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CONSCIENCIA Y AUTOCONSCIENCIA - Francisco Nieto


 CONSCIENCIA Y AUTOCONSCIENCIA

            La cualidad humana que normalmente llamamos “consciencia” es el fruto de las experiencias a lo largo de infinidad de renacimientos de la vida en la forma y, a su vez, es la base de la que se forma la conciencia. Podríamos definir a la consciencia como “personal” o “relativa” puesto que es la consciencia en la que funcionamos desde que nos despertamos cada día hasta que nos acostamos, estando ésta relacionada más que nada con el cuerpo de deseos o emocional. La conciencia es fruto de la quintaesencia que extraemos de las experiencias de cada vida, y está relacionada más bien con el aspecto intelectual o mental. Naturalmente que antes de obtener la consciencia de este mundo teníamos una consciencia subjetiva similar a  la del reino animal desarrollado y también a la que tenemos mientras dormimos; no obstante, analizando todo esto más profundamente nos podemos dar cuenta de que caben más divisiones. La consciencia es el medio por el que nos damos cuenta de que “somos”, de dónde estamos, de lo que sentimos y de lo que pensamos; lo que no significa que siempre sea así dependiendo del uso que hagamos de la mente.

            Veamos cuántas clases de consciencia podemos tener como humanos.
1º.- El de inconsciencia o de sueño producido por la salida del Alma del cuerpo físico quedando éste solo habitado por la vida pero no por las emociones ni por la mente.
2º.- De vigilia o relativa que es cuando el Alma o Yo superior penetra con sus cuerpos emocional y mental en el cuerpo físico, conectándose al cerebro donde recibe las percepciones de los sentidos.
           
            Estos son dos principales estados de consciencia en los que vivimos, sin embargo, dentro de éstos podemos hacer varias diferenciaciones como son:
a) La imaginación, en la cual perdemos momentáneamente la consciencia relativa del presente para viajar mentalmente al pasado o al futuro.
b) La memoria, basada en hechos conscientes del yo, variando ésta según el grado de consciencia del hecho que más o menos se recuerde.
c) La autoconsciencia, que representa los momentos en que somos autoconscientes de nosotros mismos como autores, pensadores u observadores de lo que hacemos, sentimos o pensamos.

En el estado de consciencia de “dormido” no tenemos voluntad de acción puesto que está basado en imágenes subjetivas y en sensaciones o experiencias de determinados momentos tanto dentro como fuera del cuerpo estén o no relacionados con la memoria. En el estado de consciencia de vigilia o relativa, sí tenemos activada la voluntad ―unida al Alma― pero suele ser usada para beneficio propio de la personalidad o yo inferior, para su supervivencia o intereses propios y no para el desarrollo de la autoconsciencia. Para desarrollar la autoconsciencia debe haber voluntad para recordarse uno mismo como un Yo superior separado de la mente.

Si preguntamos a alguien que está escribiendo en el ordenador que si es consciente de lo que escribe dirá que sí porque se identifica con el hecho de escribir, sin embargo, desde el punto de vista de la auto-consciencia casi podríamos asegurar que no porque “saber” que se está escribiendo no significa que sea consciente de cómo lo hace o qué escribe. Un estado de consciencia es, por ejemplo, Francisco Nieto escribiendo y otro es el Yo siendo consciente de que Francisco Nieto está escribiendo y cómo escribe. Por lo general, cuando actuamos según nuestros deseos, gustos y forma de pensar, nos identificamos como  el yo personal; y cuando nos dominan los deseos, sentimientos y pensamientos negativos decimos que son una especie de yoes que debemos dominar y que poco tienen que ver con nosotros. Sin  embargo, ni en un caso ni en otro nos damos cuenta que estamos equivocados porque sólo cuando nos ponemos a observarnos ―cómo sentimos y pensamos― es cuando podemos estar en la consciencia del verdadero Yo o Alma recordándonos a nosotros mismos como “Ser”, lo que significa que podemos utilizar la mente a voluntad. Mi Yo es la esencia que nació cuando ―con― nació mi cuerpo físico y, salvo los muy desarrollados, poco trabajo se puede hacer directamente sobre ella. Por el contrario, Francisco Nieto es todo aquello que rodea a esa esencia o verdadero Yo ―educación, enseñanzas, experiencias, etc.― es lo que cree ser yo por medio de lo conocido gracias al cerebro y a los sentidos físicos. Pero solo cuando Francisco Nieto ponga atención a sus deseos, a sus emociones y a la qué piensa y cómo piensa su mente podrá traer a la manifestación al Yo superior o esencia.

