BUSCANDO LA VIDA INTERIOR
Son pocas las personas que, particularmente en occidente, se paran a
pensar en quiénes son, qué es la voluntad, qué poder tiene ésta respecto a los
deseos y sentimientos, o quién es ese yo que tiene el poder de utilizar la
voluntad según su libre albedrío. Podríamos decir que son pocos los que se
llegan a analizar y a conocer lo suficiente como para cambiar de actitud pensando
más en su desarrollo espiritual que en el material. Otra cosa muy diferente
sería si esas personas fueran conscientes de que son un Yo o Alma en evolución
que en cada vida utiliza una serie de cuerpos para obtener conocimientos,
desarrollar la mente y la voluntad y, en definitiva, para desarrollar los
poderes latentes que tiene como Espíritu creado por Dios. El simple hecho de
tener presente estos conocimientos en cada momento del día, ya cambiaría mucho
su carácter y su personalidad, lo que, por medio de la Ley de Consecuencia,
cambiaría su destino.
Existen dos aspectos importantes en el ser humano de los cuales
deberíamos ser conscientes todos, estos son:
1º.- Que desde el punto de vista del Ser o de la Conciencia somos
independientes del cuerpo físico como así lo demuestra la filosofía oculta y la
física cuántica actual.
2º.- Que aun siendo un Espíritu creado y diferenciado temporalmente
“de” y “por“ Dios, somos uno con la vida universal y por tanto con toda vida
manifestada o inmanifestada en la forma.
Este conocimiento le tiene cualquier persona que esté relacionada con
el ocultismo o la filosofía oculta, pero como este artículo lo escribo para mis
blog donde puede entrar cualquier persona, explicaré un poco el significado de
los dos aspectos mencionados para que lo puedan comprender quienes son noveles
en estas enseñanzas.
Primer aspecto: La ciencia, y más concretamente la
neurociencia y la física cuántica, afirman y corroboran lo que lleva diciendo
desde hace siglos la filosofía oculta de que no somos el cuerpo físico puesto
que:
a) Lo que percibimos a través de los
sentidos, llega en forma de impulsos eléctricos al cerebro; siendo éste de la
misma materia atómica que el resto del cuerpo.
b) En el cerebro se forma la imagen de
lo percibido pero nosotros no podemos ser el cerebro puesto que si lo fuéramos,
al ser el cerebro de igual materia que el resto del cuerpo, percibiríamos con
todo el cuerpo.
c) Es la mente quien refleja la imagen
formada en el cerebro, pero, como todos sabemos, la mente no es física como
tampoco lo son los deseos, los sentimientos, los pensamientos y la voluntad.
d) La única manera de definirnos, como
Alma enfocada sobre sus cuerpos y sobre el mundo físico, es que, como seres,
nos manifestamos como Voluntad, como Conciencia y en forma de intuición y, por
tanto, al estar incluso por encima de la mente (prueba de ello es que la
dominamos) no somos el cerebro ni el cuerpo físico.
Segundo aspecto: Si todo en el universo es vida, se mueve y
evoluciona, nosotros, como Espíritus, no podemos estar fuera de ese Esquema de
manifestación, por tanto, aunque ahora estemos manifestados temporal e
independientemente en un cuerpo físico, formamos parte de esa Vida Universal
(de Dios) con la única diferencia de que la propia evolución de cada Alma hace
que pensemos que somos individuos con una conciencia propia separada de la de
todo cuando nos rodea.
Así es que, el ser humano está
evolucionando como una vida independiente que ha obtenido la autoconciencia
gracias a las miríadas de formas que ha utilizado hasta conseguir autoconocerse
como individuo con conciencia propia. Pero lo mismo que nosotros estamos
evolucionando con un estado superior de conciencia que los animales y éstos en
un grado superior a la vida que anima el reino vegetal; también hay vidas
independientes que se manifiestan en formas superiores a nuestros cuerpos
físicos y que su conciencia es, evolutivamente hablando, muy superior a la
nuestra. Sin embargo, hay que dejar claro que es la evolución de la vida a
través de la forma, la que desarrolla la conciencia. Por eso, el hombre siempre
ha tenido la necesidad de saber quién es y porqué está en este mundo, pero son
pocos los que saben que para conocer el universo externo deben primero conocer
el interno. El mundo externo nos ayudó a obtener la autoconciencia como están a
punto de alcanzarla muchos animales domésticos actuales, pero una vez obtenida,
el hombre debe conocerse a sí mismo para encontrar las respuestas que tanto
busca. Por tal motivo, uno de los objetivos a alcanzar cuando antes es
reconocer al Yo y actuar conscientemente como tal.
