AUTOANALIZÁNDONOS
PROFUNDAMENTE
Analizando
la evolución de la humanidad a través del esoterismo podemos afirmar que el
estado actual de la misma se ha alcanzado gracias a las leyes de Renacimiento y
de Consecuencia; analizándola desde el punto de vista de la misma humanidad
podríamos afirmar que ha sido gracias a la religión, al arte y a la ciencia;
pero analizándolo como individuo desarrollado psicológica y espiritualmente,
tendríamos que decir que también ha sido gracias al esfuerzo y a la persistencia
que cada uno hemos puesto en llevar a la práctica nuestra propia filosofía de
vida basada en todo lo anteriormente mencionado. Todas las religiones de razas
han tenido y tienen unas enseñanzas que han ayudado al hombre a desarrollar su
aspecto interno y esto se ha conseguido cuando se ha llevado a la práctica su
aspecto filosófico y psicológico. Todas las religiones han dejado grandes obras
literarias espirituales y otras enseñanzas ocultas (India, Tíbet u occidente
entre otros), otras escuelas han dejado escrito profundas filosofías o
“Misterios” (Grecia o Egipto) y entre todas ellas se creó una nueva enseñanza
basada en los símbolos, (astrología, magia, ocultismo, alquimia…) y todo con el
único fin de ayudar en la evolución de cada individuo.
El
hombre actual llegó a ser “humano” gracias a las Jerarquías Creadoras que, evolutivamente hablando, van por delante
nuestro y cumplen el “Plan de Dios”, pero a partir de hacerse autoconsciente en
la Época Atlante es el hombre mismo quien se hace responsable de su destino y
de su evolución, esforzándose y avanzando o no esforzándose y muriendo casi
como nació. Así es que siempre hemos necesitado ayuda, tanto antes de la
autoconsciencia como individuos humanos como después de la misma, y esa ayuda
siempre ha estado a disposición del que se ha querido esforzar por ser diferente.
Quien no progresa, se desarrolla y se diferencia más del grupo es porque no
quiere, no se esfuerza o no comprende la manera en que esas ayudas le pueden
servir. Son muy pocos los que se conforman con lo que tienen y con lo que son, incluso los deseos
de elevación temporales o los problemas y el descontento con las circunstancias
que nos rodean son suficientes para hacer que nos sacrifiquemos por ser diferentes
y actuar de otra manera. Estamos tan acomodados y satisfechos con lo que somos
y tenemos que no queremos esforzarnos en cambiar ni en saber quiénes somos y
qué potencial tenemos. Solo el hecho de esforzarnos en saber quiénes somos y el
desarrollo individual que podamos alcanzar (hacernos diferentes) nos puede
facilitar una serie de facultades y poderes que
ni siquiera imaginamos, pero para alcanzar esto, primero hay que
comprender lo que somos, las posibilidades y herramientas que tenemos a nuestro
alcance, y (muy importante) lo que no somos y creemos ser. Por consiguiente, el
hombre debe conocerse a sí mismo y para ello también debe autoanalizarse
profundamente.
Para
la mayoría de las personas es difícil admitir y creer que somos autómatas, que
no actuamos como un verdadero Yo, y que tenemos los suficientes medios para
comprenderlo y dejar de actuar como lo que no somos. En cada momento actuamos
de diferente forma (como diferentes yoes) según las influencias, circunstancias
o impactos externos. Respondemos y nos expresamos en pensamientos, deseos,
emociones, palabras y acciones según lo que nos llega, según lo que sentimos y
según las experiencias y lo guardado en la memoria y en el subconsciente. Sin
embargo y aunque creemos que somos nosotros como yoes los que actuamos, pocas
veces es así porque, en realidad, podríamos decir que las cosas suceden porque somos llevados de un
sitio para otro por los hilos de las circunstancias, de los diferentes
vehículos (cuerpos del Yo superior o Ego) y de la escala de valores que cada
uno de nosotros tenemos. Comprender esto es dar un primer paso para comenzar a
cambiar y a ser diferentes de la mayoría. Está claro, pues, que si no
comprendemos que somos autómatas o no queremos admitirlo, poco podremos cambiar
y moriremos más o menos con el mismo desarrollo que traíamos al nacer. Creemos
ser una individualidad porque nos identificamos con un nombre, por las
sensaciones que nos produce el cuerpo físico y por la educación, experiencias y
costumbres que hemos adquirido. Pero la realidad es que cada pensamiento,
sentimiento, deseo, palabra y acción son manifestados (generalmente) sin
voluntad ni consciencia, lo que nos viene a decir que son falsos yoes. ¿Y por
qué decimos que no actuamos como una individualidad o verdadero Yo? Pues porque
cada una de estas manifestaciones o
expresiones no parten desde un mismo centro
psíquico ni están coordinados por una misma voluntad y conciencia sino que
cada una de ellas surge de manera independiente dependiendo de las impresiones
y circunstancias externas.
Estas
expresiones automáticas o instintivas pueden tener relación entre ellas en un
momento dado pero también pueden estar cambiando constantemente sin que
nosotros lo impidamos, (por ejemplo la mente pensante, los deseos o las
emociones) porque no hay control ni, por consiguiente, orden ni sistema. Estas
expresiones, respuestas automáticas, etc., son pequeñas partes (yoes) de la
personalidad que tienen su ubicación y relación con el cerebro y con la mente
pero que no tienen que ver nada con el Ser representado como voluntad y consciencia; por tanto y
aunque pretendan representar a la individualidad o Ser no lo son. Comúnmente,
cuando decimos “yo” o “yo soy” creemos que lo estamos diciendo
como el verdadero Yo, Alma o Ego, sin darnos cuenta de que es la personalidad quien
está suplantado a la individualidad. Así, podemos afirmar, creer, ver, pensar o
desear algo según lo estamos percibiendo (un yo personal) y al rato podemos
cambiar de opinión y afirmar otra cosa porque otro yo personal nos “habla” más fuerte y más claro. Está
claro, pues, que para comenzar a cambiar hay que analizarse y hay que
desarrollar todo aquello que creemos ser (una individualidad con voluntad y
consciencia) además de comprender cuáles son los poderes o herramientas que
tenemos y cuáles faltan. Pero, como he dicho, lo primero es admitir que lo que
creemos ser no es el verdadero Yo o Ego y que tenemos que observar y analizar
lo que somos para poder convertirnos en lo que aún no somos.