Los hábitos y respuestas mecánicas, las imitaciones que vamos haciendo desde que nacemos, los vicios y costumbres, el poco uso del discernimiento, y todo lo que hacemos sin aplicar la atención plenamente sobre nosotros mismos, es lo que impide que se desarrolle la verdadera consciencia o autoconsciencia. Está claro pues que la personalidad, lo que creemos ser, es una falsedad que impide que se desarrolle la auto-consciencia. A lo largo de su evolución y en determinada vida, todo ser humano comenzará a sentir en algún momento la presencia de “algo” ―ideales elevados, interés por la vida superior, etc.― que nace y se desarrolla en él. Es precisamente a partir de ese “nuevo sentir” cuando se experimenta la “separación” de la personalidad y de la naciente auto-consciencia.

Suele coincidir en esta etapa o vida que, a la vez que nace la auto-consciencia, se conecta con alguna Escuela ―esotérica, oculta o similar― que facilite el conocimiento para discernir y comprender que no se es dicha falsa personalidad y comience, por tanto, un desarrollo acelerado de la espiritualidad y de la conciencia. Ese es el caso de los que en esta vida estamos integrados en alguna escuela ―rosacruz, teosófica, Arcana, etc.― o los que llevan a la práctica enseñanzas como esta cuyo origen puede estar en grandes Maestros u otros filósofos o intelectuales del pasado y del presente que están intentando llevar a la humanidad hacia un nuevo estado de consciencia. Cuanto más se llevan a la práctica estas nuevas enseñanzas más se va dominando y anulando a la personalidad que reina en nosotros como si fuera el verdadero yo; a su vez, más conscientes somos de nuestras debilidades, defectos, egoísmo y apego. Pero esto no significa que ya esté floreciendo el Alma, más bien podríamos dejarlo como que estamos contactando con su delegado, el cual, se hará más poderoso ―a ratos― según nos demos cuenta de que nos dominan los malos deseos y las emociones negativas y de que la mente actúa por sí misma.

Pero, no nos confundamos, el hecho de que aborrezcamos algunos deseos y emociones no significa que hayamos eliminado a la personalidad puesto que esta personalidad falsa también está compuesta por otros deseos, sentimientos y emociones “positivas” que nada tienen que ver con el Ego o Yo superior. Es necesario que la personalidad se centre en lo positivo ―como primer paso― gracias a la auto-observación y al discernimiento sobre lo bueno y lo malo, lo correcto o incorrecto y lo verdadero y lo falso; una vez conseguido esto deberá analizar su comportamiento y en base a qué sentimientos, deseos o emociones actúa. Por último, deberá observar a su mente para ver cómo responde ante las impresiones y las sensaciones, y cómo y qué piensa respecto a su aspecto interno. Es entonces cuando podríamos decir que estemos alimentando al Yo superior a la vez que vamos anulando a la personalidad. En esta etapa la esencia o Ego no entra en juego aún plenamente sino que anda en lucha con la personalidad.

La base del desarrollo de la conciencia son las experiencias conscientes y éstas existen para nosotros gracias a que tenemos sentidos y gracias a la memoria pero ¿tendríamos el mismo desarrollo si no tuviéramos la memoria y sólo nos valiéramos del momento de la experiencia? La mayoría de las personas perderían gran parte del desarrollo puesto que no son conscientes ―no practican la observación consciente sobre sí mismos― de lo que sienten, hacen y, sobre todo, piensan. Somos lo que somos y actuamos como actuamos gracias, principalmente, a la memoria, y ésta es lo que es gracias a las impresiones que hemos percibido y guardado desde que nacemos. Si no fuera por la memoria no podríamos especular, calcular, comparar ni nada de lo que normalmente hacemos. El hombre piensa y actúa según lo conocido y rara vez piensa algo original, piensa según las asociaciones de la mente y responde según lo guardado en la memoria de otras ocasiones pasadas. Pero lo mismo que la memoria se forma con los hechos donde hemos sido más o menos conscientes ―de ahí que recordemos pocas cosas de la infancia― el verdadero Yo o Ego se desarrolla según el hombre se esfuerce por ser auto-consciente asumiendo así el papel de observador de sus cuerpos. Es más, la quintaesencia de las experiencias de la vida y todo el proceso post-morten está íntimamente relacionado con el hecho de “ser” o “no ser” auto-conscientes de lo que hacemos.