Para saber quiénes somos debemos
analizar nuestra propia naturaleza y así darnos cuenta de que hemos pasado por
diferentes etapas que nos relacionan con los reinos que nos siguen. Tenemos un
cuerpo físico, (compuesto de materia como el mineral) el cual estamos
perfeccionando desde hace millones de años a través del renacimiento; de
hecho, hubo un tiempo en que tuvimos una
conciencia interna como ellos (inconsciencia) similar a un sueño muy profundo.
También tenemos una vida individual (como el vegetal) que mantiene vivo el
cuerpo físico durante cierta cantidad de años para que obtengamos conocimiento
de este mundo por medio de las experiencias y para que desarrollemos los
poderes latentes del Espíritu; también tuvimos una conciencia similar en un
pasado remoto. Por encima de dichos cuerpos y compenetrándolos por ser de
materia más sutil aún que la vida (cuerpo vital o etérico) está el cuerpo de
deseos o emocional, que es el aliciente para actuar y experimentar por medio de
los deseos, sentimientos y emociones; este cuerpo le tienen los animales, como
todos podemos comprobar, y en él pueden estar desde los deseos y sentimientos
más bajos hasta los más elevados y espirituales. Por último y como cuerpo que
nos diferencia de los reinos mencionados, tenemos la mente que se desarrolló a
partir de la adquisición de la autoconciencia y que nos debe servir para
discernir, razonar y meditar nuestros actos con tal de que no seamos dominados
por los deseos y sentimientos inferiores. Esta mente es la última adquisición
como vehículo de expresión y por eso es la menos desarrollada, pero gracias a
ella y a la voluntad llegaremos a unirnos con nuestro propio Espíritu y con
Dios como creador del universo y como único Ser que compenetra toda la creación
con Su vida.
Como hemos podido comprender, el ser
humano, aun con todas sus cualidades física y mentales, no es el verdadero Yo
puesto que éste está por encima de la mente y la utiliza en cada renacimiento
para avanzar (como conciencia) un poco más en ese Plan evolutivo creado por
Dios y en el cual vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser. Como Espíritus
somos inmortales y eternos como lo es nuestro creador, de hecho, tenemos todos
sus poderes de forma latente, los cuales debemos desarrollar progresivamente y
hasta que nos unamos de forma autoconscientes a Él Pero lo mismo que un niño no
está preparado para comprender lo que le pueda enseñar un profesor
universitario o no está preparado para utilizar máquinas y herramientas de
adultos, tampoco nosotros hemos alcanzado la preparación necesaria (el grado de
conciencia) para asimilar y expresar los poderes internos y el conocimiento
divino que nos aguarda. Lo mismo que los animales no pueden comprender lo que
somos y porqué actuamos como lo hacemos, tampoco nosotros hemos llegado a
identificarnos y a comprender a ese Yo o Alma, pero según vamos haciéndolo
vamos abandonando la forma de expresarnos como personalidad egoísta y materialista.
Según asumimos la conciencia del Yo, vamos comprendiendo que estamos en este
mundo pero que no somos de él y nos vamos liberando de la esclavitud de
nuestros cuerpos que hacen que tengamos todavía mucho de animales por los malos
deseos, sentimientos y pensamientos que expresamos.
