EL
TRABAJO DE LA CONCIENCIA SOBRE LA PERSONALIDAD
Todo
ocultista sabe que el cuerpo físico, el cuerpo de deseos (de los sentimientos,
deseos y emociones) y la mente (imaginación, pensamientos, intuición..) forman
las personalidad o ego, mientras que la Esencia o Alma que está en el estado
inmediatamente superior de los mundos a los que pertenece ese ego, es el Yo
superior o Ego (con mayúscula) También sabemos los ocultistas que el futuro
próximo de nuestra evolución pasa por que ese Ego domine a todos esos yoes
(deseos, emociones y pensamientos) que dirigen nuestra vida cotidiana y que con
su automatismo de acción nos perjudican, para que el Ego ocupe su lugar. De
aquí que desde hace miles de años algunos Maestros e iniciados se hayan
esforzado en darnos las instrucciones para conseguirlo. En definitiva se trata
de conseguir separar la consciencia de la mente y del cuerpo de deseos para así
actuar como un observador.
Para
diferenciar el ego del Ego y el yo del Yo superior para así tener más claro de
lo que hablamos, vamos a llamar “nuestro cuerpo” al conjunto formado por el
cuerpo físico, de deseos y mental. ¿Por qué hacemos esto? 1º.- Porque el cuerpo
físico como tal no es real y 2º.- Porque esas partes que forman nuestro cuerpo
o personalidad (incluyendo la vida) están compenetradas. El cuerpo físico es una
percepción de sus propios sentidos y nosotros, como mente, sólo percibimos lo
externo y lo que, según su grado vibracional, alcanzan a percibir los ojos; sin
embargo, no percibimos la Verdad que reside en lo interior. Así es que el
cuerpo físico no es lo que aparenta ser, no es físico, ni líquido, es un
conjunto de átomos vibrando en el vacío pero, sin embargo, está vivo. Como
campo energético vibracional indica que podemos adentrarnos en el cuerpo para
transcenderle y así saber verdaderamente quiénes somos y conocernos más allá de
los deseos, de las emociones y de los pensamientos. Por tanto se trata de auto-observarnos,
conocernos y alcanzar a nuestra verdadera Esencia o Alma para identificarnos
con ella mientras hacemos lo contrario con el ego o yo inferior.
Como
podemos comprobar, el aislamiento de los ruidos del mundo y de las respuestas
involuntarias e inconscientes de nuestros cuerpos sutiles (cuerpo de deseos y
mente) solo se puede conseguir por medio de la observación que hacemos como
algo separado de todo ello, sea externo (lo que nos llega por los sentidos) o
interno (sentimientos, emociones y pensamientos que la mente crea sin que lo
deseemos ni que seamos conscientes) Para ser observadores o auto-observadores
hay que estar como “presencia” es decir, conscientes en ese objeto u hecho aquí
y ahora. No se puede estar presente si se está pensando porque si pensamos
estamos en el papel de la mente como
pensadores, y eso solo se debe hacer (conscientemente) cuando las
circunstancias lo requieran en este mundo. Para estar presente en cada momento
y encontrar la paz hay que separase de la voz que habla en nuestro cerebro, es
necesario que no haya identificación con la mente y mucho menos que nos dejemos
llevar por sus constantes creaciones mentales.
Cuando
conseguimos que esa voz cese percibimos una sensación de plenitud y bienestar
que bien podríamos definir como la vida
misma en nosotros. Por tanto, estar presente en cada aquí y ahora es contactar
con el flujo de la vida a través de lo que observamos o prestamos plena
atención, es, en definitiva, estar presentes como conciencias. En este estado
de conciencia y de libertad se puede disfrutar de la vida de otra forma a lo
conocido porque la satisfacción no es física, pero esto no ocurre gracias a
aquello que nos sucede sino al estado de auto-observación y conciencia que
hemos alcanzado. No hay que confundir el “estar presente voluntaria y
conscientemente” con la concentración porque ésta es mental y se practica con
un objetivo (dominio de la mente) mientras que la atención u observación plena
es relajada, no tiene objetivo y solo hace que “estar atenta” en cada momento o
situación. Cuando practicamos esta atención plena nos podemos dar cuenta de
cómo la mente está siempre en las cosas del pasado o proyectando hechos hacia
el futuro pero casi nunca en el presente o aquí y ahora. Prestar plena atención
a cualquier cosa es entrar de lleno en lo que ese instante contenga o muestre
pero sin utilizar a la mente.
