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EL TRABAJO DE LA CONCIENCIA SOBRE LA PERSONALIDAD - Francisco Nieto



EL TRABAJO DE LA CONCIENCIA SOBRE LA PERSONALIDAD

Todo ocultista sabe que el cuerpo físico, el cuerpo de deseos (de los sentimientos, deseos y emociones) y la mente (imaginación, pensamientos, intuición..) forman las personalidad o ego, mientras que la Esencia o Alma que está en el estado inmediatamente superior de los mundos a los que pertenece ese ego, es el Yo superior o Ego (con mayúscula) También sabemos los ocultistas que el futuro próximo de nuestra evolución pasa por que ese Ego domine a todos esos yoes (deseos, emociones y pensamientos) que dirigen nuestra vida cotidiana y que con su automatismo de acción nos perjudican, para que el Ego ocupe su lugar. De aquí que desde hace miles de años algunos Maestros e iniciados se hayan esforzado en darnos las instrucciones para conseguirlo. En definitiva se trata de conseguir separar la consciencia de la mente y del cuerpo de deseos para así actuar como un observador.

Para diferenciar el ego del Ego y el yo del Yo superior para así tener más claro de lo que hablamos, vamos a llamar “nuestro cuerpo” al conjunto formado por el cuerpo físico, de deseos y mental. ¿Por qué hacemos esto? 1º.- Porque el cuerpo físico como tal no es real y 2º.- Porque esas partes que forman nuestro cuerpo o personalidad (incluyendo la vida) están compenetradas. El cuerpo físico es una percepción de sus propios sentidos y nosotros, como mente, sólo percibimos lo externo y lo que, según su grado vibracional, alcanzan a percibir los ojos; sin embargo, no percibimos la Verdad que reside en lo interior. Así es que el cuerpo físico no es lo que aparenta ser, no es físico, ni líquido, es un conjunto de átomos vibrando en el vacío pero, sin embargo, está vivo. Como campo energético vibracional indica que podemos adentrarnos en el cuerpo para transcenderle y así saber verdaderamente quiénes somos y conocernos más allá de los deseos, de las emociones y de los pensamientos. Por tanto se trata de auto-observarnos, conocernos y alcanzar a nuestra verdadera Esencia o Alma para identificarnos con ella mientras hacemos lo contrario con el ego o yo inferior.

Como podemos comprobar, el aislamiento de los ruidos del mundo y de las respuestas involuntarias e inconscientes de nuestros cuerpos sutiles (cuerpo de deseos y mente) solo se puede conseguir por medio de la observación que hacemos como algo separado de todo ello, sea externo (lo que nos llega por los sentidos) o interno (sentimientos, emociones y pensamientos que la mente crea sin que lo deseemos ni que seamos conscientes) Para ser observadores o auto-observadores hay que estar como “presencia” es decir, conscientes en ese objeto u hecho aquí y ahora. No se puede estar presente si se está pensando porque si pensamos estamos  en el papel de la mente como pensadores, y eso solo se debe hacer (conscientemente) cuando las circunstancias lo requieran en este mundo. Para estar presente en cada momento y encontrar la paz hay que separase de la voz que habla en nuestro cerebro, es necesario que no haya identificación con la mente y mucho menos que nos dejemos llevar por sus constantes creaciones mentales.

Cuando conseguimos que esa voz cese percibimos una sensación de plenitud y bienestar que bien  podríamos definir como la vida misma en nosotros. Por tanto, estar presente en cada aquí y ahora es contactar con el flujo de la vida a través de lo que observamos o prestamos plena atención, es, en definitiva, estar presentes como conciencias. En este estado de conciencia y de libertad se puede disfrutar de la vida de otra forma a lo conocido porque la satisfacción no es física, pero esto no ocurre gracias a aquello que nos sucede sino al estado de auto-observación y conciencia que hemos alcanzado. No hay que confundir el “estar presente voluntaria y conscientemente” con la concentración porque ésta es mental y se practica con un objetivo (dominio de la mente) mientras que la atención u observación plena es relajada, no tiene objetivo y solo hace que “estar atenta” en cada momento o situación. Cuando practicamos esta atención plena nos podemos dar cuenta de cómo la mente está siempre en las cosas del pasado o proyectando hechos hacia el futuro pero casi nunca en el presente o aquí y ahora. Prestar plena atención a cualquier cosa es entrar de lleno en lo que ese instante contenga o muestre pero sin utilizar a la mente.

