Amor; palabra que se emplea, a veces, para designar, desde un punto de vista 
algo diferente, la última de las cuatro cualidades, Mumuksha, o ansia de liberación. 
Una vez que el hombre parece estar, razonablemente, cerca de la posesión de las 
cualidades necesarias, puede que un Maestro lo tome bajo probación. Esto quiere decir, 
que el hombre estará, por un tiempo, bajo estrecha observación. Durante el período de 
prueba, el pupilo no está, en sentido alguno, en comunicación directa con el Maestro, y 
no es probable que sepa nada acerca de ello. Tampoco se lo somete, por regla general, a 
pruebas o dificultades especiales. Simplemente, se observa con atención qué actitud 
asume en los pequeños incidentes de la vida cotidiana. 

Para facilitar la observación, el Maestro construye lo que se llama una “imagen 
viviente” del pupilo bajo probación; es decir, un duplicado exacto de los cuerpos 
etérico, astral, mental y causal del mismo. Esta imagen la guarda el Maestro en un lugar 
a su alcance, y la pone en relación magnética con el hombre mismo; de manera que cada 
modificación de pensamiento o sentimiento en los vehículos del mismo se reproducen, 
fielmente, en la imagen. 
El Maestro examina, diariamente, estas imágenes; de esta manera consigue, fácilmente, 
conocer exacta y perfectamente los pensamientos y sentimientos del candidato; lo cual 
le permite decidir el momento en que puede establecer relación más íntima de discípulo 
aceptado, de la cual nos ocuparemos luego. 
Este paso no implica, generalmente, mucha ceremonia. El Maestro emite unas pocas 
palabras de consejo; dice al nuevo discípulo que se espera de él; con frecuencia, en su 
graciosa manera, encuentra alguna razón de felicitar al discípulo por el trabajo que haya 
realizado. 
La imagen viviente, a que nos hemos referido, no sólo registra los defectos y 
perturbaciones, sino también todas las condiciones de la conciencia del discípulo. Se ha 
de recordar que éste ha de desarrollar, no sólo la bondad pasiva, sino también activa, 
como requisito para su progreso. 
Si el discípulo bajo probación realiza algo extraordinariamente bueno, el Maestro pone 
en él, de momento, algo más atención, y hasta puede que le envíe una corriente de 
fuerza para alentarlo, o que le encomiende algún trabajo, para ver cómo lo realiza. Sin 
embargo, por lo general, el Maestro delega todo esto en algún discípulo más avanzado. 
De manera que, el vínculo entre el discípulo y el Maestro es, en esta etapa, 
principalmente, de observación; aunque, alguna vez, lo utilice en algún trabajo. No es 
costumbre de los Adeptos utilizar pruebas especiales o sensacionales; ordinariamente, 
se deja que el discípulo siga el curso ordinario de su vida; la imagen viviente 
mencionada suministra indicaciones en cuanto a su carácter y progreso. 
Se dice que el período de probación es, por término medio, de siete años; pero puede 
alargarse indefinidamente o reducirse mucho. Se conocen casos en que ha durado treinta 
años, y otros en que ha sido reducido a unas pocas semanas. 
En el Sendero de Probación, la conciencia más elevada del hombre actúa en el plano 
mental superior. 
Una vez que el pupilo es "aceptado", entra en la conciencia de su Maestro, al punto que, 
cuanto ve y oye es conocido por éste. No es que el Maestro vea y oiga en el mismo 
momento; aunque, a veces, así ocurre, sino que está en la memoria del Maestro, 
exactamente como en la memoria del discípulo; de manera que el Maestro puede 
recordarlo cuando quiera. Cuando el discípulo siente o piense está, por lo tanto, dentro 
de los cuerpos astral y mental de su Maestro. 
Quiere decir que el Maestro mezcla el aura del discípulo con la propia, de manera que 
Sus fuerzas actúen constantemente sin atención especial de Su parte, a través del 
discípulo. No se ha de entender, sin embargo que se exige un mero canal inconsciente, 
sino, por el contrario, el pupilo ha de ser un inteligente cooperador del Maestro. 
