CONSCIENCIA Y AUTOCONSCIENCIA
La
cualidad humana que normalmente llamamos “consciencia” es el fruto de las
experiencias a lo largo de infinidad de renacimientos de la vida en la forma y,
a su vez, es la base de la que se forma la conciencia. Podríamos definir a la
consciencia como “personal” o “relativa” puesto que es la consciencia en la que
funcionamos desde que nos despertamos cada día hasta que nos acostamos, estando
ésta relacionada más que nada con el cuerpo de deseos o emocional. La
conciencia es fruto de la quintaesencia que extraemos de las experiencias de
cada vida, y está relacionada más bien con el aspecto intelectual o mental.
Naturalmente que antes de obtener la consciencia de este mundo teníamos una
consciencia subjetiva similar a la del reino
animal desarrollado y también a la que tenemos mientras dormimos; no obstante,
analizando todo esto más profundamente nos podemos dar cuenta de que caben más
divisiones. La consciencia es el medio por el que nos damos cuenta de que
“somos”, de dónde estamos, de lo que sentimos y de lo que pensamos; lo que no
significa que siempre sea así dependiendo del uso que hagamos de la mente.
Veamos
cuántas clases de consciencia podemos tener como humanos.
1º.- El de inconsciencia o de sueño producido
por la salida del Alma del cuerpo físico quedando éste solo habitado por la
vida pero no por las emociones ni por la mente.
2º.- De vigilia o relativa que es cuando el
Alma o Yo superior penetra con sus cuerpos emocional y mental en el cuerpo
físico, conectándose al cerebro donde recibe las percepciones de los sentidos.
Estos
son dos principales estados de consciencia en los que vivimos, sin embargo,
dentro de éstos podemos hacer varias diferenciaciones como son:
a) La imaginación, en la cual perdemos
momentáneamente la consciencia relativa del presente para viajar mentalmente al
pasado o al futuro.
b) La memoria, basada en hechos conscientes
del yo, variando ésta según el grado de consciencia del hecho que más o menos
se recuerde.
c) La autoconsciencia, que representa los
momentos en que somos autoconscientes de nosotros mismos como autores,
pensadores u observadores de lo que hacemos, sentimos o pensamos.
En el estado de
consciencia de “dormido” no tenemos voluntad de acción puesto que está basado
en imágenes subjetivas y en sensaciones o experiencias de determinados momentos
tanto dentro como fuera del cuerpo estén o no relacionados con la memoria. En
el estado de consciencia de vigilia o relativa, sí tenemos activada la voluntad
―unida al Alma― pero suele ser usada para beneficio propio de la personalidad o
yo inferior, para su supervivencia o intereses propios y no para el desarrollo
de la autoconsciencia. Para desarrollar la autoconsciencia debe haber voluntad
para recordarse uno mismo como un Yo superior separado de la mente.
Si preguntamos a
alguien que está escribiendo en el ordenador que si es consciente de lo que
escribe dirá que sí porque se identifica con el hecho de escribir, sin embargo,
desde el punto de vista de la auto-consciencia casi podríamos asegurar que no
porque “saber” que se está escribiendo no significa que sea consciente de cómo
lo hace o qué escribe. Un estado de consciencia es, por ejemplo, Francisco
Nieto escribiendo y otro es el Yo siendo consciente de que Francisco Nieto está
escribiendo y cómo escribe. Por lo general, cuando actuamos según nuestros
deseos, gustos y forma de pensar, nos identificamos como el yo personal; y cuando nos dominan los
deseos, sentimientos y pensamientos negativos decimos que son una especie de
yoes que debemos dominar y que poco tienen que ver con nosotros. Sin embargo, ni en un caso ni en otro nos damos
cuenta que estamos equivocados porque sólo cuando nos ponemos a observarnos
―cómo sentimos y pensamos― es cuando podemos estar en la consciencia del verdadero
Yo o Alma recordándonos a nosotros mismos como “Ser”, lo que significa que
podemos utilizar la mente a voluntad. Mi Yo es la esencia que nació cuando
―con― nació mi cuerpo físico y, salvo los muy desarrollados, poco trabajo se
puede hacer directamente sobre ella. Por el contrario, Francisco Nieto es todo
aquello que rodea a esa esencia o verdadero Yo ―educación, enseñanzas,
experiencias, etc.― es lo que cree ser yo por medio de lo conocido gracias al
cerebro y a los sentidos físicos. Pero solo cuando Francisco Nieto ponga
atención a sus deseos, a sus emociones y a la qué piensa y cómo piensa su mente
podrá traer a la manifestación al Yo superior o esencia.