Cuando llevamos esta práctica hacia el interior de nuestro propio cuerpo nos convertimos en un observador o presencia silenciosa, en una esencia a diferencia de la mente que es un cuerpo o forma. De la mente proceden las identificaciones con el mundo físico y con lo interior o exterior, pero con la plena observación (lo que es consciencia) lo que hacemos es “observar” las formas sin identificarnos con ellas, (lo que también ayuda respecto al desapego, al egoísmo y al materialismo) Así podemos observar lo interno (actividad emocional y mental) los estados de ánimo, las circunstancias externas, etc. pero sin identificarnos con ellas. El observador silencioso es conciencia y por eso no está implicado en ese “hacer” constante de sensaciones, emociones y pensamientos; él es un “no hacer nada”, un simplemente “estar plenamente atento”. El observador silencioso no es ningún yo, es la presencia o conciencia que percibe sin identificarse con nada ni con el yo.

El cuerpo de deseos o emocional, junto con la mente, es uno de los dos aspectos personales que más impide el desarrollo espiritual y el control del Ego sobre la personalidad. Pero cuando digo “impide” me estoy refiriendo a la visión que la mayoría de las personas tienen respecto a que las emociones, sentimientos y deseos dominan a la personalidad sin que  ésta se dé cuenta de que puede impedirlo por el simple hecho de experimentarlos sin identificarse con ellos. Cuando, desde la posición del Ego o Alma, dejamos de considerar a las emociones como energías positivas o negativas y las experimentamos como formas temporales de energías fruto de impactos externos o de los pensamientos de la mente, comenzamos a verlas y a vivirlas de una manera más profunda y diferente; es decir, nos sentimos más libres porque no nos identificamos con ellas. Un motivo externo o un pensamiento interno puede causarnos, como efecto, odio, resentimiento, felicidad o alegría pero el que eso nos afecte y nos haga actuar y responder o no dependerá del hecho de ser conscientes o lo contario.

Como casi autómatas que somos, la mayoría de las veces respondemos a lo que vemos y oímos, a lo que nos hacen o a lo que sentimos, con una emoción o deseo inconsciente (que muchas veces nos arrepentimos de ello) y digo inconsciente porque estamos tan acostumbrados e identificados con ellos que no nos damos cuenta. Nos convertimos en emociones, deseos y pensamientos (buenos o malos) y según sea su naturaleza así nos comportamos y así engrandecemos ese amor, odio, resentimiento, etc. Como estos cuerpos están compenetrados y se comunican por su sutil vibración, cuanto más pensamos en ese impacto o pensamiento que nos ha afectado (por ejemplo de odio) más estimulamos y alimentamos la correspondiente emoción, y ésta, a su vez, atrae otras similares de su entorno y vuelve a estimular a la mente para que volvamos a pensar y a engrandecer el tema que nos afecta. De esta forma inconsciente estamos convirtiéndonos en odio, emitiendo vibraciones de odio hacia el exterior, y mostrando un semblante de odio y todo por no saber liberarnos de todo ello desde la posición de ese observador silencioso.

Cuando cualquier aspecto de este cuerpo de deseos nos afecta y nos domina (preocupaciones, problemas, miedos, etc.) buscamos la manera de librarnos de ellos porque sabemos que nos puede obsesionar, transformar e incluso poner enfermos. Para encontrar una solución debemos meternos en el cuerpo que es donde se origina todo esto que nos domina y perturba. Por tanto, si hacemos de observadores conscientes y estamos atentos plenamente a lo que ocurre entre las emociones y la mente sin entrar en ello y sin hacer juicios, entonces deja de identificarse y se libera. ¿Qué ha ocurrido?

1º.- Que una energía (mental o emocional) ha penetrado en el cuerpo.
2º.- Que el ego o personalidad a respondido y se ha implicado e identificado
       con ello hasta engrandecerlo.
3º.- Que el Ego o Conciencia lo ha observado sin inmiscuirse.
4º.- Que ha desaparecido y se ha sentido libre y en la más completa calma.