En el caso infortunado de que en la mente del discípulo aparezca algún pensamiento 
indigno del Maestro, éste al sentirlo, erigirá en el acto una barrera para dejar fuera tal 
vibración. Esto, como es natural, distrae la atención del Maestro, por un momento, y 
demanda cierta cantidad de energía. 
La unión del discípulo con el Maestro, que se inicia al ser aceptado, es permanente, al 
punto que los vehículos superiores del discípulo vibran siempre en común con los del 
Maestro. Los del discípulo son, continuamente, afinados, de manera que se desarrollan, 
más y más, a semejanza de los del Maestro, como en todo tiempo los pensamientos del 
discípulo se relacionan con los del Maestro con la influencia de éste, su mente está, en 
medida considerable cerrada a influencias inferiores. No se espera, sin embargo, que el 
pupilo no piense más que en su Maestro; sólo se espera que la idea del Maestro esté 
siempre en el trasfondo de su mente; diríamos, a fácil alcance, especialmente cuando lo 
demandan las vicisitudes de la vida. Aunque la sanidad mental exige relajamiento 
razonable y cambio de pensamientos, el discípulo ha de ser, escrupulosamente, 
cuidadoso de que, ni por un momento, penetren en su mente ideas de las cuales se 
avergonzaría ante su Maestro. 
El proceso de sintonizarse con el Maestro se desarrolla lentamente. En realidad, se está 
moldeando un ser viviente; es esencial, por tanto, que en el lento crecimiento, desde el 
interior. la forma se adapte a la influencia externa; de manera parecida a como el 
jardinero dirige, gradualmente, las ramas de un árbol. 
Aunque el Maestro actúa sobre miles de personas, simultáneamente, además de realizar 
trabajo mucho más elevado, el efecto sobre el discípulo es el mismo, como si no pensara 
en nada más; por cuanto la atención que el Maestro puede prestar a uno, entre cientos, 
es mayor que la nuestra al concentrarnos, enteramente, en una solo. Con frecuencia, el 
Maestro encarga a alguno de sus discípulos más avanzados que ponga a tono los 
cuerpos inferiores del probacionista; no obstante, El mismo envía una corriente 
constante al discípulo. De esta manera, actúa el Maestro sobre el discípulo, sin que éste 
sepa, absolutamente fiada de lo que ocurre.. 
El discípulo aceptado viene a ser una avanzada de la conciencia del Maestro; de manera 
que, cuanto se haga en su presencia es como si se hiciera en presencia del Maestro. 
Aunque éste sea de momento inconsciente de tales ocurrencias, quedan, como se dijo 
antes, en Su memoria. Por tanto, las experiencias del discípulo están en conocimiento 
del Maestro; quien las recuerda tan pronto como dirige Su atención al asunto. Hasta los 
incidentes puramente físicos, tal como una sacudid-a o un ruido, sentidos en la 
conciencia del pupilo, van también a la conciencia del Maestro. Por lo tanto, el 
discípulo prudente evita toda clase de violencia y procura ser gentil y tranquilo. 
El discípulo está siempre unido al Maestro por una corriente constante de pensamiento e 
influencia; la cual se manifiesta en el plano mental como un rayo o corriente de luz 
brillante de todos los colores, violeta, oro y azul. 
Cuando el discípulo envía al Maestro un pensamiento de devoción, el efecto es la 
repentina intensificación de los colores de dicha corriente, y una mayor afluencia de 
fuerza espiritual del Maestro al discípulo. La razón de esto es que la fuerza del Maestro 
fluye siempre hacia afuera, y se difunde en todas direcciones, como la luz del sol. El 
contacto del pensamiento del discípulo vivifica la conexión con el Maestro y, 
simplemente, ensancha el canal, por el cual el amor del Maestro fluye. 
Es tan íntima la unión de la conciencia del discípulo con la del Maestro que el discípulo 
puede saber en cualquier momento lo que piensa el Maestro sobre un asunto dado; lo 
cual le evita muchas veces cometer errores. Este privilegio, sin embargo, no se ha de 
abusar; es un poder que sólo ha de utilizarse en cuestiones muy difíciles, no para que el 
discípulo se evite el trabajo de pensar o de decidir, por sí mismo, en cuestiones que él 
puede decidir por sí solo. 