El
primer paso en este sentido es actuar como consciencia, es decir, darnos cuenta de la actividad mental que
como personalidad tenemos; observar
atentamente cómo respondemos a través de los diferentes cuerpos (cuerpo mental,
emocional y físico); darnos cuenta de
que somos “algo” separado de todo eso; y observar
a la personalidad respecto a lo que hace, lo que sabe, dónde está, cómo
reacciona, etc. Esta es la manera de hacernos conscientes de nosotros mismos
(como un Yo superior) de separarnos de la personalidad y de conocernos a
nosotros mismos actuando siempre que podamos como consciencia. Cada uno de
nosotros hemos llegado a desarrollar las bases de cada personalidad antes y
después de la muerte pero es a partir de cada renacimiento cuando, en cada
vida, se forma el carácter y personalidad que confundimos con la individualidad.
Pero, lo mismo que cada personalidad es diferente en grado de desarrollo
físico, moral e intelectual, también la conciencia o Yo superior de cada uno es
de diferente grado como podemos ver en el hecho de que algunos se pueden hacer
conscientes de sus actos fácilmente, mientras que otros ni siquiera admiten esa
posibilidad.
Cuando
un aspirante a la vida superior desea llevar a la práctica estos conocimientos
tendrá o podrá alcanzar diferente grado de conciencia dependiendo del tiempo y
momentos que sea consciente al cabo del día y del alcance y profundidad de esos
momentos de conciencia. Por tanto, el autoanálisis que queremos explicar aquí
con la intención de ayudar al desarrollo de la individualidad, lleva a la
autoconsciencia de uno mismo y a conocerse y a observarse como consecuencia.
Debe quedar claro que el hecho de observar el mundo que nos rodea, de recordar
o de pensar, no significa “ser consciente” o autoconsciente, porque son
precisamente esos hechos los que, por lo general, crean la ilusión de ser
conscientes de nosotros cuando no es así. Yo puedo estar pintando uno de mis
cuadros concentradamente con el pensamiento de que estoy pintando y, sin
embargo no ser consciente de ello, es más, por la noche puedo verme en una
retrospección pintando dicho cuadro y tampoco ser consciente puesto que solo
estaría trabajando con la imaginación y la memoria. Sin embargo, si observo
atentamente mi mano mientras pinta, (sin pensar) y voluntaria y conscientemente
la dirijo y controlo como una herramienta que me pertenece como Yo, entonces me
hará autoconsciente de ese momento presente.
2º
La
humanidad ha pasado por varios estados de conciencia muy similares a los de los
reinos que nos siguen, actualmente se dice que evoluciona en dos estados
llamados de sueño y de vigilia, pero
que en un futuro desarrollará otros superiores entre los que se encuentra el de
la conciencia de sí mismo. Lo cierto
es que, aunque nos parezca difícil de creer, nuestro estado de conciencia de
vigilia es muy parecido al de sueño porque, como algunos dicen hoy, estamos
dormidos. ¿Por qué digo esto? Pues porque, como he dicho antes, no somos
conscientes de lo que somos y lo que hacemos como individualidad o verdadero
Yo. Pocas personas y pocas veces son conscientes de lo que ocurre en ellas o a
su alrededor salvo en ciertas situaciones notables por su originalidad,
emocionalidad, peligro o de silencio mental. Son precisamente estos esporádicos
momentos de consciencia los que quedan muy claros en la memoria, pero aunque
sean momentos de consciencia no tenemos control sobre ellos. Como podemos ver,
si queremos ser progresivamente más conscientes debemos eliminar de nosotros la
creencia de que nos conocemos y de que somos lo que creemos ser (hay que
superar la ignorancia) y analizarnos detalladamente para ver cómo funcionan las
partes de ese “todo” que llamamos personalidad.
El
hombre piensa, siente, tiene un aspecto instintivo interno que, entre otras
cosas, mueve el organismo, y tiene una función motriz relacionada con el cuerpo
físico. A nosotros nos interesan principalmente los aspectos del sentir (cuerpo de deseos o emocional) y
del pensar (cuerpo mental) ya que el
aspecto superior de estos cuerpos que desarrollaremos en el futuro, no son tan
influyentes como los otros. Nuestra manera de utilizar la mente (procesos
mentales, razón, imaginación, comparación, etc.) suele estar unida al
sentimiento, al deseo o a las emociones (vicios, alegría, miedo, odio, etc.) y
por eso tienen que ser comprendidas y observadas detenidamente como funciones
de sus correspondientes cuerpos que actúan principalmente en el estado de
conciencia de vigilia. Dejando a un lado el estado de conciencia de sueño por
ser un estado subjetivo y pasivo donde no hay orden ni control voluntario, nos
centraremos en el estado de conciencia de vigilia que es dónde actuamos, nos
expresamos y creemos ser conscientes.
Ya
hemos dicho que la humanidad ha pasado por unos estados de conciencia similares
a los que están pasando los reinos de la naturaleza que nos siguen, nuestro
anterior estado fue el de sueño con
ensueños y el anterior a este fue el de sueño.