2ª parte

Cuando normalmente decimos “me apetece esto”, “voy a trabajar” o cualquier otra frase similar, por lo general, no somos auto-conscientes como cuando, por ejemplo, observamos cómo trabajan nuestras manos teniendo la mente voluntaria y conscientemente concentrada en ese hecho; ni tampoco estamos en el mismo grado de consciencia cuando pensamos normalmente que somos conscientes que cuando respondemos a la pregunta ¿eres consciente? puesto que la pregunta nos obliga a auto-analizarnos y a responder conscientemente. Si metiéramos en un mismo saco nuestros deseos, forma de pensar, sentimientos y emociones, vicios, costumbres, etc. ¿qué nos quedaría como individuos separados de la personalidad? Nos quedarían los hechos guardados conscientemente en la memoria y, por tanto, muy poca auto-consciencia. Esta individualidad representaría al Ego o Alma, sin embargo, en la vida real nos identificamos tanto con ese “saco” que creemos ser él y no nos damos cuenta de que cuanto más analizamos al mismo como algo separado, más nos recordamos a nosotros mismos y nos hacemos conscientes de que somos un Yo superior a todos esos yoes. A primera vista, pues, está claro que según vayamos eliminando todos esos aspectos de la personalidad iremos obteniendo poder sobre nuestros cuerpos ―físico, emocional y mental― y actuaremos “en consciencia,” lo que significa que la vida será más fructífera después de la muerte y que el Yo creará un mejor destino para la próxima vida.

La personalidad falsa no existe en realidad como un Yo sino que es lo contrario, una acumulación de hechos y aspectos con los cuales nos hemos identificado por el simple hecho de haber actuado inconscientemente, por hábitos, instintiva y automáticamente según lo experimentado en todos los sentidos. Así es que, dicha personalidad existe gracias a las expresiones de nuestros  cuerpos y pocas como respuestas voluntarias y conscientes como observadores. Por consiguiente, si queremos ir anulándola progresivamente debemos observarla, conocerla, no confiar en ella y utilizarla como lo que verdaderamente somos, un Ser auto-consciente. Por ejemplo, ante un hecho cualquiera que nos ocurra o ante cualquier acción o respuesta que queramos dar, normalmente es la personalidad quien se expresa ―para bien o para mal― de ahí tantos errores, tantas complicaciones y problemas y tantos malos hábitos y comportamiento entre otros. Sin embargo, si antes de actuar, responder o decidir observamos al cuerpo emocional o a la mente para ver qué intenta hacer o cómo actúa o piensa, estaríamos facilitando la manifestación del Yo superior. A la vez, si recordáramos cada vez más cómo hemos actuado ―como personalidad o yoes falsos― en el pasado, estaríamos desarrollando la auto-observación y tendríamos más fácil el poder de expresarnos con voluntad y consciencia.

No cabe la menor duda que algunos aspectos de la personalidad son útiles ―la buena intención, la generosidad, la simpatía, etc.― pero con la práctica de la auto-observación y de recordarnos a nosotros mismos, se potenciaría más el poder del Alma. Es decir, podemos ser simpáticos como personalidad o podemos ser generosos por hábito, pero cuando se actúa como Yo superior ―siendo auto-conscientes― la simpatía o la generosidad se potencian y pueden ir unidas al amor, a la fraternidad o a la compasión como acto voluntario y consciente; lo que se expresaría incluso a través del aura. Las personas que normalmente definimos como “malas” pueden aumentar su maldad si siguen actuando como personalidad, pero si esas personas comenzaran a practicar la observación de sí mismas ―deseos, sentimientos, emociones y pensamientos― y pusieran voluntad en recordarse a sí mismos como consciencia, no tardarían en transformar muchos de esos aspectos malévolos,. Es cierto que esos cambios pueden tardar mucho o poco tiempo en producirse puesto que aquí entra en juego la evolución alcanzada por la propia Alma pero, aún así, se conseguirían cambios importantes puesto que la voluntad es una expresión de dicha Alma.