De manera similar, en un plano superior, el Iniciado puede poner su pensamiento a la 
par del de la Fraternidad; puede sintonizarse con tan extraordinaria conciencia en la 
medida que sea capaz. El iniciado, similarmente, ha de procurar no introducir nada 
discordante en tan poderosa conciencia, la cual actúa como un todo. 
Podemos repetir aquí lo que se dijo en el Capítulo XI, o sea, que el Maestro puede en 
cualquier momento enviar una idea al pupilo, sea en forma de sugestión o mensaje; por 
ejemplo, mientras el discípulo escribe una carta o da una conferencia. En los principios, 
el discípulo es, con frecuencia inconsciente de esto; pero muy pronto aprende a 
reconocer las ideas del Maestro. En efecto, es muy necesario que así sea, porque hay 
muchas otras entidades, en los planos astral y mental, que hacen sugestiones similares, y 
es bueno que el discípulo aprenda a distinguir la procedencia. 
El uso del cuerpo del discípulo por el Maestro es algo muy diferente de lo que, 
ordinariamente, se entiende por mediumnidad. De esto ya se trató en otros libros de esta 
serie El Doble Etérico y El Cuerpo Astral, y se explicaron el mecanismo y las 
objeciones. Es claro que no hay objeción alguna en el uso del cuerpo del discípulo por 
un Maestro. La influencia de un Maestro es tan potente, que una persona sensitiva puede 
ser consciente de la presencia del mismo, al punto de ver Su rostro y oír Su voz. No es 
probable que se produzca cambio alguno, puramente físico, aunque tal cambio ocurre, 
frecuentemente, en la mediumnidad. 
En la relación entre Maestro y discípulo, no hay nada de coerción; jamás la 
individualidad del discípulo queda sumergida en la ola de poder del Maestro. La 
influencia de Este no es una fuerza hipnótica, procedente del exterior, sino una 
maravillosa iluminación, difícil de explicar, que procede del interior, irresistible, por 
cuanto se siente profundamente y está en perfecto acuerdo con las aspiraciones más 
elevadas del discípulo; viene a ser la auto-revelación de su propia naturaleza espiritual. 
Como el Maestro es, en plena medida, un canal de la Vida divina, la fuerza que fluye de 
El despierta a la actividad el germen de divinidad del discípulo. El proceso es, en cierto 
modo, análogo al de inducción eléctrica. A causa de la identidad de naturaleza en 
ambos, la influencia del Maestro estimula, en alto grado, las cualidades más nobles y 
elevadas del discípulo. El amor del Maestro por el discípulo se puede asemejar a la luz 
del sol, que abre el capullo del loto al aire de la mal1ana. Se puede decir, en verdad, que 
una sonrisa de Maestro hará surgir del corazón del discípulo una oleada de afecto, que 
requeriría meses de meditación escolástica sobre la virtud del amor. 
De lo anterior se comprenderá que, cualquier perturbación en los cuerpos inferiores del 
discípulo afectará, también, a los del Maestro. En caso de ocurrir tal perturbación, el 
Maestro tiende un velo, que separa al discípulo, al objeto de que no le entorpezca en Su 
propio trabajo. Tal desgraciado incidente no perdura, usualmente, más de cuarenta y 
ocho horas; aunque, en algunos casos, muy raros por cierto, perdure durante años y 
hasta por el resto de la encarnación. 
Casi toda la gente vulgar dirige sus fuerzas hacia adentro, y se convierte en una masa 
discordante de fuerzas auto-centradas. Quien aspira a convertirse en discípulo aceptado 
ha de aprender a dirigir sus fuerzas hacia afuera; ha de concentrar su atención y fuerza 
en otros, enviando pensamientos de ayuda y buenos deseos a sus semejantes. 