Cuando
llevamos esta práctica hacia el interior de nuestro propio cuerpo nos
convertimos en un observador o presencia silenciosa, en una esencia a
diferencia de la mente que es un cuerpo o forma. De la mente proceden las
identificaciones con el mundo físico y con lo interior o exterior, pero con la
plena observación (lo que es consciencia) lo que hacemos es “observar” las
formas sin identificarnos con ellas, (lo que también ayuda respecto al
desapego, al egoísmo y al materialismo) Así podemos observar lo interno
(actividad emocional y mental) los estados de ánimo, las circunstancias
externas, etc. pero sin identificarnos con ellas. El observador silencioso es
conciencia y por eso no está implicado en ese “hacer” constante de sensaciones,
emociones y pensamientos; él es un “no hacer nada”, un simplemente “estar
plenamente atento”. El observador silencioso no es ningún yo, es la presencia o
conciencia que percibe sin identificarse con nada ni con el yo.
El
cuerpo de deseos o emocional, junto con la mente, es uno de los dos aspectos
personales que más impide el desarrollo espiritual y el control del Ego sobre
la personalidad. Pero cuando digo “impide” me estoy refiriendo a la visión que
la mayoría de las personas tienen respecto a que las emociones, sentimientos y
deseos dominan a la personalidad sin que
ésta se dé cuenta de que puede impedirlo por el simple hecho de
experimentarlos sin identificarse con ellos. Cuando, desde la posición del Ego
o Alma, dejamos de considerar a las emociones como energías positivas o
negativas y las experimentamos como formas temporales de energías fruto de
impactos externos o de los pensamientos de la mente, comenzamos a verlas y a
vivirlas de una manera más profunda y diferente; es decir, nos sentimos más
libres porque no nos identificamos con ellas. Un motivo externo o un pensamiento
interno puede causarnos, como efecto, odio, resentimiento, felicidad o alegría
pero el que eso nos afecte y nos haga actuar y responder o no dependerá del
hecho de ser conscientes o lo contario.
2º
Como
casi autómatas que somos, la mayoría de las veces respondemos a lo que vemos y
oímos, a lo que nos hacen o a lo que sentimos, con una emoción o deseo
inconsciente (que muchas veces nos arrepentimos de ello) y digo inconsciente
porque estamos tan acostumbrados e identificados con ellos que no nos damos
cuenta. Nos convertimos en emociones, deseos y pensamientos (buenos o malos) y
según sea su naturaleza así nos comportamos y así engrandecemos ese amor, odio,
resentimiento, etc. Como estos cuerpos están compenetrados y se comunican por
su sutil vibración, cuanto más pensamos en ese impacto o pensamiento que nos ha
afectado (por ejemplo de odio) más estimulamos y alimentamos la correspondiente
emoción, y ésta, a su vez, atrae otras similares de su entorno y vuelve a
estimular a la mente para que volvamos a pensar y a engrandecer el tema que nos
afecta. De esta forma inconsciente estamos convirtiéndonos en odio, emitiendo
vibraciones de odio hacia el exterior, y mostrando un semblante de odio y todo
por no saber liberarnos de todo ello desde la posición de ese observador
silencioso.
Cuando
cualquier aspecto de este cuerpo de deseos nos afecta y nos domina
(preocupaciones, problemas, miedos, etc.) buscamos la manera de librarnos de
ellos porque sabemos que nos puede obsesionar, transformar e incluso poner enfermos.
Para encontrar una solución debemos meternos en el cuerpo que es donde se
origina todo esto que nos domina y perturba. Por tanto, si hacemos de
observadores conscientes y estamos atentos plenamente a lo que ocurre entre las
emociones y la mente sin entrar en ello y sin hacer juicios, entonces deja de
identificarse y se libera. ¿Qué ha ocurrido?
1º.- Que una
energía (mental o emocional) ha penetrado en el cuerpo.
2º.- Que el ego o
personalidad a respondido y se ha implicado e identificado
con ello hasta engrandecerlo.
3º.- Que el Ego o
Conciencia lo ha observado sin inmiscuirse.
4º.- Que ha
desaparecido y se ha sentido libre y en la más completa calma.