La chispa divina, la vida de Dios,
está oculta en toda forma evolucionante por muchas capas de diferentes clases
de materia que tengan. La vida que contiene el reino mineral llegará a estar en
el vegetal y después en el animal, y cuando éste llegue a tal grado de
desarrollo que necesite la ayuda de una mente, pasará a utilizar el cuerpo de
un salvaje o ser poco evolucionado. Y cuando éste, aun haciendo lo que nosotros
conceptuamos como verdaderas monstruosidades, llegue a un nivel como el nuestro,
ya habrá desechado de sí mismo todos su peores deseos y sentimientos y comenzará
a buscar algo más elevado que todo lo material de lo que hasta ahora se ha
servido, porque comenzará a escuchar la voz de su conciencia de su verdadero Yo
que está en los mundos espirituales. Los animales tienen deseos y sentimientos
como nosotros pero no tienen mente, por eso se guían por instinto, pero
nosotros, desde que obtuvimos el germen de lo que llamamos mente, hemos estado
evolucionando bajo el dominio de los más bajos deseos y pasiones, y por eso no
solo nos comportamos peor que los animales sino que, además, utilizamos la
mente para hacer el mal. Y es ese mal el que, a través de la Ley de Consecuencia
y el karma, debe quitarnos esos bajos deseos, pasiones y sentimientos gracias
al correcto uso de la mente; entonces despertamos de ese sueño para comenzar a
ver la luz del Yo superior. Según evoluciona el hombre se va identificado con
su Yo superior o Alma, se sitúa en el mundo de la mente y desde allí intenta
gobernar sus cuerpos actuando conscientemente con ellos gracias a la atenta observación de todo lo que dice, hace,
siente, desea y piensa. A partir de ahí y poco a poco, se da perfecta cuenta de
que él no es el cuerpo físico, ni los deseos, ni los sentimientos y ni siquiera
la mente porque él es mucho más real que todo eso.
Quedando claro ya que el Yo no es el
cuerpo físico puesto que éste es gobernado por el Yo a través de la mente que
es inmaterial, pasaremos a situar de manera un
poco más clara la posición de este Yo superior o Ego. El yo personal, es
decir, nosotros cuando comúnmente decimos “yo soy”, de manera consciente
estamos situados en el mismo nivel de la mente concreta y razonadora, por eso
la mayoría de las personas se identifican con la mente. El verdadero Yo
superior está situado también en el Mundo de la Mente o del Pensamiento pero lo
está en las regiones más elevadas relacionadas con el pensamiento abstracto y
con las ideas originales que, a veces, se envían a la personalidad a modo de
intuición e imaginación. Al igual que decimos que el mundo físico está
compuesto de materia sólida, líquida y gaseosa compenetrándose mutuamente por
ser cada una más sutil que la otra y todas a su vez por los átomos, también
dice la filosofía oculta que esos átomos están compenetrados por unos éteres y
éstos por otra materia más sutil, (sentimientos y deseos) y ésta otra por otra
materia aún más sutil llamada mental. Estas materias corresponden a los mundos
físico, de deseos y mental, y en cada uno de ellos hay siete divisiones o
planos de diferente grado de vibración (en su materia) y de conciencia. Así es
que nuestro cuerpo físico pertenece a
las regiones inferiores (sólido, líquido y gaseoso) del mundo físico;
nuestro cuerpo vital o etérico pertenece a las regiones etéricas de dicho mundo;
nuestro cuerpo de deseos pertenece (está compuesto) al Mundo de Deseos y
contiene materia de diferentes regiones según sean nuestros deseos,
sentimientos, emociones…; nuestra mente
está compuesta de materia de las regiones inferiores del Mundo del Pensamiento,
y es el foco a través del cual el Ego o Yo superior pone su atención en sus
cuerpos y en el mundo físico. Por tanto, el Yo está en las regiones superiores
del Mundo del Pensamiento y desde allí intenta gobernar y dirigir sus cuerpos
pero, como nosotros, como consciencias, aún no hemos evolucionado lo suficiente
como para identificarnos con él (no hemos alcanzado el nivel de esas regiones
donde se encuentra él) no puede expresarse directamente sobre nosotros como
personalidad hasta que no dirijamos todos nuestros esfuerzos y nuestra atención
hacia el Espíritu y nos expresemos a través de nuestros cuerpos con amor,
compasión, fraternidad y servicio desinteresado al prójimo.
Queda claro, pues, que si queremos
vivir la vida interna como si fuéramos ese Yo superior, deberíamos tener nuestra
consciencia enfocada en todo lo que hacemos, hablamos, sentimos, deseamos y
pensamos. Pero vivir la vida interna también es observar a todo lo que nos
rodea como una manifestación de Dios de la cual nosotros somos parte, valorarlo
con amor, admirar su belleza y su verdad, y sentirla como parte nuestra. Cuando
nosotros nos dejamos llevar por los deseos y sentimientos y actuamos sin
razonar, instintivamente o dominados por nuestros hábitos y costumbres
adquiridas desde que nacemos, estamos manifestando la personalidad o yo
inferior. Pero cuando no permitimos todo eso y actuamos consciente y
voluntariamente manifestando nuestros más elevados ideales a la vez que
evitamos las interferencias de la mente, entonces, vivimos la vida interna.