De esta manera, el discípulo y hasta el aspirante a discípulo, aprende a dedicar todos sus 
poderes y facultades al servicio de la humanidad. La medida en que la conciencia 
inferior participa del conocimiento de la superior, la determina, principalmente, la 
necesidad de la obra que el discípulo realiza. Aunque es necesario que éste utilice, 
plenamente, sus vehículos en los planos superiores, la transmisión de un conocimiento 
sobre la labor de tales planos, al cuerpo físico no tiene usualmente importancia. La 
tensión sobre el cuerpo físico, cuando la conciencia superior lo obliga a vibrar en 
respuesta, es muy grande, dado el estado actual de evolución; salvo que las 
circunstancias externas sean muy favorables, esta tensión puede causar perturbaciones 
nerviosas v sensibilidad excesiva con sus males consecuentes. Por tanto, la mayoría de 
aquellos cuyos vehículos superiores están desarrollados, y cuya obra más importante se 
realiza fuera del cuerpo físico, se mantienen alejados de los lugares de actividad 
humana, preservando así sus sensitivos cuerpos físicos del rudo ambiente y clamor de la 
vida ordinaria. Además, tan pronto como el discípulo muestra signos de facultad 
psíquica se le proporcionan instrucciones completas acerca las limitaciones con que 
debe usarlas. 
Brevemente explicadas, tales restricciones tienen el sentido de que las facultades no 
deben ser utilizadas para satisfacer mera curiosidad, para fines egoístas, ni para producir 
fenómenos. Es decir que las mismas consideraciones que gobiernan las acciones del 
hombre de rectos sentimientos en el plano físico, son igualmente aplicables a los planos 
astral y mental. El discípulo jamás, y bajo ninguna circunstancia, ha de utilizar su nuevo 
poder para obtener ventajas mundanas, ni para su propio provecho; no ha de hacer, 
tampoco, demostraciones en círculos espiritistas; es decir, no ha de hacer 
demostraciones físicas de poderes anormales. 
Fluye siempre a través del discípulo, aunque no sea consciente de ello, una suave 
radiación de la conciencia del Maestro. En ciertos momentos, el discípulo puede sentir 
una creciente afluencia de fuerza, aunque no sepa a donde va dirigida. Con un poco de 
atención, descubrirá cuál es esa dirección y así puede seguir la corriente con su 
conciencia y llegar a la persona a quien afecta. Sin embargo, el discípulo no puede 
dirigirla; él es un simple canal. Más tarde, sin embargo, puede recibir el encargo del 
Maestro de buscar a la persona para transmitirle la fuerza. A medida que aumenta la 
utilidad del discípulo, va asumiendo mayor parte de la obra, descargando así al Maestro 
de Su trabajo. 
Hay otra manera de obtener contacto constante con el Maestro. De la misma manera que 
las imágenes de personas, creadas por el hombre en el Devachán, están animadas por la 
vida de los Egos de tales personas, el Maestro llena, con Su presencia real, las formas 
mentales, creadas por Su discípulo; por medio de tal forma, se puede impartir verdadera 
inspiración y, algunas veces, instrucción. Un ejemplo de esto fue el de un Yogui hindú 
de la presidencia de Madrás, que afirmaba ser un discípulo del Maestro Morya. 
Habiéndose encontrado con su Maestro, físicamente, y llegado a ser discípulo del 
mismo, el Yogui declaró que no se había separado de El, porque, frecuentemente, se le 
aparecía y le instruía a través de un centro dentro de sí mismo. 
Hay, además, un estado de unión, todavía más íntima en el cual el discípulo viene a ser 
“hijo” del Maestro. El vínculo entonces es tal que no sólo la mente inferior sino también 
el Ego, en el cuerpo causal del discípulo, están envueltos en el del Maestro. En tales 
condiciones, éste ya no puede tender un velo, que separe al discípulo, al objeto de 
independizar la conciencia, ni siquiera por un momento. 
El discípulo aceptado tiene el derecho y el deber de bendecir en nombre del Maestro. 
Tal bendición producirá, seguramente, una gran afluencia del poder del Maestro. El 
“hijo” del Maestro puede dar la impresión íntima de la presencia real del Mismo; quien 
haya alcanzado tal grado de intimidad es, o será muy pronto, miembro de la Gran 
Fraternidad Blanca también, lo cual le confiere el poder de bendecir en nombre de la 
Fraternidad. 