Es decir, pasamos de vivir en una conciencia vegetal (sin imágenes) a otra
animal con imágenes en nuestro interior como ocurre en los sueños; de aquí que
se diga que la conciencia evoluciona y tiene grados. Pero desde que adquirimos
la mente y percibimos el mundo físico (fuera y no dentro de nosotros) creemos
que estamos en el estado de conciencia de “despierto”
como opuesto al de “dormido”, y
sin embargo no es así porque nos encontramos más bien en una etapa intermedia
entre sueño con ensueños y despierto. Lo mismo que en el pasado
percibimos y tomamos conciencia del mundo físico progresivamente hasta llegar
al estado de vigilia, también ahora estamos obteniendo el estado de conciencia
de “despierto” progresivamente para
que, cuando lo alcancemos seamos total y perfectamente objetivos; a partir de
entonces se desarrollará el superhombre futuro. Por este motivo nos influyen
todavía los sueños, estamos pasando de un estado subjetivo a otro futuro
objetivo sobre nuestro Ser, es decir, en el pasado no reconocíamos al Yo sino
que nos guiábamos por los muchos yoes (sobre todo del cuerpo emocional) y al
obtener la mente estamos empezando a tener vislumbres del Yo pero aún nos queda
mucho para que suplante a la personalidad. Ahora distinguimos entre nosotros
como personalidad y todo lo demás que nos rodea, pero no estamos lo
suficientemente despiertos como para distinguir y actuar como el verdadero Yo o
individualidad separada de sus cuerpos. De aquí que por tener una conciencia de
personalidad (dominada por los prejuicios, impactos, miedos, deseos,
sentimientos, pensamientos automáticos, instinto, imaginación, etc.) y no la
del Ego, digamos que estamos semidespiertos. Si estuviéramos despiertos no nos dejaríamos dominar por
todos esos aspectos de la personalidad y seriamos más objetivos en los asuntos
que llevan al desarrollo del Alma.
La
conciencia que estamos desarrollando progresivamente en la etapa actual de la
evolución se podría llamar consciencia de
sí y gracias a ella seremos
objetivos respecto a nosotros mismos en un futuro próximo, pero lo que separa
estos dos estados intermedios de la consciencia son los sueños, la imaginación,
el instinto, los sentidos y otros estados subjetivos de la conciencia. Pero el
hombre seguirá semidormido mientras
no se dé cuenta de que se encuentra en ese estado de inconsciencia de la realidad. Al igual que en el sueño no somos
capaces de distinguir los sueños de lo que actualmente llamamos “realidad”, tampoco la mayoría de las
personas distinguimos la diferencia entre la conciencia actual de
semidespiertos y el verdadero despertar
que nos permite ver la realidad. En el estado semidespierto podemos conocer la
realidad de una forma muy relativa, pero sólo cuando alcancemos la conciencia de sí podremos conocer la realidad
sobre nosotros mismos y para ello hay que empezar por observarnos, conocernos y
analizarnos profundamente. Sólo en la siguiente etapa evolutiva conoceremos la
realidad del mundo en que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro Ser. Para
alcanzar la autoconsciencia o conciencia de sí debemos poner en acción
la voluntad todo el tiempo posible y esto dependerá siempre del dominio propio,
es decir, del poder que tengamos, particularmente, sobre el cuerpo de deseos y
sobre la mente. Si nos preguntamos a nosotros mismos que si somos conscientes,
en ese momento diremos que sí porque la pregunta misma nos lleva a conciencia
de sí mismo, pero a continuación estaremos influenciados y dominados por los
hábitos, la imaginación, el instinto o por la mente que estará pensando sin control
por parte de la voluntad que es complementaria de la consciencia; mejor dicho,
volveremos a estar semidespiertos.
El
párrafo anterior nos lleva a comentar algo sobre las escuelas. La vida es una
escuela y en cada renacimiento aprendemos y elevamos la conciencia gracias a la
“programación” que traemos y que hemos asumido y aceptado antes de renacer pero,
como todo en la evolución y como los niños en el colegio, tiene que haber
medios por los cuales podamos acelerar el aprendizaje y desarrollar nuevos poderes.
Las religiones y escuelas actuales (metafísica, hinduismo, teosofía, autoayuda
y espiritualidad entre otras) pueden ayudar a dar un paso más hacia ese
despertar futuro pero hay otras que ayudan a desarrollar la conciencia de sí
mismo o del Yo superior. Las escuelas que en ocultismo llamamos iniciáticas
tienen métodos que no se pueden encontrar y no se pueden comprender con la
consciencia de semidespiertos y por
eso solo llegan a ella los que (porque está en su destino) se acercan o están
preparados para ampliar la conciencia gracias a sus enseñanzas. Estas escuelas
tienen un método por medio del cual y progresivamente los aspirantes reciben
una enseñanza individual que no sirve para todos ni se puede dar públicamente.
De aquí que, quien en su grado de desarrollo, se haya dado cuenta de que
necesitan algo nuevo y superior para continuar, necesite una escuela. Otra cosa
es que su voluntad se debilite o que no quieran esforzarse en seguir sus
métodos y enseñanzas y se marchen, o también, que una vez aprendido todo lo que
creen necesario decidan marcharse y poner en práctica esas enseñanzas toda su
vida. Pero, de cualquier forma, las escuelas de Misterios son y serán
necesarias para todos y estar en ellas requiere mucha paciencia, persistencia,
sacrificio, esfuerzo y voluntad.
