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jueves, 13 de septiembre de 2012

DISCIPULADO No. 7 ROMPIENDO EL VELO MENTAL


DISCIPULADO No. 7

ROMPIENDO EL VELO MENTAL



Recordando nuestro trabajo mental en el discipulado, tres velos han de ser corridos para hacer contacto con niveles superiores de consciencia: el velo astral, el velo mental y el velo espiritual. Ya hemos visto cómo la ruptura del velo astral implica el ser conscientes de cómo el pensamiento es modificado por la emoción  y el sentimiento y está asociado a individuales recuerdos arquetípicos mentales y emocionales que están actuando automáticamente en nosotros desde el momento mismo en que fueron implantados. Estos individuales arquetipos emocionales actúan como improntas que condicionan nuestro actuar, hablar, sentir y pensar y nos llevan al desarrollo de hábitos cuyo poder trasciende a la muerte. Los llevamos encarnación tras encarnación. Cuando los hábitos son dañinos para otros o para sí mismo se convierten en verdaderas anclas que impiden el progreso evolutivo y el desarrollo de la consciencia.

Cuando nos hacemos totalmente conscientes del pensamiento condicionado por la emoción y tratamos de corregir nuestras tendencias mediante la voluntad que conduce a la recta acción, entramos primeramente en el mundo del sentimiento o emoción cósmicos originales arquetípicos y posteriormente comenzamos a entrar realmente en el mundo del pensamiento puro. Para hacerlo realmente es necesario descorrer el velo mental generado por el pensamiento crítico destructivo, cuya fuente son los juicios, tras de los cuales se halla el egocentrismo que constantemente busca encontrar fallas en otros para hacer que el ser egóico se sienta superior a los demás. Igualmente, los pensamientos asociados a la maldad, propia de la naturaleza inferior que busca su propia obtención de satisfacciones egoístas sin importar si esto genera daño colateral, forman una espesa cortina que impide la percepción del pensamiento arquetípico puro. El sentimiento cósmico puro que es la fuente que nutre al verdadero místico y el pensamiento abstracto puro que es la fuente que nutre al verdadero meditador contemplativo constituyen verdaderamente dos grandes poderes del alma.  Estos dos no pueden ser percibidos en tanto no se purifiquen el pensamiento ordinario, el habla y la acción.

Purificar significa literalmente eliminar impurezas y aquí se refiere a las pesadas cargas de las emociones negativas, los pensamientos destructivos o distorsionados, los malos hábitos mentales y las acciones de maldad. Todo esto constituye un pesado fardo que hunde al ser en los niveles más densos de cada mundo y lo acercan más hacia la animalidad, en el sentido en el que solo buscará la satisfacción de emociones y fuerzas instintivas que le permiten la supervivencia. Aliviar la carga permite elevarse a los niveles superiores de cada mundo y contactar con la fuerza espiritual de alta vibración que por allí fluye y la cual a su vez constituye un escudo poderoso contra las vibraciones negativas de las impurezas.

El pensamiento se proyecta al habla y ésta a las acciones. Un hombre puede ocultar la naturaleza de sus pensamientos pero no la de sus palabras ni la de sus acciones. Estas dos cualidades del ser nos sirven para evaluar la calidad del pensamiento ordinario y el tamaño y fuerza del ego. Romper el velo mental implica abandonar por completo ese pensamiento ordinario, lo cual implica abandonar totalmente las vanas palabras y darle a éstas el verdadero sentido de su poder. Igualmente implica alejarse de las vanas y perversas acciones. Esto implica la liberación total del condicionamiento mental.

Un caminante del sendero puede lograr con eficiente persistencia la ruptura del velo mental. Para ello es fundamental que vigile el mecanismo del pensar. Se trata de pensar acerca del proceso mismo de su pensamiento. Es necesario darse cuenta de que el pensamiento ordinario divaga, saltando de una idea a otra, de una imagen a otra, siguiendo descontroladamente el mecanismo automático de asociación, como una mariposa que vuela de flor en flor. En este proceso recorre los archivos mentales de memoria, efectuando constantemente un proceso comparativo entre lo que percibe y lo que está guardado en los depósitos de la mente, allí donde está justamente todo el condicionamiento que es preciso dejar separado en el proceso del pensar. Igualmente, la mariposa mental va del pasado al futuro centrándose ordinariamente en lo que vivió, dándole especial y fuerte valor a la experiencia personal como si fuera la fuente de máxima sabiduría y no teniendo en cuenta que cada ser humano vive la experiencia desde su propia distorsión de la realidad. Y si no ha superado totalmente la conexión entre pensamiento y deseo, el cual es la más poderosa garra del ego, la mente volará al futuro, soñando despierta con la satisfacción de sus anhelos. El pensamiento ordinario se mueve constantemente en una línea del tiempo, hacia adelante y hacia atrás y rara vez se centra en el presente.