En los Misterios Mayores celebrados, principalmente, en Eleusis, Se daba a los 
Iniciados el nombre de Epoptai, o sea, “aquellos cuyos ojos están abiertos”. El emblema 
de los mismos era el Toisón de Oro de Jason, símbolo del cuerpo mental. Se enseñaba al 
pupilo el efecto que producía, en el mundo celestial, un cierto modo de vivir, estudiar y 
aspirar en la tierra; se le enseñaba también, toda la historia de la evolución del mundo y 
del hombre, en sus aspectos más profundos. El pupilo recibía, además, enseñanzas 
acerca de las condiciones del plano mental, a la vez que, instrucción con respecto al 
desenvolvimiento del cuerpo mental como vehículo. Interesará a los francmasones saber 
que, la espiga de trigo se mostraba al aspirante, en Eleusis, como símbolo del misterio 
supremo; lo que probablemente se relaciona con el hecho de que con frecuencia, la 
espiga de trigo esta tallada en el trono del P. V. en la Logia masónica. 

Cuando el hombre llega a Iniciado, emana de todo su ser la influencia con la cual está 
sintonizado en los planos superiores. Aunque el efecto de tal influencia es pequeño en 
los sólidos, líquidos y gases del plano físico, la radiación del doble etérico y de los 
cuerpos astral y mental es patente; esta radiación la sienten, tanto los reinos de la 
naturaleza, como las personas en condiciones de responder. 
Se produce una gran expansión y desenvolvimiento del cuerpo mental al recibir la 
segunda iniciación; pero pasan, usualmente, algunos años antes de que estos efectos se 
manifiesten en el cerebro físico. Indudablemente, ello impone una gran tensión sobre el 
cerebro, pues éste no puede sintonizarse, instantáneamente, al tono requerido. 
El período después de la segunda iniciación es en muchos respectos, el más peligroso 
del Sendero. La causa del peligro está, casi en todos los casos, en el envanecimiento. 
Cuando el hombre alcanza un vislumbre de lo que será su intelecto en lo futuro, se ha de 
poner en guardia y sofocar toda traza de envanecimiento, de egoísmo y de prejuicio. 
Este punto es de peligro, en la vida del Iniciado, está indicado en el Evangelio por la 
tentación de Cristo en el desierto, después del bautismo por Juan. Los cuarenta días en 
el desierto simbolizan el período durante el cual se desenvuelve la expansión del cuerpo 
mental, en el cerebro físico; aunque para el candidato ordinario, los cuarenta días 
pueden muy bien representar cuarenta años, necesarios para tal realización. 
La facultad Ahamkara, o el "Yo-Creador", que se describe, generalmente, como Mana, 
orgullo, puesto ,que éste es la manifestación más sutil del yo (como distinto de otros), es 
la última barrera de separación que el Arhat destruye, antes de recibir la quinta 
iniciación y convertirse en Maestro o Asekha. Ahamkara nació con el alma; es la 
esencia de la individualidad, y persiste hasta que todo lo valioso en é], es asimilado por 
la Mónada; finalmente, es abandonado en el umbral de la liberación. 
En la supervivencia de los antiguos Misterios, conocida como Francmasonería, el 
Aprendiz corresponde a la etapa del aspirante bajo probación; se le exige la práctica de 
las tres cualidades de: discernimiento, ausencia de deseos, buena conducta o dominio 
sobre sí mismo (Viveka, Vairagya y Shatsampatti) . El discernimiento le dará poder 
mental; la ausencia de deseos, poder emocional, y el dominio sobre sí mismo, poder de 
la voluntad. 
El discernimiento permite al candidato pasar incólume por las regiones inferiores del 
mundo astral que, en la Co-masonería se representa por el primer viaje simbólico. La 
falta de deseos le permite pasar a través de los halagos del mundo astral superior, 
representado por el segundo viaje simbólico. La buena conducta lo habilita para 
dominar la parte más elevada del mundo astral, en los linderos del mundo celestial, 
representado en el tercer viaje simbólico. 