Ante un caso como este se trata de observar atentamente y sin pensar para “dejar ser” a lo que sea (puesto que nosotros no hacemos nada) esto hace que se interrumpa la conexión entre el cuerpo de deseos y la mente, entre la emoción y el pensamiento. Así, trabajando desde fuera del problema o cuestión, dejamos de actuar según la influencia de esos cuerpos y dejamos de sufrir por esa falta de liberación que nos ahoga. Somos libres de elegir una acción u otra, si nos metemos entre la emoción y el pensamiento nos veremos dominados y transformados salvo que sepamos utilizar la mente voluntaria y conscientemente para resolver físicamente el asunto, pero eso no evitará el sufrimiento interno. Mientras que si hacemos de observador silencioso y consciente de la situación, dejaremos de estar dominados por la emoción y el problema para siempre y encontraremos la solución física después más fácilmente.

Hagamos una prueba, cuando algo nos preocupe o nos cause malestar, en vez de hacernos uno con ello por medio del sentir y del pensar, hagámonos conscientes en ese mismo momento (aquí y ahora) y, olvidándonos de ello, centrémonos (sin pensar) en la respiración interna del cuerpo. O bien, cuando eso que nos causa malestar está presente, observémoslo sin entrar en él, ni juzgar ni hacer nada, ¿qué nos queda? una imagen y poco más, pero no hay preocupación ni sufrimiento por dicha emoción ¿Y todo por qué? Pues porque la “presencia del Ser” en ese presente o ahora es más fuerte que el problema que haya. Las emociones son parte de la naturaleza animal y humana, por eso debemos reconocerlas, sentirlas y experimentarlas para poder evolucionar. Sin embargo, no son ellas las que nos hacen mal o nos separan unos de otros, es la ignorancia de saber lo que verdaderamente somos, la ignorancia de identificarnos con ellas y aumentar su poder, la ignorancia de que una vez dominados por ellas actuamos como ellas, y la ignorancia de no saber librarnos de su dominio y ser nosotros, como “Presencia” o “Esencia” espiritual, quienes dirijamos nuestras vidas. Así es que, ante las pruebas de la vida y ante la posición de la personalidad, lo mejor es interiorizarse y observar atentamente sin inmiscuirse o perderse en el hecho, sin identificarse ni luchar; así se suele encontrar la solución que procede de la conciencia.

¿Quién no ha tenido resentimiento? El resentimiento nace en nosotros por muchas cosas como, por ejemplo, alguien que nos pone a prueba, provoca o nos da una lección que nos duele. A veces estamos resentidos con nosotros mismos, y otras, nuestro resentimiento hace que culpemos a otros de lo que nos ocurre o de nuestras responsabilidades pero, de cualquier forma, el resentimiento se vuelve contra nosotros haciéndonos sufrir y contagia, a través nuestro, a lo que nos rodea. El único refugio donde podemos librarnos de él es en nuestro interior, y la mejor manera es  en el momento en que ocurra, en el aquí y ahora o momento presente. Todo es cosa de práctica, pero lo cierto es que el resentimiento se disuelve y que, aun haciendo lo mismo que antes, algo ha cambiado y ya no sufrimos. Es como si algo en nuestro interior nos hiciera comprender que debemos ”aceptar” las cosas y los sufrimientos, con la diferencia de que cuando se acepta ya no hay sufrimiento y nos sentimos libres.

En nuestro interior tenemos la solución para todo, vivir plenamente conscientes y atentos nos libera de sufrimiento. Da igual que nos sintamos víctimas de alguien, que juzguemos a otro o a nosotros mismos, sea lo que sea, algo nos hace sentir una especie de sufrimiento dentro de nosotros, pero si se presta atención a esa sensación, ésta cambia y se encuentra una solución. Observarnos internamente nos facilita una solución que deberíamos aceptar porque viene de un nivel superior al de la personalidad, pero cuidado, no debe transformarse en sentido de personalidad y de forma inconsciente como solemos estar casi siempre, la solución deber ser consciente para que lo personal no nos vuelva a hacer sufrir. Cuando observamos las creaciones y manifestaciones del ego (sentimientos de agresión, envidia, crítica, etc.) no debemos identificarnos con ello y hacerlo nuestro (como solemos hacer por medio de la identificación) porque entonces nos domina y puede que incluso nos haga llegar más lejos causándonos más sufrimiento; lo ideal es observarlo imparcial y atentamente, (como conciencia) para así desapegarnos y ver cómo desaparece.