Vivir la vida interna es mirar a una flor, a un animal, a cualquier persona o a
cualquier otra cosa con amor y con admiración, como si estuviéramos
contemplando la obra de Dios en la cual estamos evolucionando e involucrados, a
la vez que no permitimos que el cuerpo de deseos y la mente expresen lo que es
personal. Entonces y envueltos en los más
elevados sentimientos, es como damos paso a que el Yo superior pueda
manifestarse en nosotros.
Para acercarnos al Yo superior y
para alcanzar estos objetivos debemos ser dueños primeramente de la mente en sus
diferentes aspectos. El primer aspecto que debe ser dominado es la mente
instintiva. La mente instintiva es la que aún nos queda de nuestros primeros
pasos como humanos, cuando éramos más animales que personas y no percibíamos lo
que hoy llamamos conciencia, sobre todo porque aún no la habíamos creado. La
mente instintiva se relaciona más con el mantenimiento de las funciones del
cuerpo físico pero en ella también se refleja algo de lo que fuimos en el
pasado y por tanto tiene relación con los hábitos; así es que, si imponemos
nuestra razón y nuestra voluntad iremos cambiándola poco a poco para que sea
una fiel aliada en nuestro progreso espiritual.
Otro aspecto de la mente es el
intelecto o razón, el aspecto con el que nos identificamos más creyendo que es
el Yo pero, como podemos comprobar cuando la utilizamos para analizar,
discernir y pensar voluntaria y conscientemente, el verdadero Yo (representado
también como voluntad) está por encima y la utiliza para obtener conocimiento a
través de la experiencia en este mundo.
El tercer y superior aspecto de la
mente es el aspecto espiritual o abstracto del cuerpo mental. El ser humano no
tiene apenas consciencia de este aspecto puesto que, actualmente, manifiesta
más el aspecto instintivo y el razonador combinados. La mente abstracta es el
origen del genio, de la intuición, de la inspiración, profecía y
espiritualidad; de este aspecto mental proceden todas las ideas que han servido
para que el hombre cree el mundo físico tal como lo vemos. Pero también de este
aspecto superior relacionado con el Yo superior es de donde tiene su origen
todo lo que llamamos moral, intelectualidad, espiritualidad, religión,
justicia, amor, compasión, fraternidad, etc., por consiguiente, quien desee
acelerar su progreso espiritual debería centrar su consciencia y su voluntad en
lo que representan estas regiones superiores del Mundo del Pensamiento donde se
encuentra el Yo superior.
Como Almas evolucionantes hemos
obtenido hasta ahora cuatro cuerpos (el físico, el vital, el de deseos y el
mental) pero nuestra consciencia la tenemos en el mundo físico gracias a los
sentidos del cuerpo físico que son los que nos informan de lo que ocurre en el
exterior. Ha sido gracias a la mente concreta y también a la instintiva como
hemos conseguido ser conscientes en este mundo, por tanto, no hay que caer en
el error de pensar que por el hecho de que el Yo esté en un nivel superior a la
mente, haya que dejar de utilizarla. Lo mismo que de la inconsciencia pasamos a
la consciencia gracias a la mente instintiva, ahora debemos utilizar la mente
concreta para llegar a su aspecto superior o abstracto. Es más, nuestro futuro
desarrollo depende completamente del uso que hagamos de la mente respecto a los
otros vehículos; recordemos que estamos comenzando a utilizar el enorme
potencial de ese cuerpo.
Si queremos dominar a la razón para
que el Yo superior pueda manifestarse en la personalidad y así ésta vivir más
en lo interno, debemos trabajar sobre los diferentes vehículos o cuerpos.