Volviendo
de nuevo al estudio y análisis del hombre tenemos que decir que éste se divide
en dos partes: primera, la personalidad que ya hemos explicado y que es el
falso yo u hombre y, Segunda el Ego o
Alma que es el verdadero Yo superior o Ser. La personalidad está compuesta de
cuatro cuerpos que sirven como vehículos para el Ego, estos se pueden cambiar
pero también perjudicar. El Ego o Alma es la esencia de todas las experiencias
obtenidas con dichos vehículos y a lo largo de todos sus renacimientos como
humano. La personalidad está compuesta por todo lo aprendido consciente o
inconscientemente (educación, enseñanzas, experiencias, por imitación o
instinto, etc.) y ésta se puede manifestar mejor o peor dependiendo de la influencia
o poder que el Ego tenga sobre ella. Por tanto, cuando el Ego domina la personalidad ésta se interesa por lo que es
bueno para ella, pero cuando domina la personalidad, ésta se interesa por lo
que es malo para el Ego. La personalidad es imprescindible para el Ego porque
sin ella no habría evolución, por eso y partiendo de un equilibrio entre ambas
partes, es el Ego quien debe manifestarse cada vez más en la personalidad
gracias a que la personalidad trabaje a favor del Ego.
3º
El
Ego no es la mente ni sus otros cuerpos, ni siquiera vive en el tiempo pasado o
futuro, él vive en el presente mientras que la personalidad vive casi siempre
en su pasado o en su posible futuro. El hecho de creer que somos la mente y de
pensar que la naturaleza de deseos o emocional forma parte nuestra es lo que
hace fuerte a la personalidad. El Ego vive en el presente, en el ahora, y
cuando, como observadores, nos separamos de la mente estamos acercándonos a la
conciencia de despiertos y a la realidad;
entonces dejamos de preocuparnos y de pensar en lo que piensa la personalidad.
Por el contrario, cuando, basándonos en la personalidad, centramos la atención
en las cosas pasadas o imaginamos otras para el futuro, la personalidad goza
entre tantos hechos (problemas, goces, deseos de placer, sentimientos,
preocupaciónes, planes de futuro, etc.) y se hace fuerte no permitiendo que el
Ego esté presente. A la personalidad
no la gusta vivir en el presente porque teme (por miedo a su aniquilación) que
se produzca un vacío mental donde el Ego se haga consciente y la quite poder.
La personalidad no puede conocer directamente y se vale de juicios, opiniones o
etiquetas, pero el Ego sí puede conocer directamente y por eso hay que analizar
los cuerpos y sus expresiones para controlarlos y silenciarlos cuando haga
falta con tal de que haya consciencia en todo momento. Con la auto-observación
tomamos consciencia en el momento presente, con la observación de la mente
escapamos de sus garras y el hecho de darnos cuenta de que no somos conscientes
de la realidad nos facilita la consciencia de sí.
La estructura de los cuerpos, sus habilidades y sus
debilidades pertenecen al Ego, pero el desarrollo o contenido de cada cuerpo
pertenece a la personalidad. Y como la personalidad no es real y se complace y
goza en lo que contiene no quiere ser subordinada ni quiere conocer la realidad
de sí misma porque si así fuera desaparecería como tal, de aquí que sea tan
necesario conocerse a sí mismo. Desde la antigüedad, todas las verdaderas
escuelas han aconsejado a sus neófitos conocerse
a sí mismos pero no significa que
debamos conocer cuáles son nuestros gustos, deseos, inclinaciones o
aspiraciones, sino conocer de lo que estamos compuestos y cómo funciona cada
una de las partes. Por eso, la primera norma para adquirir la conciencia de sí
mismo es la auto-observación y análisis respecto a distinguir las diferentes
funciones y sus posibilidades y tendencias. Cuando comenzamos a observarnos a
nosotros mismos, nos damos cuenta rápidamente de que hay cosas agradables y
útiles y otras que son lo contrario,
pero también que cuanto más control tenemos sobre los aspectos negativos menos
pueden perjudicarnos. La imaginación es difícil de controlar y en cuanto nos
descuidamos nos lleva por caminos que no hemos elegido mientras nos observamos,
es más, cuando imaginamos algo que nos agrada terminamos viéndolo como verdad,
lo que nos lleva a estar tan dormidos
como cuando creemos que somos la mente o las emociones.
Otro error es
aceptar las emociones negativas como parte necesaria nuestra y de esto nos
damos cuenta cuando nos oponemos a ellas (ira, celos, envidia, desconfianza,
crítica, etc.) Estos aspectos personales, entre otros, como por ejemplo el
hecho de hablar constantemente, deben ser resistidos y neutralizados para
obtener poder sobre ellos. Por todos estos hechos decimos que somos autómatas y
que actuamos y nos expresamos sin consciencia y sin voluntad real, y es que, a
la mínima que dejamos de observar cómo funcionan y cómo se manifiestan nuestros
cuerpos volvemos a caer en el sueño de lo irreal. El mayor beneficio de la
auto-observación es descubrir de qué manera y hasta qué grado nos identificamos
con el mundo que nos rodea. El hombre se pasa casi toda su vida identificándose
con sus creencias, con sus deseos, con lo que siente, con lo que le atrae, con
lo que dice y con sus pensamientos; se ve tan atraído por todo ello que le
cuesta mucho aislarse como el yo individual que es. De hecho, esa es la causa
de sus respuestas y expresiones automáticas e instintivas, si el hombre dejara
de identificarse tanto con todos esos aspectos internos y externos no
expresaría tantas cosas absurdas e
inútiles.
A lo largo de la
evolución, el hombre ha ido progresando según su adaptación y esfuerzo al medio
donde han renacido y según la época. Esto ha dado pié a que se diferencie en
subgrados de conciencia de acuerdo al dominio que cada cuerpo tenga, así hemos
pasado por:
1º.- El hombre que se manifestaba físicamente
por instinto.
2º.- El que se manifestaba principalmente
según sus deseos, sentimientos y emociones sin apenas razonamiento.
3º.- El que se manifiesta más con la razón
sobre el instinto y el cuerpo de deseos (el nivel en que es posible encontrar
una escuela.