La práctica del desarrollo de la auto-consciencia bien puede comenzar por hacer un estudio de los hábitos, expresiones o aspectos más notables de  esa falsa personalidad. Por ejemplo, si la personalidad fuma y nosotros, como seres pensantes, no queremos que fume, debemos observar y analizar cuándo y cómo surge el deseo y por qué la mente se deja dominar y accede a esa tentación. Una vez hecho esto y tomada la decisión consciente y voluntariamente de “no permitir que la mente se involucre en ese deseo”, debemos estar “atentos” para observar a dicho deseo cuando se manifieste para dejarle pasar ―no actuar ni pensar al respecto― sin que la mente participe en ello para nada. Esto es así porque, además del deseo, la mente suele expresarse en términos de personalidad y, aunque es muy útil para el Alma, suele dejarse dominar por los deseos y emociones y no deja de pensar en todos esos aspectos personales sin que el Ego pueda controlarla por medio de la voluntad. Está claro que lo primero que hay que hacer en este caso para dejar de fumar es no fumar, pero eso puede traer como respuesta tensión, malestar o enfado, lo que también es una actitud de la personalidad; así es que en estos casos es la atención plena o consciente la que debe centrarse en el sí mismo o Ser ―olvidarse del deseo y no pensar en nada― para simplemente “ser” o tener el sentimiento de “existencia” separada, y por encima de esos deseos y pensamientos. Hay otros aspectos más  sencillos de practicar y con buenos resultados para ir debilitando la personalidad, por ejemplo, supongamos que una persona sabe y “es consciente” de que es egoísta y tacaña, pues bien, en ese caso lo que debería hacer es practicar la generosidad y el altruismo para que los aspectos negativos de la falsa personalidad mueran por inanición.

Es evidente que la auto-consciencia no se desarrolla de un día para otro, alcanzar un grado superior de consciencia sólo significa ser un poco más consciente de lo que éramos, así es que, de lo que se trata es de saber dar unas pautas a la mente ―no acostumbrada― para que facilite la auto-consciencia y de persistir en esa práctica despacio pero sin pausa. Para desarrollar la auto-consciencia hay que observarse a sí mismo y para conseguir esto tiene que haber una lucha con la imaginación puesto que cada vez que intentamos observar a la personalidad, la  mente comienza distraerse y a imaginar. También suele ocurrir al principio de esta práctica que cuando uno se intenta observar no le sea nada fácil ser consciente de sí mismo por los innumerables pensamientos, recuerdos, imágenes, emociones, -etc. que distraen y tientan a la mente para que no cese en su actividad. Como consecuencia, la base del progreso para ser consciente y observador de la personalidad y así controlarla y debilitarla es el hecho de auto-recordarse uno mismo. Por eso es primordial luchar contra la imaginación y la actividad mental automática practicando una atención plenamente enfocada sobre lo que perciben los sentidos a la vez que se concentra la mente y no se la deja actuar por sí misma. Auto-recordarse uno mismo parece fácil pero no lo es, de hecho, el común de la humanidad es auto-consciente poquísimas veces al cabo del día.

Aparentemente no es ni siquiera fácil comprender lo que significa “auto-recordarse uno mismo”, se va comprendiendo cada vez más según se desarrolla la auto-consciencia, por ejemplo, ahora mismo, al observar cómo escribe mi mano estas palabras y cómo pienso lo que voluntariamente quiero estoy siendo consciente de ello o recordándome a mí mismo como “Ser”. Para acelerar este proceso o auto-consciencia es conveniente que se auto-recuerde por medio de la observación ―con la atención concentrada y silenciosa de la mente― en las cosas sencillas que más a menudo haga ―concentración y auto-observación en la respiración,  el hecho de andar, impedir que la mente piense por sí misma, observar cómo trabajan nuestras manos, etc.― verá que con la práctica se va haciendo cada vez más consciente de sus hechos.

La falsa personalidad que quiere ser el verdadero Yo superior ―nuestros propios engaños, hábitos mentales, emociones negativas, rasgos, defectos, etc.― basa su existencia en las emociones y deseos negativos y en las asociaciones y el pensamiento equivocado de la mente; de hecho, si le quitaran las emociones negativas, deseos y tentaciones y se controlara la mente para utilizarla sólo cuándo y cómo queremos, se debilitaría casi totalmente. De acuerdo con esto, está claro que para dominar o eliminar a la personalidad es necesario auto-observarnos atenta y concentradamente para conocer nuestros rasgos y forma de sentir y, además, utilizar a la mente cómo una herramienta para pensar voluntaria y conscientemente. En este trabajo no cabe la justificación ni el engañarnos a nosotros mismos, no se la debe legitimizar para nada ni excusar en sus acciones; es necesario sacrificar la falsa personalidad para que florezca el Alma. Se trata de que la personalidad sea cada vez menos notable y persistente, de que cada vez se pueda manifestar menos en nuestras actividades diarias. La personalidad  también tiene sus métodos de defensa, si una persona tiene por costumbre beber alcohol a determinadas horas del día o irse a la cama a las 12 de la noche y comienza a no beber o a irse a la cama a las 10 verá que la personalidad se manifiesta con cierto malestar, si se persiste puede haber otras manifestaciones peores. Pero es evidente que para debilitar a la personalidad hay que comenzar por esas actuaciones ya que de otra forma no conseguiríamos nada; con estas prácticas el yo superior se hace activo mientras que el yo inferior o personalidad se hace pasivo.