Cuando una persona con conocimientos como éstos desea “conocerse a sí mismo” y
medita sobre su propio ser, puede darse cuenta rápidamente de que si intenta
silenciar la mente no lo consigue fácilmente porque acuden a ella toda una
serie de sensaciones del cuerpo físico, sentimientos o deseos del cuerpo de
deseos, e impresiones mentales que distraen a dicha persona; es más, tendrá que
hacer un gran esfuerzo de voluntad para sujetar y concentrar la mente si es que
quiere utilizarla para algo concreto. Esto, queramos o no, demuestra que el Yo
que se muestra como “fuerza de voluntad” no es el cuerpo físico ni ninguno de
los otros cuerpos. Así, si el cuerpo tiene hambre, el Yo puede retrasar la hora
de alimentarle; si tiene deseos de satisfacer algún hábito también puede hacer
que el cuerpo de deseos espere; si le invaden pensamientos de cosas que tiene
pendientes de hacer o de cualquier otro hecho, también puede echarlos para
centrarse voluntariamente en lo que desee. Pero como no todos estamos en el
mismo grado evolutivo, está claro que los menos evolucionados así como los que
se vean dominados por un vicio o mal hábito del cuerpo de deseos, no podrán
vencer la tentación hasta que no tengan más control y fortaleza mental. Y para
obtener esta fortaleza mental hay diferentes métodos pero el principal es la concentración constante junto a la
observación atenta aquí y ahora. No es necesario decir que toda esta
práctica debe ir acompañada del conocimiento de que quien tiene hambre, deseos
y piensa es el cuerpo físico, el de deseos y la mente concreta que está
descontrolada, pero nunca es el Yo.
Para conocernos a nosotros mismos
como personas con determinados caracteres es muy útil la meditación porque,
además, nos hace ver que tenemos control sobre nuestros cuerpos y que no somos
ellos. Esto es tan simple como hacer una retrospección de lo que hemos hecho o
dicho durante el día, y si resulta que hemos perdido el control o hemos caído
en una tentación que normalmente rechazamos, lo que debemos hacer es aislarla y
meditar sobre ella como un incidente externo. Entonces llegaremos a la
conclusión de que hemos sido débiles de voluntad y nos hemos dejado llevar por
la reacción (enfado, deseo o cualquier otro hecho) del cuerpo de deseos en vez
de razonarlo y evitarlo; dándonos cuenta así de que nosotros no somos el
enfado, el deseo, ni cualquier otro hecho similar.
Desde el mismo momento en que analizamos una situación donde
ciertas sensaciones o impresiones
mentales nos dominan y somos conscientes de que si hubiéramos actuado de otra
forma hubiera sido diferente, estamos demostrando que nosotros no somos esas
sensaciones e impresiones y que tenemos poder sobre ellas. Así es que, para
acercarnos al Yo superior y vivir en lo interno, debemos estar atentos y
observarnos consciente y constantemente para dejar pasar en nuestras vidas solo
lo positivo e imponer nuestra voluntad para desear, sentir y pensar sólo lo que
se relacione con el Espíritu. Para ello solo es necesario hacer una lista de
los sentimientos y deseos más comunes en nosotros y luego ver cuáles nos
interesa desarrollar (darles paso) y cuáles hay que aborrecer (cerrarles la
puerta) A partir de ahí se emitirán sentimientos y pensamientos sobre lo
positivo que nos pueda beneficiar y se evitarán los sentimientos, deseos y
pensamientos sobre lo que deseamos aborrecer.
Como podemos ver, el hecho de analizar o meditar sobre algo nos
demuestra que ese algo es ajeno a nosotros y que no somos nosotros pero si, por
el contrario, quisiéramos analizar y meditar sobre el Yo separándolo de
nosotros, no podríamos porque el Yo es la consciencia de “Yo soy” que analiza,
medita y extrae el conocimiento de las experiencias. Y este yo que analiza y
estudia las cosas pero que no es dichas cosas, es el aspecto inferior del Yo
superior que nos hace conscientes de que ese “Yo soy” es parte de la chispa
divina diferenciada por Dios para, después de extraer el mayor beneficio de todos
sus cuerpos y una vez desechados los mismos, vuelva al Padre con toda su gloria
y sus poderes latentes desarrollados. Por consiguiente, es conveniente dejar
claro que somos un Yo individual que está utilizando una serie de cuerpos para
evolucionar a través de diferentes mundos, pero que no somos esos cuerpos.