Ante
un caso como este se trata de observar atentamente y sin pensar para “dejar
ser” a lo que sea (puesto que nosotros no hacemos nada) esto hace que se
interrumpa la conexión entre el cuerpo de deseos y la mente, entre la emoción y
el pensamiento. Así, trabajando desde fuera del problema o cuestión, dejamos de
actuar según la influencia de esos cuerpos y dejamos de sufrir por esa falta de
liberación que nos ahoga. Somos libres de elegir una acción u otra, si nos
metemos entre la emoción y el pensamiento nos veremos dominados y transformados
salvo que sepamos utilizar la mente voluntaria y conscientemente para resolver
físicamente el asunto, pero eso no evitará el sufrimiento interno. Mientras que
si hacemos de observador silencioso y consciente de la situación, dejaremos de
estar dominados por la emoción y el problema para siempre y encontraremos la
solución física después más fácilmente.
Hagamos
una prueba, cuando algo nos preocupe o nos cause malestar, en vez de hacernos
uno con ello por medio del sentir y del pensar, hagámonos conscientes en ese
mismo momento (aquí y ahora) y, olvidándonos de ello, centrémonos (sin pensar)
en la respiración interna del cuerpo. O bien, cuando eso que nos causa malestar
está presente, observémoslo sin entrar en él, ni juzgar ni hacer nada, ¿qué nos
queda? una imagen y poco más, pero no hay preocupación ni sufrimiento por dicha
emoción ¿Y todo por qué? Pues porque la “presencia del Ser” en ese presente o
ahora es más fuerte que el problema que haya. Las emociones son parte de la
naturaleza animal y humana, por eso debemos reconocerlas, sentirlas y experimentarlas
para poder evolucionar. Sin embargo, no son ellas las que nos hacen mal o nos
separan unos de otros, es la ignorancia de saber lo que verdaderamente somos,
la ignorancia de identificarnos con ellas y aumentar su poder, la ignorancia de
que una vez dominados por ellas actuamos como ellas, y la ignorancia de no
saber librarnos de su dominio y ser nosotros, como “Presencia” o “Esencia”
espiritual, quienes dirijamos nuestras vidas. Así es que, ante las pruebas de
la vida y ante la posición de la personalidad, lo mejor es interiorizarse y
observar atentamente sin inmiscuirse o perderse en el hecho, sin identificarse
ni luchar; así se suele encontrar la solución que procede de la conciencia.
¿Quién
no ha tenido resentimiento? El resentimiento nace en nosotros por muchas cosas
como, por ejemplo, alguien que nos pone a prueba, provoca o nos da una lección
que nos duele. A veces estamos resentidos con nosotros mismos, y otras, nuestro
resentimiento hace que culpemos a otros de lo que nos ocurre o de nuestras
responsabilidades pero, de cualquier forma, el resentimiento se vuelve contra
nosotros haciéndonos sufrir y contagia, a través nuestro, a lo que nos rodea.
El único refugio donde podemos librarnos de él es en nuestro interior, y la
mejor manera es en el momento en que ocurra,
en el aquí y ahora o momento presente. Todo es cosa de práctica, pero lo cierto
es que el resentimiento se disuelve y que, aun haciendo lo mismo que antes,
algo ha cambiado y ya no sufrimos. Es como si algo en nuestro interior nos
hiciera comprender que debemos ”aceptar” las cosas y los sufrimientos, con la
diferencia de que cuando se acepta ya no hay sufrimiento y nos sentimos libres.
En
nuestro interior tenemos la solución para todo, vivir plenamente conscientes y
atentos nos libera de sufrimiento. Da igual que nos sintamos víctimas de
alguien, que juzguemos a otro o a nosotros mismos, sea lo que sea, algo nos
hace sentir una especie de sufrimiento dentro de nosotros, pero si se presta
atención a esa sensación, ésta cambia y se encuentra una solución. Observarnos
internamente nos facilita una solución que deberíamos aceptar porque viene de
un nivel superior al de la personalidad, pero cuidado, no debe transformarse en
sentido de personalidad y de forma inconsciente como solemos estar casi siempre,
la solución deber ser consciente para que lo personal no nos vuelva a hacer
sufrir. Cuando observamos las creaciones y manifestaciones del ego (sentimientos
de agresión, envidia, crítica, etc.) no debemos identificarnos con ello y
hacerlo nuestro (como solemos hacer por medio de la identificación) porque
entonces nos domina y puede que incluso nos haga llegar más lejos causándonos
más sufrimiento; lo ideal es observarlo imparcial y atentamente, (como
conciencia) para así desapegarnos y ver cómo desaparece.