Los hábitos y
respuestas mecánicas, las imitaciones que vamos haciendo desde que nacemos, los
vicios y costumbres, el poco uso del discernimiento, y todo lo que hacemos sin
aplicar la atención plenamente sobre nosotros mismos, es lo que impide que se
desarrolle la verdadera consciencia o autoconsciencia. Está claro pues que la
personalidad, lo que creemos ser, es una falsedad que impide que se desarrolle
la auto-consciencia. A lo largo de su evolución y en determinada vida, todo ser
humano comenzará a sentir en algún momento la presencia de “algo” ―ideales
elevados, interés por la vida superior, etc.― que nace y se desarrolla en él.
Es precisamente a partir de ese “nuevo sentir” cuando se experimenta la
“separación” de la personalidad y de la naciente auto-consciencia.
Suele coincidir en
esta etapa o vida que, a la vez que nace la auto-consciencia, se conecta con
alguna Escuela ―esotérica, oculta o similar― que facilite el conocimiento para
discernir y comprender que no se es dicha falsa personalidad y comience, por
tanto, un desarrollo acelerado de la espiritualidad y de la conciencia. Ese es
el caso de los que en esta vida estamos integrados en alguna escuela ―rosacruz,
teosófica, Arcana, etc.― o los que llevan a la práctica enseñanzas como esta
cuyo origen puede estar en grandes Maestros u otros filósofos o intelectuales
del pasado y del presente que están intentando llevar a la humanidad hacia un
nuevo estado de consciencia. Cuanto más se llevan a la práctica estas nuevas
enseñanzas más se va dominando y anulando a la personalidad que reina en
nosotros como si fuera el verdadero yo; a su vez, más conscientes somos de
nuestras debilidades, defectos, egoísmo y apego. Pero esto no significa que ya
esté floreciendo el Alma, más bien podríamos dejarlo como que estamos
contactando con su delegado, el cual, se hará más poderoso ―a ratos― según nos
demos cuenta de que nos dominan los malos deseos y las emociones negativas y de
que la mente actúa por sí misma.
Pero, no nos
confundamos, el hecho de que aborrezcamos algunos deseos y emociones no
significa que hayamos eliminado a la personalidad puesto que esta personalidad
falsa también está compuesta por otros deseos, sentimientos y emociones “positivas”
que nada tienen que ver con el Ego o Yo superior. Es necesario que la
personalidad se centre en lo positivo ―como primer paso― gracias a la
auto-observación y al discernimiento sobre lo bueno y lo malo, lo correcto o
incorrecto y lo verdadero y lo falso; una vez conseguido esto deberá analizar
su comportamiento y en base a qué sentimientos, deseos o emociones actúa. Por
último, deberá observar a su mente para ver cómo responde ante las impresiones
y las sensaciones, y cómo y qué piensa respecto a su aspecto interno. Es
entonces cuando podríamos decir que estemos alimentando al Yo superior a la vez
que vamos anulando a la personalidad. En esta etapa la esencia o Ego no entra
en juego aún plenamente sino que anda en lucha con la personalidad.
La base del
desarrollo de la conciencia son las experiencias conscientes y éstas existen
para nosotros gracias a que tenemos sentidos y gracias a la memoria pero
¿tendríamos el mismo desarrollo si no tuviéramos la memoria y sólo nos
valiéramos del momento de la experiencia? La mayoría de las personas perderían
gran parte del desarrollo puesto que no son conscientes ―no practican la
observación consciente sobre sí mismos― de lo que sienten, hacen y, sobre todo,
piensan. Somos lo que somos y actuamos como actuamos gracias, principalmente, a
la memoria, y ésta es lo que es gracias a las impresiones que hemos percibido y
guardado desde que nacemos. Si no fuera por la memoria no podríamos especular,
calcular, comparar ni nada de lo que normalmente hacemos. El hombre piensa y
actúa según lo conocido y rara vez piensa algo original, piensa según las
asociaciones de la mente y responde según lo guardado en la memoria de otras
ocasiones pasadas. Pero lo mismo que la memoria se forma con los hechos donde
hemos sido más o menos conscientes ―de ahí que recordemos pocas cosas de la
infancia― el verdadero Yo o Ego se desarrolla según el hombre se esfuerce por
ser auto-consciente asumiendo así el papel de observador de sus cuerpos. Es
más, la quintaesencia de las experiencias de la vida y todo el proceso
post-morten está íntimamente relacionado con el hecho de “ser” o “no ser”
auto-conscientes de lo que hacemos.