Aunque fuéramos capaces de poner al yo en un sitio aparte para analizarlo como
cualquier otra cosa o para demostrar que no es el Yo ¿Quién lo analizaría y
demostraría que no es el Yo? La personalidad terrestre es una especie de no-yo
en comparación con el verdadero “Yo soy” porque nosotros, como Almas, somos
dioses en formación que algún día desarrollarán sus poderes latentes; somos una
chispa de la Gran Llama, una vida en la Vida Universal.
Nosotros somos dueños y no esclavos de nuestros cuerpos, nuestra
voluntad tiene poder sobre ellos y los debe dirigir y controlar para beneficio
del Espíritu, porque cuando dominamos la mente y nos liberamos de sus
impresiones dejándola limpia, es cuando estamos mejor preparados para trabajar
sobre los sentimientos y deseos que entorpecen nuestro desarrollo. Si el cuerpo
de deseos emite un deseo que nos perjudica y la mente incontrolada accede a él,
significa que ese no-yo está desarrollando algo negativo y perjudicial. Pero si
evitamos que eso ocurra y tenemos la consciencia en el aquí y en el ahora con
la voluntad fuerte y preparada para utilizar el discernimiento según lo que
mejor nos convenga, entonces estaremos acercándonos al Yo superior y eliminando
ese no-yo. Esto también es intentar vivir en lo interno, siendo conscientes de
lo que percibimos y no dejando que las sensaciones del cuerpo y las impresiones
que llegan la mente nos distraigan. Es triste ver a personas que no pueden
dormir ni descansar porque las preocupaciones y los problemas se lo impiden,
pero cuando uno vive en lo interno eso no puede pasar porque sabemos que esas
preocupaciones y problemas no somos nosotros y las expulsamos de la mente.
Controlar la mente y echar o eliminar los pensamientos indeseables es la meta
más importante que debemos alcanzar en la etapa actual de desarrollo; esto no sólo
evitará torturas mentales ajenas a nuestra voluntad, sino que además
obtendremos una gran poder para formar un nuevo carácter gracias al poder sobre
el pensamiento.
El ser humano debe, primero, conocerse a sí mismo y, segundo,
autogobernarse desde la posición del Yo superior si verdaderamente quiere vivir
en la paz interior y no influir negativamente como personalidad en los demás.
Una vez que nos conocemos (sobre todo meditando sobre nuestros deseos,
sentimientos y pensamientos) podremos imponer consciente y voluntariamente el
discernimiento y la conciencia sobre todos nuestros actos. Una vez que nos
reconozcamos como un Yo aparte y por encima de las sensaciones e impresiones
tanto internas como externas, estaremos listos para interceptar todo
pensamiento, deseo y sentimiento que se interponga y nos distraiga en nuestro
deseo de vivir la vida interna. Como verdadera entidad espiritual, somos un
centro sobre el que giran todas las influencias y circunstancias ajenas al
Espíritu; somos una conciencia que es parte de la Conciencia de Dios, y es en
esa conciencia donde debemos centrar nuestra existencia y la de nuestros
cuerpos. Es imprescindible que en todo momento actuemos como un Yo superior
cuyo poder mental es superior a toda expresión de la personalidad y a toda
influencia ajena a nosotros. Es necesario actuar siempre de una manera
consciente y voluntaria como algo ajeno al cuerpo físico, a los deseos,
sentimientos y pensamientos para observar y corregir los aspectos inferiores de
la personalidad.
Observar el cuerpo físico como herramienta, los sentimientos y deseos
negativos como algo ajeno a nosotros, y a los pensamientos ajenos a nuestra
voluntad como algo que entorpece el control mental, es la tarea que nos debe
ocupar desde la mañana a la noche. Actuando así sentiremos cómo el Yo superior
acrecienta su poder sobre la personalidad y cómo nuestra vida es más interna y
armónica. Cuando se ha trabajado durante un tiempo en este sentido, notaremos
que somos más felices, que superamos los problemas fácilmente, que expresamos
esa felicidad interna hacia quienes nos rodean, que miramos el mundo y el
prójimo como algo a lo que estamos unidos y debemos amar y respetar, que ya
nada nos atemoriza porque sabemos encontrar la salida más positiva, y que,
viviendo en lo interno, (amor, fraternidad, servicio desinteresado, compasión…)
estaremos haciendo el bien en nombre de Dios.
Francisco Nieto
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