Los
futuros grados surgen todos a partir de una escuela que es cuando se comienza a
adquirir la conciencia de sí mismo,
es decir, cuando comprendemos nuestra posición real y cuando intentamos
desarrollar la voluntad y la conciencia del Yo superior. Naturalmente que la
conciencia se seguirá desarrollando en grados y subgrados hasta que alcance la
conciencia divina donde el Yo sea libre y haya desarrollado todos los poderes
que actualmente tiene latentes.
Esto
nos lleva a analizar más profundamente el tema de la identificación. El hombre
ha llegado a ser y a obtener esas gradaciones de conciencia gracias
(principalmente) a los impactos y sensaciones del mundo externo o físico, y
para demostrarlo sólo tendríamos que imaginar a una persona que desde que nace
se le pudiera aislar de toda clase de impresiones externas. Aunque este hecho
es imposible, podemos comprender que esa persona no podría responder o
expresarse de ninguna manera, sin embargo, está claro que en el esquema
evolutivo que Dios ha creado para el hombre entran en juego los diferentes
cuerpos receptores y transmisores. Esto es así hasta tal punto que esos cuerpos
evolucionan y son capaces de transmitir y recibir cada vez más elevadas
vibraciones de los mundos superiores. Por otro lado y como hemos dicho, esos
cuerpos tienen poder unos sobre otros, considerando el hombre más evolucionado
cuanto más poder tenga el cuerpo mental sobre los inferiores. Así es que,
actualmente, estamos (un gran número de humanos) en una fase intermedia entre
el dominio de la personalidad y el nacimiento de la conciencia de sí mismo que
nos llevará a ser más objetivos sobre el verdadero Ser. Está claro que estos
cuerpos se intercalan y pueden trabajar unos sobre otros pero los más avanzados
de la humanidad intentan controlarlos a través de la mente. Esto debe ser así
en la presente etapa porque tan malo puede ser actuar físicamente por instinto
que por los deseos o las emociones y, aun así, los más avanzados intentan
adquirir esta conciencia superior egóica que estamos llamando de sí mismo.
Algunas
de las condiciones que se deben dar para comenzar a adquirir esta conciencia y
para integrarse en la avanzadilla son:
1ª.- Comprender su situación o desarrollo
incluyendo sus tendencias, dificultades y posibilidades.
2ª.- Tener un intenso deseo de salir de la
monotonía y del automatismo actual.
3ª.- Tener aspiraciones elevadas.
4ª.- Tener un gran interés por lo nuevo y
desconocido que le pueda llevar al gran cambio de conciencia.
Evidentemente,
esto siempre será más fácil para el que tenga más tiempo y dedicación, para el
que tenga o pueda crear un buen ambiente a su alrededor, y para el que conecte
con una escuela y viva y respete sus normas. Estas condiciones ayudan a crear
la armonía y el equilibrio interno suficiente como para que su voluntad y su
con ciencia le muestren el camino a seguir. Otro aspecto importante a la hora
de hallar el camino de encontrase a sí mismo es la escala de valores que cada
uno tenga o, dicho de otro modo, el desarrollo propio de la personalidad como
conciencia. Cuando una persona está muy influenciada o dominada por la vida
misma, por su propia seguridad y salud, por los placeres, el materialismo, el
orgullo o complejo de superioridad, etc., le será muy difícil desidentificarse
de todo ello. Por el lado contrario, cuando sus ideas y aspiraciones son de un
orden superior y llegan por medio de escuelas, religiones avanzadas, ciencia o
filosofía, es mucho más fácil que se vean atraídos (a veces por medios sutiles
y comunes) por no decir dirigidos hacia la posibilidad de conocerse a sí mismo.
De aquí que los apegados a lo personal y que son indiferentes a la vida
superior no sean ni siquiera capaces de ver las oportunidades que le brinda el
destino. Al contrario, si no está muy apegado a lo terrenal y personal y llegan
a percibir algunas oportunidades, es muy posible que asimilen la enseñanza y la
hagan suya como una forma de vida.
Cuando
una persona capaz de percibir estas oportunidades de elevación personal es
capaz de crear y vivir como un nuevo cetro de conciencia, canaliza todo lo
personal y terrenal a través de sus nuevos aspectos en desarrollo como son el
amor, la fraternidad y el servicio altruista el prójimo. Cuando se dan estas
circunstancias en los aspirantes suelen encontrar una escuela o algo que les
lleve a la misma para que se unan por largo tiempo a ella. Claro está que si el
desarrollo personal es bajo se burlará y rechazará la escuela o, como mucho, se
unirá solo temporalmente, sin embargo, esta es una manera de mantener las
reglas de la escuela, porque si la escuela fuera vulgar, como otras muchas,
terminaría por disolverse. A una escuela solo llegan los que están preparados
para asumir y cumplir sus normas y para fomentar sus enseñanzas originales, si
los dirigentes permiten que todo esto cambie esa escuela o centro terminará
cerrando y, por tanto, imposibilitando la futura entrada de otras personas. Los
que persisten y cumplen los requisitos que llevan desde las primeras etapas
hasta la primera iniciación reciben la enseñanza directa e individualmente, y
sin embargo, si por ciertas circunstancias no pueden, no tienen porqué tener relación
con la escuela o centro físico. En estos casos, el nuevo centro de conciencia
creado por voluntad y esfuerzo individual a partir de descubrir la nueva vida
superior, va despareciendo progresivamente ocupando su lugar el aspecto místico
de la escuela a la que, por naturaleza espiritual le corresponde.