3º
Por
lo general y cuando se sufre emocionalmente, se suele culpar a los demás o a
las circunstancias, aunque estemos dominados por una emoción o por un deseo que
nos hace sufrir solemos negarlo y aparentar que todo va bien a la vez que vamos contaminando con esa vibración
a quienes nos rodean. Cuando, a raíz de una prueba o problema, surge una
emoción que nos aflige y no la
resolvemos a tiempo, deja dentro de nosotros su huella, una huella que, a su
vez, aumentará todas las dejadas anteriormente contaminando así el cuerpo de
deseos y la mente y causándonos más sufrimiento cada vez que afloren. Así es
como ante los desafíos de la vida nos manifestamos como esas huellas que hemos
dejado en nosotros antes (rencor, odio, enjuiciamiento, etc.) y lo peor, es que
por más que queremos eliminarlo de nuestra vida más nos cuesta y surgen cuando
menos lo esperamos y a la menor provocación. La solución está en absorberla cuando se manifiesta, ver cómo
actúa esa emoción o huella y ver cómo nos influye porque estamos apegados a ella,
entonces y mediante el desapego será como nos liberaremos para comprobar
después que ya no tiene poder sobre nosotros.
Está
claro que cuando rechazamos o nos resistimos a algo, que cada vez que una
emoción o deseo nos hace juzgar, odiar, etc., o que cuando intentamos
eliminarlo, estamos eligiendo sufrir. Esto no ocurre cuando enfocamos la
atención plena en nuestros cuerpos sutiles emocional y mental porque el hecho
de observar lo que pasa dejando que la emoción o el pensamiento sea libre y
sin, ni siquiera, intentar hacerlo desaparecer, entonces y aunque parezca muy
grande, terminará desapareciendo. Es cierto que hay emociones que son muy persistentes
y vuelven a intentar manifestarse una y otra vez para hacernos sufrir porque se
han hecho muy fuerte en el ego y este está muy identificado con ellas, pero
poco a poco y según llevemos a la práctica esta enseñanza conseguiremos que no
nos hagan sufrir.
La
negatividad que cada uno de nosotros lleva dentro no es solo de esta vida sino
que también procede, en parte, de los resultados de otras vidas anteriores y pueden
estar ahí para manifestarse a modo de
prueba, tentación, sufrimiento kármico u otros aspectos. Puede estar latente
pero también puede despertar en cualquier momento y hacernos sufrir o hacernos
actuar de forma que el efecto sea también sufrimiento; es, por tanto, como un
ser que busca alimento y que nosotros reconocemos y no nos importa (por lo
general) alimentarle con nuestra maldad, irresponsabilidad y negatividad en
todos los sentidos. Como, generalmente, no nos auto-observamos internamente, no
nos damos cuenta y actuamos automáticamente o por hábito y le alimentamos
aumentando así su poder sobre nosotros, así, el que suele criticar muy a menudo
lo seguirá haciendo aunque su conciencia le diga que no lo haga o aunque tenga
problemas y sufra por sus críticas. Así cada patrón negativo que cada uno tiene
va dominando incluso a la mente haciendo que ésta piense en esa negatividad y ésta,
a su vez y cada vez más, intenta
impulsar al cuerpo físico a la acción a la vez que los propios
pensamientos hacen sufrir. Estas manifestaciones producen una sensación física
que, si enfocamos nuestra atención en ella, aunque haga falta hacerlo varias
veces, la unión entre la negatividad y la mente se terminará y se producirá una
transmutación del sufrimiento.
Esta
es una buena manera de deshacerse o de transformar esas negatividades del
pasado que nos dominan y nos impulsan a hacer un mal que, tarde o temprano, nos
trae sufrimiento. Al mismo tiempo, esta práctica aumenta el poder de la
conciencia, solo es necesario observarlas consciente y voluntariamente, como
observa el verdadero Ser o Ego, aquí y ahora. En esta práctica la conciencia es
imparcial, no se inclina por el bien ni por el mal, ni excluye la luz ni la
oscuridad. Por consiguiente, cuando observamos nuestro interior desde ese
estado, no depreciamos nuestras negatividades ni lo que nos hace sufrir, más
bien nos damos cuenta de que todo eso que antes rechazábamos y a lo que nos
resistíamos nos brinda la oportunidad de librarnos del pasado. El hecho de
observar como conciencia todo lo que antes rechazábamos, hace que no nos resistamos
a verlo y que lo aceptemos como tal, es decir, la conciencia nos transforma en
luz un poquito más cada vez que actuamos así. Tampoco hay que olvidar que el
hecho de ser conscientes de que las formas de pensamiento están animadas por vidas y que debemos identificarnos con
ellas y no con las formas, nos permite ir más allá de la mente y progresar como
consciencias, obteniendo así alegría y felicidad.
Francisco
Nieto
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