Por lo general y cuando se sufre emocionalmente, se suele culpar a los demás o a las circunstancias, aunque estemos dominados por una emoción o por un deseo que nos hace sufrir solemos negarlo y aparentar que todo va bien a la  vez que vamos contaminando con esa vibración a quienes nos rodean. Cuando, a raíz de una prueba o problema, surge una emoción que nos aflige y  no la resolvemos a tiempo, deja dentro de nosotros su huella, una huella que, a su vez, aumentará todas las dejadas anteriormente contaminando así el cuerpo de deseos y la mente y causándonos más sufrimiento cada vez que afloren. Así es como ante los desafíos de la vida nos manifestamos como esas huellas que hemos dejado en nosotros antes (rencor, odio, enjuiciamiento, etc.) y lo peor, es que por más que queremos eliminarlo de nuestra vida más nos cuesta y surgen cuando menos lo esperamos y a la menor provocación. La solución está en  absorberla cuando se manifiesta, ver cómo actúa esa emoción o huella y ver cómo nos influye porque estamos apegados a ella, entonces y mediante el desapego será como nos liberaremos para comprobar después que ya no tiene poder sobre nosotros.

Está claro que cuando rechazamos o nos resistimos a algo, que cada vez que una emoción o deseo nos hace juzgar, odiar, etc., o que cuando intentamos eliminarlo, estamos eligiendo sufrir. Esto no ocurre cuando enfocamos la atención plena en nuestros cuerpos sutiles emocional y mental porque el hecho de observar lo que pasa dejando que la emoción o el pensamiento sea libre y sin, ni siquiera, intentar hacerlo desaparecer, entonces y aunque parezca muy grande, terminará desapareciendo. Es cierto que hay emociones que son muy persistentes y vuelven a intentar manifestarse una y otra vez para hacernos sufrir porque se han hecho muy fuerte en el ego y este está muy identificado con ellas, pero poco a poco y según llevemos a la práctica esta enseñanza conseguiremos que no nos hagan sufrir.

La negatividad que cada uno de nosotros lleva dentro no es solo de esta vida sino que también procede, en parte, de los resultados de otras vidas anteriores y pueden estar  ahí para manifestarse a modo de prueba, tentación, sufrimiento kármico u otros aspectos. Puede estar latente pero también puede despertar en cualquier momento y hacernos sufrir o hacernos actuar de forma que el efecto sea también sufrimiento; es, por tanto, como un ser que busca alimento y que nosotros reconocemos y no nos importa (por lo general) alimentarle con nuestra maldad, irresponsabilidad y negatividad en todos los sentidos. Como, generalmente, no nos auto-observamos internamente, no nos damos cuenta y actuamos automáticamente o por hábito y le alimentamos aumentando así su poder sobre nosotros, así, el que suele criticar muy a menudo lo seguirá haciendo aunque su conciencia le diga que no lo haga o aunque tenga problemas y sufra por sus críticas. Así cada patrón negativo que cada uno tiene va dominando incluso a la mente haciendo que ésta piense en esa negatividad y ésta, a su vez y cada vez más, intenta  impulsar al cuerpo físico a la acción a la vez que los propios pensamientos hacen sufrir. Estas manifestaciones producen una sensación física que, si enfocamos nuestra atención en ella, aunque haga falta hacerlo varias veces, la unión entre la negatividad y la mente se terminará y se producirá una transmutación del sufrimiento.

Esta es una buena manera de deshacerse o de transformar esas negatividades del pasado que nos dominan y nos impulsan a hacer un mal que, tarde o temprano, nos trae sufrimiento. Al mismo tiempo, esta práctica aumenta el poder de la conciencia, solo es necesario observarlas consciente y voluntariamente, como observa el verdadero Ser o Ego, aquí y ahora. En esta práctica la conciencia es imparcial, no se inclina por el bien ni por el mal, ni excluye la luz ni la oscuridad. Por consiguiente, cuando observamos nuestro interior desde ese estado, no depreciamos nuestras negatividades ni lo que nos hace sufrir, más bien nos damos cuenta de que todo eso que antes rechazábamos y a lo que nos resistíamos nos brinda la oportunidad de librarnos del pasado. El hecho de observar como conciencia todo lo que antes rechazábamos, hace que no nos resistamos a verlo y que lo aceptemos como tal, es decir, la conciencia nos transforma en luz un poquito más cada vez que actuamos así. Tampoco hay que olvidar que el hecho de ser conscientes de que las formas de pensamiento están animadas  por vidas y que debemos identificarnos con ellas y no con las formas, nos permite ir más allá de la mente y progresar como consciencias, obteniendo así alegría y felicidad.


                                   Francisco Nieto

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