Libros electrónicos de estudios esotéricos

miércoles, 6 de marzo de 2013

DISCIPULADO No.10 ROMPIENDO EL VELO ESPIRITUAL


DISCIPULADO No.10
ROMPIENDO EL VELO ESPIRITUAL


 
El trabajo mental del discípulo implica la ruptura de tres velos: el velo astral, también llamado velo del arco iris; el velo mental o velo del templo y el velo Celestial o Abismo. A los dos primeros nos hemos referido en anteriores líneas. Trataremos ahora lo concerniente al último.
                                                                                                            
El velo celestial es la frontera que separa la Unidad, representada por la Trinidad Suprema, expresada como Voluntad, Amor-Sabiduría y Actividad Inteligente, bellamente simbolizadas por tres distintas personas o dioses en las diferentes concepciones religiosas, y la dualidad, interpretada por el ser humano como expansión-contracción, luz-oscuridad, negativo-positivo o Mal y Bien. Esta cortina nos separa del Paraíso del que fuimos expulsados al probar la fruta del Árbol del Conocimiento  de la Ciencia del Bien y del Mal. Hay un gigantesco abismo en este velo que franquea el paso del discípulo, el cual debe construir un puente que le permita superar la dualidad. En realidad se trata de salir de la ilusión de la separatividad, de la concepción sujeto-objeto. Más allá del Abismo se halla el Sujeto Único: la Divinidad. Muy pocos seres humanos han logrado traspasar esta frontera. Quienes lo han logrado, ciertamente se han convertido en la Divinidad misma.
                                                             
Harmonic Light Spiral VortexLa necesaria división entre sujeto conocedor y objeto conocido, creada al comer el fruto del Árbol del Conocimiento, constituyó la caída del Paraíso, símbolo de la Conciencia de Unidad. La Triada Divina se separó del resto de la manifestación por el Abismo. Fueron separadas las Aguas Superiores de las Inferiores según el texto simbólico del Génesis. El Pensamiento de la Divinidad fue separado, por este Abismo, de sus contenidos singularizados, dando la ilusión de la emergencia de entidades separadas. Este fue el proceso involutivo de individuación de las Mónadas o Espíritus Virginales. El Divino Pensamiento se transforma en Luz (“…Y Hubo Luz”). La Luz generó la consciencia del Yo. Los seres sensibles, dentro de la Mente de Dios, en una  Gran Ilusión se percibieron unos a otros como objetos o se pensaron a sí mismos como Yoes, asumiendo la subjetividad como propia. 

Entonces  surgió el Universo de los nombres y las formas (Adán puso un nombre a cada cosa). El lenguaje surgió de la necesidad de coordinar acciones entre los seres generados por la ilusión de la individualidad.Esto creó la noción de objetosAparecieron  símbolos e imágenes mentales de los objetos. La distinción de objetos generó conceptos abstractos de ellos. Los conceptos generaron distinciones y éstas generaron el proceso de observación consciente.

 El Observador apareció al distinguir entre observaciones, y la consciencia de sí como observación del que observa. El observador distinguió un mundo externo a él, cuya imagen podía compartir, pero no era un mundo real sino uno que alumbramos con los demás, al ponernos de acuerdo en definiciones de nuestras observaciones.


Ese mundo que alumbramos incluye pensamiento abstracto de nuestro mundo interno, conceptos, creencias, imágenes mentales, intenciones y consciencia de sí.
De hecho, el ser confió en sus sentidos físicos de percepción al confundirse con la forma biológica individualizada en apariencia. Pero definitivamente nuestros cinco sentidos son extremadamente limitados para percibir la realidad. Solo perciben reflejos de vibraciones de la realidad misma que ni siquiera pueden ser captados por el observador en tiempo presente ya que las vibraciones, envueltas en la secuencialidad generada por la ilusión del espacio entre individualidades separadas, deben viajar de un supuesto objeto al sujeto. La luz, el sonido, las partículas, las radiaciones etc., tienen una velocidad determinada y, por grande que ésta sea, hace que las señales tarden un tiempo mientras llegan al observador. Entre mayor capacidad para percibir a la distancia tenga nuestro poder de percepción más distante es el pasado que percibimos. Al mirar el cielo de una noche estrellada estamos viendo lo que sucedió hace varios años, que es lo que demora la luz de las estrellas en llegar desde lejanos lugares del espacio a nuestra retina. Al mirar al Sol vemos lo que sucedió hace 8 minutos. Y nuestros limitados sentidos apenas si captan una pequeña gama de entre todas las infinitas vibraciones posibles. Y ha sido con estos pocos e imprecisos datos que hemos generado nuestra imagen del universo.

El discípulo debe aprender a distinguir entre lo ilusorio y lo real. Tal vez en primera instancia a darse cuenta de su muy limitada percepción de lo Real y de su incapacidad de acercarse a la realidad mediante observaciones sensoriales. Al igual que no podemos ver a simple vista la infinidad de conexiones entre todas nuestras células que hacen de nuestro organismo una unidad perfectamente sincrónica, nos es imposible ver con una mente ordinaria las infinitas conexiones entre todos los seres de la Creación. Más allá del Abismo, al romper el velo Celestial, el Iniciado comprenderá y sentirá que no hay sujeto ni objeto separados, ni mónadas individualizadas.

 El mundo separado, diferenciado, el reino de los nombres y las formas, solo existe en la mente del que se cree el Observador. Al traspasar el Abismo, después de la llamada Noche obscura del Alma, el Iniciado experimentará la fusión con la Unidad y recobrará la Consciencia Real de que no hay ni mundo, ni Yo, ni Dios, ni nada adentro o afuera. Solo hay un Sujeto Único: la Divinidad. Esto solo será posible al retornar al Paraíso y comer del fruto del verdaderoConocimiento del Árbol de la Vida.

Es un buen ejercicio para el aspirante el tratar de ver siempre la expresión de la Divinidad a través de todo lo que existe, sintiendo en cada criatura la manifestación viviente de una de sus infinitas facetas y sintiendo, más allá de la dualidad, a cada ser aparentemente separado como una parte de sí mismo, conectado por invisibles hilos a toda la Creación.

Alipur Karim


* * *