Es necesario, para entrar en el reino del pensamiento puro, enfocar la mente en el aquí y ahora, todo el tiempo, sin distracciones. Prueba de ello será que en las conversaciones, consigo mismo o con otros, la palabra se referirá al presente y evitará volar, a través de descontrolados mecanismos, hacia historias paralelas, hacia comentarios personales, a veces jocosos, que no vienen al caso, para resaltar la experiencia o el conocimiento de la experiencia de otros, todo lo cual no es más que un excelente truco del ego para mostrarse docto  o llamar la atención y en el peor de los casos para sabotear al interlocutor tratando de ganar protagonismo.. Este juego de la mente en el tiempo o secuencialidad remite constantemente al pensador a mecanismos racionales y le distancia por completo de la mente intuitiva, del mundo del pensamiento abstracto puro.

Romper el velo del pensamiento es impedir la interferencia del yo en el proceso y terminar con la divagación mental y la fluctuación. Es terminar también con la recurrencia a abrir archivos de memoria. El pensamiento puro no es el resultado de la memoria. Reducir el proceso mental a recordar es un completo desperdicio de energía y poder.

Cuando se logra entrar en el estado del pensamiento libre de emoción y sentimiento, la mente adquiere fuerza y poder telepático. Cuando se entra en el mundo del pensamiento  abstracto puro, se conecta con un mundo extraordinario de luz interior que le permite a la mente obrar sobre la realidad. El pensamiento puro reviste a la totalidad de la mente y la palabra corregida toma el lugar del pensamiento mariposa, lo cual conduce a acciones coherentes con el mundo interior. Si todas estas vestimentas del ser, a saber, acciones, palabras y pensamientos, son rectificados, las superiores cualidades del sentimiento cósmico y el intelecto arquetípico puro que conecta con la luz interior, pueden entonces ser manifestadas para iluminar no solo al ser que se purifica sino a todo lo que está a su alrededor, con un poder real y efectivo. Las inconsistencias e incoherencias en el pensar, sentir, hablar y actuar, solo mostrarán un proceso mental contaminado, propio de seres donde el ego gobierna,  que no ejerce un poder de transformación real ni tiene ningún poder consciente sobre la realidad. El único poder de una mente mariposa que lleva a un hablar vacilante y cambiante, a hablar por hablar, por llenar espacio de conversación y a un actuar desordenado, es el poder de atraer automáticamente el karma, que no es otra cosa que el desorden que el ser mismo ha generado.


Si bien la meditación es un excelente ejercicio para la observación de nuestro mecanismo del pensar y para el desapasionamiento de la mente, rompiendo la conexión entre pensamiento y emoción o sentimiento,  la actitud contemplativa, el observar simplemente lo que es sin que la memoria o la definición limitante intervengan, sin que la mente reaccione para estar o no de acuerdo con la realidad, es un ejercicio elevado que aquietará a la mente mariposa y la desconectará del vaivén temporal, es decir de ese ir y venir hacia el pasado y el futuro que nos alejan de la magia del eterno presente.

Si deseamos alcanzar la paz permanente, lo cual es el estado de perfecta dicha o felicidad, en ausencia de cualquier forma de sufrimiento, es necesario elevarnos al mundo del intelecto puro, lejos de toda forma primitiva u ordinaria de pensar. Hay que estar atentos, en estado de alerta permanente, en paz, para alejarnos de cualquier conexión del pensamiento con la emoción, con el pasado, con nuestra historia personal que no es otra que la historia del ego. También es necesario aclarar constantemente la mente en relación con lo que ocurrirá. Hay que apartar la mente de ello y esperar pacientemente y con sosiego la realización del único plan que existe que es el Plan del Creador. Si el pensamiento lleva a la ensoñación despierta movido automáticamente por los deseos del yo, hay que frenar este desperdicio de energía. Solo si se alcanza una plena fusión con el Creador se puede tener certeza del futuro; mientras tanto solo damos lugar a vanas especulaciones de la mente.

Constantemente debe el aspirante al despertar de la consciencia superior traer a su mente al presente, al aquí y ahora y aplicar su voluntad a la corrección de los vicios del  pensamiento, teniendo la claridad de que recordar no es vivir sino simplemente repetir una y otra vez la historia egoica del ilusorio yo y soñar con el futuro no es más que recrear el guión de una nueva novela en la que el yo cambia la escenografía y tal vez el personaje pero en el fondo sigue siendo el mismo actor. Estas dos cosas nos atrapan en la ilusión de la eternidad de esta personalidad, es decir en la trampa del yo, del ego.


El aspirante neófito puede sentirse aterrorizado cuando intenta permanecer en el presente pues si no recuerda su historiografía personal y no cede a la dulce ensoñación del mañana sentirá de repente que hay un gran vacío en el que seguramente puede dejar de existir. Hay que desterrar este temor ya que lo único que ocurrirá es que se comenzará a vivir realmente, lejos de la ilusión sensorial y del falso mundo creado por la mente que vive en el nivel del pensamiento ordinario. En ese vacío surgirá la luz de la sabiduría y se precipitará a la mente un verdadero raudal de conocimiento cósmico, pues la mente dejará de ser una vasija oscura y caótica para convertirse en una mente iluminada cuando el yo se diluya y se funda con el vasto océano Divino al igual que un río que ha llegado al mar.  Todo el karma acumulado cesará en ese preciso instante. Todo sufrimiento habrá dejado de ser en esa mente libre que ha roto el segundo velo.

Alipur Karim  



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