En el primer Grado de la Masonería, se hace hincapié en la necesidad de conquistar la 
naturaleza de deseos. El efecto general de este grado es reforzar, en cierta medida, el 
vínculo entre el Ego y la personalidad del candidato. El color dominante en este grado 
es el carmesí. El aprendiz en la Masonería corresponde al Subdiácono en la Iglesia 
cristiana. 
El período entre el primero y el segundo grado en Masonería tiene por objeto conquistar 
la peculiar ligazón de la mente inferior con los deseos, que conocemos como KamaManas. En el segundo grado, se pone ante el candidato la idea de la iluminación, con el 
objeto especial de indicarle la necesidad de desenvolver sus facultades intelectuales, 
artísticas y psíquicas, así como el dominio sobre la mente inferior. El efecto de este 
grado es un fortalecimiento más decidido del vínculo entre el Ego y la personalidad. En 
el segundo grado, se hace resaltar la necesidad del pleno control sobre la mente inferior. 
El color dominante en la Logia de segundo grado es el amarillo. El grado de Compañero 
en Masonería, corresponde al orden de Diácono en la iglesia cristiana, pues, así como el 
Compañero se prepara para el trabajo del M. M., el Diácono se prepara para la obra del 
Sacerdote. El período entre el segundo y tercer grado en Masonería tiene por objeto 
obtener algún dominio sobre la porción que podríamos llamar intermedia entre la mente 
inferior y lo que, cierta escuela de pensamiento, denomina la conciencia subconsciente. 
En el tercer grado, el trabajo se realiza principalmente en el plano mental superior. El 
color predominante es un tinte azul. El M. M. corresponde al Sacerdote en la iglesia. 
En el Primer Grado se estimula el aspecto Ida, o femenino, de la fuerza etérica; lo que 
facilita al hombre dominar la pasión y la emoción. 
La corriente Ida parte de la base de la columna vertebral, a la izquierda en el hombre ya 
la derecha en la mujer, y termina en la medula oblongata. Es de color carmesí. 
En el Segundo Grado se fortalece la fuerza Pingala, o masculina, facilitando así el 
control sobre la mente. Pingala arranca de la base de la columna vertebral, a la derecha 
en el hombre ya la izquierda en la mujer, terminando también en la médula oblongada. 
Es de color amarillo. 
En el Tercer Grado se despierta la energía central misma o Sushumná, abriendo el 
camino para la influencia del Espíritu puro desde lo alto. El color es azul intenso. 
El Aprendiz, como personalidad, ha de organizar su vida física para la acción más 
elevada; como Ego, ha de desarrollar la inteligencia activa en su cuerpo causal. Para 
esto ha de utilizar la voluntad; es decir, el poder de la Primera Persona de la Trinidad; el 
poder de Shiva (en términos hindúes), reflejado en su poder dirigido hacia fuera, o 
Shakti, Devi, Girija o Parvati, el cual da dominio sobre sí mismo, bendice el cuerpo 
físico y santifica los poderes del mismo. 
El Compañero, como personalidad, ha de organizar su vida emocional; como Ego, 
desarrolla amor intuicional en su cuerpo búdico. Esto lo hace por el poder de la Segunda 
Persona de la Trinidad, el amor que viene de Vishnu, por medio de Lakshmi, el cual 
satisface los deseos, enriquece la vida, santifica la prosperidad material y transmuta las 
pasiones del cuerpo astral. 
El M. M., como personalidad, organiza su vida mental; como Ego, fortalece su voluntad 
espiritual, Atma. Para conquistar la mente vacilante, ha de emplear el poder del 
pensamiento, Kriyahakti, la divina actividad de la Tercera Persona de la Trinidad, 
Brahma, reflejado por Saraswati, la patrona del saber y de ]a sabiduría práctica. 
Al mismo tiempo, el Aprendiz ha de aprender, también, a controlar sus emociones; el 
Compañero ha de dominar a su mente; y el M. M. se ha de desarrollar en planos 
superiores.


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