4º
Aunque a muchos les parezca una
tontería, hay cosas que solo se pueden aprender en una escuela y entre ellas
está la de los principios y normas de la misma que van unidas a la enseñanza
interna. Las enseñanzas de una escuela llevan al trabajo individual interno, al
trabajo de compañeros y para los demás, y al trabajo para la escuela que, de
alguna manera repercute sobre la humanidad. El trabajo individual debe servir
para el de grupo y el de grupo para la escuela pero esto solo se puede
conseguir mientras la escuela o centro esté dirigida por gente responsable que
cumpla y haga cumplir las normas y servicios o trabajos internos. Cuando esto
no se cumple, la escuela puede terminar siendo sede de enseñanzas vulgares,
fantasiosas, o de magia negra; es más, dichos dirigentes irresponsables pueden
terminar (como yo sé de algún caso) en el mundo de los contactados de
extraterrestres y de elegidos para difundir mensajes catastrofistas donde solo
se salvarán unos pocos. En estas escuelas suele haber unas líneas de trabajo y
desarrollo comunes para todas ellas, estas son:
1ª.- El estudio de la enseñanza, del lenguaje
y de sí mismo. En esta línea se trabaja en la observación de sí y debe
demostrar voluntad e iniciativa.
2ª.- El trabajo de compañero que debe llevar a
trabajar para ellos y para el prójimo. Se trabaja de cierta forma organizada
bajo la dirección de otros y normas de estudio, aquí no hay iniciativa y sí
disciplina.
3ª.- El trabajo para la escuela tras
comprender y practicar sus enseñanzas y principios. Hay que mostrar más
iniciativa pero bajo la auto-observación y sin tomar decisiones que contradigan
los principios y normas de la escuela.
Es
evidente que quien cumple con los estudios, trabajos y principios irá
despertando a una nueva conciencia de despierto.
Cuando
analizamos y observamos el cuerpo emocional
desde una posición de observadores (e incluso de pensadores) es cuando nos
damos cuenta de que la mayor parte del tiempo somos inconscientes de sus
reacciones y manifestaciones. Este cuerpo, tan importante y poderoso dentro de
la personalidad, está siempre buscando la manera de que nos identifiquemos con
él para así convertirse él en nosotros, de ahí que cuanto más inconsciente
seamos (estemos semidespiertos) más nos dejemos llevar por sus aspectos
negativos como son: Cólera, violencia, odio, enfado, impaciencia, depresión,
etc. Y por esta misma razón, quien no intenta despertar y hacerse consciente de
su Yo superior cada vez cae más presa del poder de este cuerpo y, por tanto,
sufre o hace sufrir como una cosa normal en su vida cotidiana. Cuántas veces
nos hemos sorprendido con alguien que creíamos conocer y que teníamos
conceptuado como una persona normal o incluso
buena y hemos comprobado que es muy negativa y autodestructiva. Nosotros mismos
nos podemos sorprender si nos autoanalizamos conscientemente, solo tenemos que
buscar alguna señal de irritación, infelicidad u otros aspectos similares.
Seguro que descubriremos que nos causa dolor y que cuanto más nos
identifiquemos con ese dolor más aumentará su fuerza. Es, por tanto,
obligatorio para todo aquel que quiera liberarse de estas emociones y aspectos
negativos del cuerpo de deseos, alumbrarlo con la luz de la consciencia o Ser
que no está identificado con el sentir ni con el pensar porque es el sí mismo. El simple hecho de observar
atentamente esos aspectos negativos ya hace que la identificación con ellos se
rompa y que comience a manifestarse la conciencia del verdadero Ego o Yo.
Todo aspirante
espiritual que haya profundizada un poco en la filosofía oculta sabe que,
además de controlar la mente, deberíamos tener un perfecto control sobre el
cuerpo de deseos o emocional. Este cuerpo, como todos los demás, se manifiesta
de forma positiva y negativa. Todo sabemos lo que son las emociones negativas o
los deseos negativos (celos, lujuria, etc.) y positivos (cariño, confianza
propia, superación, etc.) Las emociones negativas proceden del instinto y se
mezclan con los aspectos de imaginación e identificación, éstas pueden ser
transformadas hacia positivas. Las emociones que comúnmente llamamos agradables
(alegría, simpatía, etc.) pueden también transformarse en tristeza o antipatía;
sin embargo, las que pertenecen al lado más elevado del lado positivo son tan
difíciles de transformar como de adquirir (amor, fraternidad, servicio
desinteresado, etc.) La verdad es que las emociones negativas no nos ayudan en
nada y debería ser nuestro deber desarrollar su aspecto contrario y superior.
Cuando vivimos
identificados a estas emociones, sentimientos y deseos negativos porque no practicamos
la conciencia de sí en cada momento o ahora, son una carga para nosotros y
fastidian nuestra vida porque hacen que actuemos y nos expresamos,
generalmente, de forma automática. Para liberarnos de estas emociones debemos
dejar de identificarnos con ellas y con la mente independiente. Estas emociones
no son ni contienen nada útil para el desarrollo, más bien lo contrario, sin
embargo gozamos identificándonos con ellas; de ahí que se diga que nos hacen
sufrir y que debemos sacrificar el sufrimiento. Todos vivimos identificados con
ciertas emociones negativas pero algunos tienen tantas que si le les pudiera
quitar todas se verían casi impedidos para expresarse. En el fondo y en el
grado evolutivo que nos encontramos se deben considerar parte nuestra pero
también es verdad que tarde o temprano, antes de pertenecer o una vez en la
escuela, tenemos que empezar a transformarlas en positivas para desarrollar las
más elevadas vibraciones que este cuerpo pueda alcanzar.
Si de verdad
queremos liberarnos de las emociones negativas, de la intranquilidad, el
descontento, los juicios innecesarios, el pasado y el futuro, etc. (es decir,
de la inconsciencia en la que estamos la mayor parte del día) debemos iluminar
cada momento de nuestra vida con la consciencia y para ellos debemos
auto-observarnos y preguntarnos de vez en cuando ¿qué está pensando mi mente?