2ª parte
Cuando normalmente decimos
“me apetece esto”, “voy a trabajar” o cualquier otra frase similar, por lo
general, no somos auto-conscientes como cuando, por ejemplo, observamos cómo
trabajan nuestras manos teniendo la mente voluntaria y conscientemente
concentrada en ese hecho; ni tampoco estamos en el mismo grado de consciencia
cuando pensamos normalmente que somos conscientes que cuando respondemos a la
pregunta ¿eres consciente? puesto que la pregunta nos obliga a auto-analizarnos
y a responder conscientemente. Si metiéramos en un mismo saco nuestros deseos,
forma de pensar, sentimientos y emociones, vicios, costumbres, etc. ¿qué nos
quedaría como individuos separados de la personalidad? Nos quedarían los hechos
guardados conscientemente en la memoria y, por tanto, muy poca auto-consciencia.
Esta individualidad representaría al Ego o Alma, sin embargo, en la vida real
nos identificamos tanto con ese “saco” que creemos ser él y no nos damos cuenta
de que cuanto más analizamos al mismo como algo separado, más nos recordamos a
nosotros mismos y nos hacemos conscientes de que somos un Yo superior a todos
esos yoes. A primera vista, pues, está claro que según vayamos eliminando todos
esos aspectos de la personalidad iremos obteniendo poder sobre nuestros cuerpos
―físico, emocional y mental― y actuaremos “en consciencia,” lo que significa
que la vida será más fructífera después de la muerte y que el Yo creará un
mejor destino para la próxima vida.
La personalidad
falsa no existe en realidad como un Yo sino que es lo contrario, una acumulación
de hechos y aspectos con los cuales nos hemos identificado por el simple hecho
de haber actuado inconscientemente, por hábitos, instintiva y automáticamente
según lo experimentado en todos los sentidos. Así es que, dicha personalidad
existe gracias a las expresiones de nuestros
cuerpos y pocas como respuestas voluntarias y conscientes como
observadores. Por consiguiente, si queremos ir anulándola progresivamente
debemos observarla, conocerla, no confiar en ella y utilizarla como lo que
verdaderamente somos, un Ser auto-consciente. Por ejemplo, ante un hecho
cualquiera que nos ocurra o ante cualquier acción o respuesta que queramos dar,
normalmente es la personalidad quien se expresa ―para bien o para mal― de ahí
tantos errores, tantas complicaciones y problemas y tantos malos hábitos y
comportamiento entre otros. Sin embargo, si antes de actuar, responder o
decidir observamos al cuerpo emocional o a la mente para ver qué intenta hacer
o cómo actúa o piensa, estaríamos facilitando la manifestación del Yo superior.
A la vez, si recordáramos cada vez más cómo hemos actuado ―como personalidad o
yoes falsos― en el pasado, estaríamos desarrollando la auto-observación y
tendríamos más fácil el poder de expresarnos con voluntad y consciencia.
No cabe la menor
duda que algunos aspectos de la personalidad son útiles ―la buena intención, la
generosidad, la simpatía, etc.― pero con la práctica de la auto-observación y
de recordarnos a nosotros mismos, se potenciaría más el poder del Alma. Es
decir, podemos ser simpáticos como personalidad o podemos ser generosos por
hábito, pero cuando se actúa como Yo superior ―siendo auto-conscientes― la
simpatía o la generosidad se potencian y pueden ir unidas al amor, a la
fraternidad o a la compasión como acto voluntario y consciente; lo que se
expresaría incluso a través del aura. Las personas que normalmente definimos
como “malas” pueden aumentar su maldad si siguen actuando como personalidad,
pero si esas personas comenzaran a practicar la observación de sí mismas
―deseos, sentimientos, emociones y pensamientos― y pusieran voluntad en
recordarse a sí mismos como consciencia, no tardarían en transformar muchos de
esos aspectos malévolos,. Es cierto que esos cambios pueden tardar mucho o poco
tiempo en producirse puesto que aquí entra en juego la evolución alcanzada por
la propia Alma pero, aún así, se conseguirían cambios importantes puesto que la
voluntad es una expresión de dicha Alma.