Es lógico que quien esté preparado para comprender esta enseñanza y quiera aplicarla a su vida piense que si la voluntad representa al Yo superior y éste apenas puede manifestarse, ¿de dónde sacamos fuerza o voluntad para comenzar la lucha? La voluntad en nosotros nace de un fuerte deseo de ahí que la mayoría de las personas confunden voluntad con voluntariedad u obstinación. La voluntad se desarrolla creando causas nuevas y utilizándola en la atención concentrada de la mente sobre el “sentir” y el “pensar”. La voluntad se desarrolla en gran medida cuando en una determinada vida una persona se dedica a hacer trabajos como los que aquí se explican entre otros. Cuantos más conocimientos de este tipo y más práctica más se desarrolla la voluntad. Las líneas de trabajo más importantes para llevar a cabo son: la observación del cuerpo de deseos ―deseos, sentimientos y emociones― para conocerlos y diferenciarlos del Yo superior; la observación de la mente para ver cómo y qué piensa y así saber que tampoco es el Yo superior; y la voluntad que se debe desarrollar respecto a lo anterior. La voluntad común del hombre es más bien “pequeñas voluntades esporádicas” que cambian muy a menudo. Los resultados de lo que llamamos voluntad están relacionados con el esfuerzo y el sacrificio por algo que deseamos, para lo cual se necesita conocimiento.

Con esto quiero decir que quien se esfuerce en trabajar por la auto-observación y la atención plena y consciente para recordarse a sí mismo en todo momento, estará desarrollado la voluntad. Pongamos un ejemplo: Una persona siente el impulso de la personalidad de hacer algo pero, si por medio de un chispazo de auto-consciencia advirtiendo que eso no es correcto decide “no hacerlo”, estaría auto-recordándose a sí mismo y desarrollando la voluntad. Recordarnos como un Yo superior no es algo abstracto o imaginativo, es un acto de voluntad; no es un pensamiento sino una acción voluntaria, ni tampoco repitiendo “yo soy yo” se consigue nada. Cada vez que nos auto-recordamos aumentamos el poder del Ego. Pensando conscientemente antes de actuar se desarrolla la voluntad, pero si nos esforzamos por hacer algo más y mejor cada día, a la vez cambiaremos la personalidad hacia un aspecto más positivo moral, intelectual y espiritual. En la vida se suele hacer lo que se puede pero si queremos cambiar hay que hacer más de eso.

El desarrollo de la auto-consciencia es muy importante también respecto a las decisiones. Las decisiones del común de la humanidad tienen poca validez, según se encuentre de ánimos o de deseos la voluntad así tomará decisiones en un momento dado pero al poco rato y según el nuevo estado emocional o mental puede cambiarlo. Las verdaderas decisiones son tomadas con consciencia y voluntad, nuestras decisiones más comunes son respuestas a los sucesos de nuestra vida. Mientras no nos esforcemos por ser por recordar, por no olvidar  o no dejarnos llevar, y por realizar algo superior cada día, no conseguiremos nada. Para progresar es necesario tener presente estos ejercicios a diario, hay que analizarse uno mismo para ponerse a trabajar, hay que ver qué obstáculos hay que superar y qué virtudes desarrollar, hay que pensar correctamente y hay que tener voluntad del Alma y no deseo personal o cabezonería. Es necesaria una correcta coordinación entre el deseo, el sentimiento, la palara, el pensamiento y la acción a la hora de decidir dónde comenzar a trabajar para el propio desarrollo. A la vez, es aconsejable tener determinación para definir el objetivo a trabajar, preferiblemente fácil o cercano a o sobre nosotros. Si no fijamos en la mente claramente lo que queremos nada conseguiremos puesto que la mente anda siempre de un lado para otro. Los objetivos pueden ser muchos pero hasta que alcancemos cierto grado de autoconsciencia no conseguiremos mucho.


                                                           Francisco Nieto

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