¿qué emociones o deseos tengo? ¿me dejo dominar por todo ello o actúo
conscientemente? ¿qué influencias externas intentan influenciarme o dominarme’
¿estoy siendo alterado por algún aspecto interno o externo y estoy respondiendo
automática e inconscientemente? Es en este estado de inconsciencia ordinaria
cuando normalmente somos dominados por la mente porque estamos identificados
con ella. Es fácil hacernos conscientes cuando en la soledad meditamos u
oramos, pero también es más fácil hacerse inconscientes cuando surgen problemas
ya que, la misma inquietud o preocupación nos suelen hacer inconscientes.
Como una
herramienta del Ego que es la mente, debemos utilizarla para discernir y
resolver los asuntos, pero repito, utilizarla
sin permitirla que actúe por su cuenta y hacerlo siendo conscientes de lo que
queremos pensar; este es el mejor indicador del nivel de consciencia que
tenemos. Las personas que a la mínima se alteran, se descontrolan, discuten,
etc. les ocurre esto porque son arrastradas por las circunstancias, personas,
pruebas y desafíos que no aprueba su personalidad inconsciente; cuando lo
analizamos voluntaria y conscientemente iluminamos el asunto con la consciencia
y lo vemos todo de forma diferente. Es bueno comenzar por ser conscientes en
momentos de paz para acostumbrarnos y después serlo ante las tensiones que nos
afectan. Cuando somos testigos de cómo funcionan, se expresan y responden
nuestros cuerpos (hablar, actuar, sentir, desear y pensar) es cuando nos damos
cuenta de lo equivocados que estamos en una gran mayoría de casos.
Como la
personalidad suele estar más que nada en el pasado, un poco menos en el futuro
y casi nada en el presente, suele manifestarse y intenta mostrar su poder con
todos sus aspectos que solo hacen que entorpecernos, por ejemplo, el miedo y la
ansiedad. El temor a lo que pueda traer el futuro crea miedo y éste crea
ansiedad, lo que no ocurriría si viviéramos en el presente (aquí y ahora) y,
por tanto, fuéramos nuestros propios
observadores recordándonos a nosotros mismos. En estos casos a quien
debemos observar conscientemente para no identificaros con ella es a la mente.
Es verdad que cuanto más nos identifiquemos con la mente más poder tiene la
personalidad para dirigir nuestra vida, y ella se vale de todos estos aspectos
obstructores para hacerse fuerte con el cuerpo de deseos. ¿Y esto por qué?
Porque tiene miedo a que podamos aniquilarla. El miedo a lo que nos pueda
pasar, al fracaso, a la pérdida material o económica, a la enfermedad, etc., es
lo que hace que la personalidad quiera
ser la que domine nuestra vida. Pero cuando dejamos de identificarnos
con la mente y nos hacemos sus observadores, esos asuntos dejan de tener
importancia y dejamos de identificarnos y de tener miedo. Cuando algo nos
preocupa y nos causa miedo nos ponemos (como personalidad) a la defensiva pero
si nos preguntáramos ¿qué estoy defendiendo y por qué hago esto? nos daríamos
cuenta de que estamos defendiendo esos aspectos negativos de la personalidad.
5º
Solemos decir que
todo el mundo tiene problemas y es cierto, pero también lo es que la mayoría de
ellos los crea la mente porque así adquiere más identidad. Cuando ante una
circunstancia, se permite a la mente dar vueltas y vueltas sin tener
posibilidad o verdadera intención de hacer algo respecto a cada momento
presente, ésta lo convierte en un problema que nos puede causar preocupación,
miedo, ansiedad, etc. En realidad y en la mayoría de los casos no hay problemas
sino circunstancias que creamos, que nos crean o que están puestas por el
destino y que, o bien tenemos que afrontarlas o bien dejarlas hasta que podamos
tratarlas de alguna manera diferente. Mientras ocurre todo esto solemos estar
en el pasado o en el futuro pero si nos pusiéramos en el presente, en el aquí y
ahora, como observadores de la mente, comprobaríamos que los problemas
desaparecen. Entonces, ante una circunstancia que tiene que ser afrontada o
aceptada ¿por qué hacer de ella un problema?
Cuantas más vueltas
demos a las cosas más problemas, preocupaciones, miedos, etc. nos creamos, y
cuanto más sea así más nos identificamos con esos problemas y con la mente ¿Resultado?
una vida de sufrimiento por no tener la consciencia
de sí para recodarnos a nosotros mismos en cada momento; esto es, por no
estar en el presente aquí y ahora.
Por consiguiente ¿no deberíamos luchar con la costumbre de dejar a la mente
pensando en el pasado y en el futuro para que se desarrolle la conciencia de
sí? ¿No deberíamos observar más a la mente y situarla en cada momento y
situación presente con consciencia y voluntad? Así debe ser porque desde el
momento en que nos ponemos como observadores de la mente obtenemos poder sobre
ella y nos mostramos como lo que somos, un Yo superior. A partir de ese momento
solo deberíamos observar a nuestros pensamientos y emociones para ver cómo
reaccionan ante los impactos, circunstancias y sensaciones pero sin juzgar ni
entrar en ello como de costumbre ya que entonces lo convertiríamos en un
problema.