La práctica del
desarrollo de la auto-consciencia bien puede comenzar por hacer un estudio de
los hábitos, expresiones o aspectos más notables de esa falsa personalidad. Por ejemplo, si la
personalidad fuma y nosotros, como seres pensantes, no queremos que fume,
debemos observar y analizar cuándo y cómo surge el deseo y por qué la mente se
deja dominar y accede a esa tentación. Una vez hecho esto y tomada la decisión
consciente y voluntariamente de “no permitir que la mente se involucre en ese
deseo”, debemos estar “atentos” para observar a dicho deseo cuando se
manifieste para dejarle pasar ―no actuar ni pensar al respecto― sin que la
mente participe en ello para nada. Esto es así porque, además del deseo, la
mente suele expresarse en términos de personalidad y, aunque es muy útil para
el Alma, suele dejarse dominar por los deseos y emociones y no deja de pensar
en todos esos aspectos personales sin que el Ego pueda controlarla por medio de
la voluntad. Está claro que lo primero que hay que hacer en este caso para
dejar de fumar es no fumar, pero eso puede traer como respuesta tensión,
malestar o enfado, lo que también es una actitud de la personalidad; así es que
en estos casos es la atención plena o consciente la que debe centrarse en el sí
mismo o Ser ―olvidarse del deseo y no pensar en nada― para simplemente “ser” o
tener el sentimiento de “existencia” separada, y por encima de esos deseos y
pensamientos. Hay otros aspectos más
sencillos de practicar y con buenos resultados para ir debilitando la
personalidad, por ejemplo, supongamos que una persona sabe y “es consciente” de
que es egoísta y tacaña, pues bien, en ese caso lo que debería hacer es
practicar la generosidad y el altruismo para que los aspectos negativos de la
falsa personalidad mueran por inanición.
Es evidente que la
auto-consciencia no se desarrolla de un día para otro, alcanzar un grado
superior de consciencia sólo significa ser un poco más consciente de lo que
éramos, así es que, de lo que se trata es de saber dar unas pautas a la mente
―no acostumbrada― para que facilite la auto-consciencia y de persistir en esa
práctica despacio pero sin pausa. Para desarrollar la auto-consciencia hay que
observarse a sí mismo y para conseguir esto tiene que haber una lucha con la
imaginación puesto que cada vez que intentamos observar a la personalidad, la mente comienza distraerse y a imaginar.
También suele ocurrir al principio de esta práctica que cuando uno se intenta
observar no le sea nada fácil ser consciente de sí mismo por los innumerables
pensamientos, recuerdos, imágenes, emociones, -etc. que distraen y tientan a la
mente para que no cese en su actividad. Como consecuencia, la base del progreso
para ser consciente y observador de la personalidad y así controlarla y
debilitarla es el hecho de auto-recordarse uno mismo. Por eso es primordial
luchar contra la imaginación y la actividad mental automática practicando una
atención plenamente enfocada sobre lo que perciben los sentidos a la vez que se
concentra la mente y no se la deja actuar por sí misma. Auto-recordarse uno
mismo parece fácil pero no lo es, de hecho, el común de la humanidad es
auto-consciente poquísimas veces al cabo del día.
Aparentemente no es
ni siquiera fácil comprender lo que significa “auto-recordarse uno mismo”, se
va comprendiendo cada vez más según se desarrolla la auto-consciencia, por
ejemplo, ahora mismo, al observar cómo escribe mi mano estas palabras y cómo
pienso lo que voluntariamente quiero estoy siendo consciente de ello o
recordándome a mí mismo como “Ser”. Para acelerar este proceso o
auto-consciencia es conveniente que se auto-recuerde por medio de la
observación ―con la atención concentrada y silenciosa de la mente― en las cosas
sencillas que más a menudo haga ―concentración y auto-observación en la
respiración, el hecho de andar, impedir
que la mente piense por sí misma, observar cómo trabajan nuestras manos, etc.―
verá que con la práctica se va haciendo cada vez más consciente de sus hechos.
La falsa
personalidad que quiere ser el verdadero Yo superior ―nuestros propios engaños,
hábitos mentales, emociones negativas, rasgos, defectos, etc.― basa su
existencia en las emociones y deseos negativos y en las asociaciones y el
pensamiento equivocado de la mente; de hecho, si le quitaran las emociones
negativas, deseos y tentaciones y se controlara la mente para utilizarla sólo
cuándo y cómo queremos, se debilitaría casi totalmente. De acuerdo con esto,
está claro que para dominar o eliminar a la personalidad es necesario
auto-observarnos atenta y concentradamente para conocer nuestros rasgos y forma
de sentir y, además, utilizar a la mente cómo una herramienta para pensar
voluntaria y conscientemente. En este trabajo no cabe la justificación ni el
engañarnos a nosotros mismos, no se la debe legitimizar para nada ni excusar en
sus acciones; es necesario sacrificar la falsa personalidad para que florezca
el Alma. Se trata de que la personalidad sea cada vez menos notable y
persistente, de que cada vez se pueda manifestar menos en nuestras actividades
diarias. La personalidad también tiene
sus métodos de defensa, si una persona tiene por costumbre beber alcohol a
determinadas horas del día o irse a la cama a las 12 de la noche y comienza a
no beber o a irse a la cama a las 10 verá que la personalidad se manifiesta con
cierto malestar, si se persiste puede haber otras manifestaciones peores. Pero
es evidente que para debilitar a la personalidad hay que comenzar por esas
actuaciones ya que de otra forma no conseguiríamos nada; con estas prácticas el
yo superior se hace activo mientras que el yo inferior o personalidad se hace
pasivo.
Es lógico que quien
esté preparado para comprender esta enseñanza y quiera aplicarla a su vida
piense que si la voluntad representa al Yo superior y éste apenas puede
manifestarse, ¿de dónde sacamos fuerza o voluntad para comenzar la lucha? La
voluntad en nosotros nace de un fuerte deseo de ahí que la mayoría de las
personas confunden voluntad con voluntariedad u obstinación. La voluntad se
desarrolla creando causas nuevas y utilizándola en la atención concentrada de
la mente sobre el “sentir” y el “pensar”. La voluntad se desarrolla en gran
medida cuando en una determinada vida una persona se dedica a hacer trabajos
como los que aquí se explican entre otros. Cuantos más conocimientos de este
tipo y más práctica más se desarrolla la voluntad. Las líneas de trabajo más
importantes para llevar a cabo son: la observación del cuerpo de deseos
―deseos, sentimientos y emociones― para conocerlos y diferenciarlos del Yo
superior; la observación de la mente para ver cómo y qué piensa y así saber que
tampoco es el Yo superior; y la voluntad que se debe desarrollar respecto a lo
anterior. La voluntad común del hombre es más bien “pequeñas voluntades
esporádicas” que cambian muy a menudo. Los resultados de lo que llamamos
voluntad están relacionados con el esfuerzo y el sacrificio por algo que
deseamos, para lo cual se necesita conocimiento.
Con esto quiero
decir que quien se esfuerce en trabajar por la auto-observación y la atención
plena y consciente para recordarse a sí mismo en todo momento, estará
desarrollado la voluntad. Pongamos un ejemplo: Una persona siente el impulso de
la personalidad de hacer algo pero, si por medio de un chispazo de
auto-consciencia advirtiendo que eso no es correcto decide “no hacerlo”,
estaría auto-recordándose a sí mismo y desarrollando la voluntad. Recordarnos
como un Yo superior no es algo abstracto o imaginativo, es un acto de voluntad;
no es un pensamiento sino una acción voluntaria, ni tampoco repitiendo “yo soy
yo” se consigue nada. Cada vez que nos auto-recordamos aumentamos el poder del
Ego. Pensando conscientemente antes de actuar se desarrolla la voluntad, pero
si nos esforzamos por hacer algo más y mejor cada día, a la vez cambiaremos la
personalidad hacia un aspecto más positivo moral, intelectual y espiritual. En
la vida se suele hacer lo que se puede pero si queremos cambiar hay que hacer
más de eso.
El desarrollo de la
auto-consciencia es muy importante también respecto a las decisiones. Las
decisiones del común de la humanidad tienen poca validez, según se encuentre de
ánimos o de deseos la voluntad así tomará decisiones en un momento dado pero al
poco rato y según el nuevo estado emocional o mental puede cambiarlo. Las
verdaderas decisiones son tomadas con consciencia y voluntad, nuestras
decisiones más comunes son respuestas a los sucesos de nuestra vida. Mientras
no nos esforcemos por ser por recordar, por no olvidar o no dejarnos llevar, y por realizar algo
superior cada día, no conseguiremos nada. Para progresar es necesario tener
presente estos ejercicios a diario, hay que analizarse uno mismo para ponerse a
trabajar, hay que ver qué obstáculos hay que superar y qué virtudes
desarrollar, hay que pensar correctamente y hay que tener voluntad del Alma y
no deseo personal o cabezonería. Es necesaria una correcta coordinación entre
el deseo, el sentimiento, la palara, el pensamiento y la acción a la hora de
decidir dónde comenzar a trabajar para el propio desarrollo. A la vez, es
aconsejable tener determinación para definir el objetivo a trabajar,
preferiblemente fácil o cercano a o sobre nosotros. Si no fijamos en la mente
claramente lo que queremos nada conseguiremos puesto que la mente anda siempre
de un lado para otro. Los objetivos pueden ser muchos pero hasta que alcancemos
cierto grado de autoconsciencia no conseguiremos mucho.
Francisco
Nieto
*
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
TERCERA PARTE
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