El futuro de la
humanidad pasa por alcanzar la consciencia
de sí mismo, es decir, actuar recordándose a sí mismo continuamente o
actuar con consciencia y voluntad en cada aquí y ahora. Pero mientras llega ese
día, la personalidad seguirá intentando imponer su “voluntad” ante el Ego y
ante las personalidades con las que convive en su presente renacimiento. Podríamos definir a la personalidad como el
cuerpo de deseos y mente que dirigen nuestras vidas porque no las observamos ni
los controlamos con consciencia y voluntad, o sea, como testigos. Es
difícil dominar a la personalidad en sus expresiones negativas a través de la
mente porque ésta es parte de la personalidad. Es la mente quien (con la
colaboración de los sentimientos, deseos y emociones) basándose en lo conocido
del pasado y en sus proyectos de futuro no deja de dar vueltas y de hacer
proyectos (inconscientemente por parte nuestra como Egos) según las
circunstancias, situaciones, problemas, impactos externos y aspectos internos.
Así, un problema sin observar y analizar consciente y voluntariamente nos puede
quitar el sueño, nos puede obsesionar e incluso crear una enfermedad; de ahí
que podemos decir que las cosas “malas” que normalmente nos suceden en la vida
es por culpa de la inconsciencia o falta de consciencia de sí.
Esto es
demostrable, cuando una preocupación atrae totalmente la atención de la mente
(con sus correspondientes sentimientos dominantes) está actuando la
personalidad, pero en el momento en que observamos a la mente sin entrar en
juicios, esa preocupación desaparece porque con la voluntad silenciamos la
mente haciéndonos así conscientes del control de nuestros cuerpos. Esto no
significa que debamos estar silenciando a la mente constantemente, significa
que debemos ser conscientes de lo que
hacen y expresan nuestros cuerpos para así expresar lo que, como Egos,
creemos que es lo mejor. Pongamos algún ejemplo: Hemos tenido algún problema
con alguien, y en ese momento y como personalidad hemos ofendido al otro,
resultando que, en un momento dado, la mente está dando vueltas al asunto
haciendo juicios o injuriando a la otra persona. Si en ese momento observamos
esos pensamientos frenaremos a la mente y los malos deseos o sentimientos
dejarán de existir; por tanto, ha sido ese momento de consciencia de sí mismo
el que, como observadores nos ha hecho ver una mala acción de la personalidad.
Esta auto-observación tiene por tanto, la gran ventaja de facilitarnos el poder de evitar hacer el mal desde cualquiera de
nuestros cuerpos y de hacer el bien desde la consciencia de sí mismo.
Tampoco podemos
culpar a la personalidad de nuestros males porque la personalidad es el
resultado de un sinfín de renacimientos, de los cuales (como Egos) hemos ido
extrayendo lo mejor de cada vida. Por otro lado, la personalidad se ve separada
del resto que la rodea en un mundo que es un reto para lo que ella desea ser y
alcanzar; de ahí la suspicacia, la avaricia, la envidia y otros muchos aspectos
negativos que ella tiene para “sobrevivir”. Esta es también la causa de los
malos entendidos incluso en las relaciones íntimas y a nivel de razas,
políticas, ideales, etc. Esto, aunque sea a largo plazo, se irá superando según
la humanidad vaya adquiriendo la conciencia de sí mismo, porque sólo, desde la
observación de la personalidad y la auto-consciencia se superará todo lo
negativo de la personalidad para que pueda ser expresada la conciencia del Ego.
Pero también podríamos decir que este conocimiento es como un arma de doble
filo ya que, aunque la consciencia de sí facilita la expresión positiva de los
cuerpos, la voluntad es débil, y eso crea una lucha en las personas de buena
voluntad. Aclarémoslo, una persona quiere vencer un mal hábito, cuando, como
observador, se hace consciente de sí mismo ve que el deseo le domina, lo que da
pie a la lucha entre la consciencia que ve el mal hábito y sabe que la
perjudica y la voluntad que aunque está bajo la dirección de la consciencia se
debilita ante dicho mal hábito del cuerpo de deseos.
Esto nos lleva a
aquella frase famosa de que “a mayor conocimiento mayor responsabilidad”, lo
que significa que el mal que cometemos siendo auto-conscientes es más grave que
cuando somos inconscientes desde el puno de vista del karma. Volviendo a lo que
decíamos unas líneas atrás, resulta que cuanto menos observadores y
auto-conscientes de nuestros cuerpos seamos, más problemas nos creamos y más
difícil y amargada es nuestra vida; y lo peor de todo es que parece que
disfrutamos amargando nuestra existencia. Es muy común en España oír que dos
personas no discuten si una no quiere, y es cierto, pero en la práctica no se
suele conseguir si no se está en la consciencia de sí y se controla la mente.
Nadie nos puede implicar en una discusión si no nos identificamos con la mente
y si nos hacemos conscientes de la situación, al contrario, la consciencia nos
ayudará a ver el aspecto positivo de la situación y a poner paz.
Esta debería ser la
regla para vivir en paz y en armonía con el entorno porque nadie que actúe como
una unidad de conciencia puede crear o entrar en los asuntos de la personalidad
si no quiere. La única forma de eliminar el poder que el pensamiento ejerce
sobre nosotros por medio de la actividad mental es escuchando como testigo y siendo un consciente observador del mismo.
Entonces podemos decir: “la mente estaba pensando tal y cual cosa y sin darme
cuenta estaba creando malos deseos, sentimientos y pensamientos”. Así se
manifiesta esa sensación de “Yo soy” cuyo origen está más allá de la mente. La
quietud mental y la paz interior surgen cuando creamos ese espacio vacío o
discontinuidad de pensamientos que, a su vez, dan pie a la manifestación del
Ser interno. A la vez que con esta práctica dejamos de identificarnos con la
personalidad, nos vamos haciendo más conscientes de lo que hacen nuestros
cuerpos y nos sentimos más despiertos y más atentos a cuando nos rodea por
medio de ese “estar presente en cada aquí
y ahora.” Este es el camino para obtener la total consciencia como
“despiertos” en la etapa actual.
Francisco
Nieto
* *
No hay comentarios:
Publicar un comentario