CAPÍTULO XXXIII
DISCIPULADO
El control, el entrenamiento y el desenvolvimiento del cuerpo mental (lo mismo que del
astral), constituyen parte importante del trabajo de quienes aspiran a ser pupilos, o
Chelas, de un Maestro y, más tarde, Iniciados de la Gran Fraternidad Blanca.
Damos a continuación una tabla de los cuatro “requisitos” para entrar en el Sendero, que
conduce a la Iniciación. Se notará que, prácticamente, todos ellos comprenden un
elemento mental.
Se han escrito volúmenes sobre estos requisitos; el espacio sólo nos permite una breve
descripción de los mismos. Aunque no se espera que tales requisitos se llenen a la
perfección, el candidato a la Iniciación, por lo menos, ha de poseerlos parcialmente.
Nº Sánscrito Castellano
1
2
3
4
Viveka
Vairagya
Shatsampati
1) Shama
2) Dama
3) Uparati
4) Titiksha
5) Shraddha
6) Samadhana
Mumuksha
Discriminación entre lo real y lo irreal; también se
describe como apertura de las puertas de la mente.
Indeferencia hacia lo irreal, lo transitorio y los frutos de
la acción; desapego.
Los seis atributos mentales:
Dominio sobre el pensamiento
Dominio sobre la acción
Tolerancia
Resistencia, aguante o paciencia
Fe
Equilibrio
Deseo de liberación
VIVEKA. El aspirante ha de aprender que la vida interior, la vida del y para el Ego, es
la real. Ha de aprender, como el Obispo Leadbeater sucintamente lo expresa, que “pocas
cosas importan mucho; muchas cosas no importan en absoluto”. No hay para qué decir
que, esto no significa que los deberes y responsabilidades mundanas, una vez aceptados,
puedan o deban descuidarse; por el contrario, el ocultista debe desempeñarlos aún más
escrupulosa y cuidadosamente que los demás. Lo importante es el espíritu con que se
cumplen; discernir cuales aspectos de los mismos son importantes, y cuales no los son.
Esta “apertura de las puertas e a mente” o “conversión”, según se la llama, es,
precisamente, a lo que se refiere la Biblia, al decir: “Pon tus afectos en las cosas de
arriba y no en cosas de la tierra, . . . porque las cosas que se ven son temporarias; pero
las cosas que no se ven son eternas.”
Las circunstancias, rápidamente cambiantes, en que el discípulo se desenvuelve,
estimulan en alto grado su capacidad de discernimiento, a fin de que comprenda la
inestabilidad de todas las cosas externas. La vida del discípulo es, generalmente, de
tempestades y tensiones, al objeto de que las cualidades y facultades se desarrollen
rápidamente, y se perfeccionen lo más pronto posible.
VAIRAGYA. Una vez se reconoce la inestabilidad y el carácter insatisfactorio de las
cosas externas, sigue, naturalmente, la indiferencia hacia ellas. El aspirante llega a
hacerse indiferente hacia las cosas que van y vienen, y fija, más y más, su atención en la
realidad inmutable siempre presente.
SHAMA. En el presente volumen, ya se ha hecho resaltar ampliamente la necesidad de
dominar el pensamiento. El pupilo ha de poner orden en el caos de sus emociones y
pensamientos; ha de eliminar la hueste de intereses menores y controlar sus vagabundos
pensamientos. Mientras vive en el mundo, la dificultad de tal empresa se multiplica al
infinito, debido a la incesante presión de perturbadoras olas de emoción y de
pensamiento, que no le dan reposo ni oportunidad para concentrar sus energías y hacer
un verdadero esfuerzo. El método, que la mayoría encuentra adecuado, es la práctica
diaria y persistente de la concentración y de la meditación.
El aspirante ha de proceder, con gran energía y perseverancia, a someter al rebelde
mental al orden ya la disciplina; pues sabe que el creciente poder mental, que acompaña
a su rápido desenvolvimiento puede resultar un peligro para sí mismo y para los demás,
si esa fuerza no está completamente bajo control. Hay menos peligro en dar dinamita a
un niño, para que juegue, que en poner los poderes creadores del pensamiento en manos
del egoísta y del ambicioso.
DAMA. Al control interior se ha de agregar el control de las acciones externas. A
medida que la mente obedece al alma, la naturaleza inferior ha de obedecer a la mente.
Se ha de eliminar toda falta de cuidado con respecto al aspecto inferior de la actividad
humana.
UPARATI. La sublime y trascendente virtud de la tolerancia significa la serena
aceptación de cada hombre, de cada forma de existencia, tal cual es, sin exigir que sea
algo diferente y más agradable para uno. El respeto a la individualidad de otros es una
de las características del discípulo.
TITIKSHA. La paciencia es la actitud de la mente que lo soporta, graciosamente, todo y
no resiente nada; marcha directamente y sin desviarse hacia la meta. El aspirante sabe
que nada le llega si no está de acuerdo con la ley, y que la leyes buena. Se ha de dar
cuenta de que está pagando, en unas pocas cortas vidas, las obligaciones kármicas
acumuladas en el pasado y, por lo tanto, los pagos han de ser fuertes.
SHRADDHA. Las mismas luchas, en que el aspirante está envuelto desarrollan en él fe
en su Maestro; a la vez que crean en él una fuerte; serena confianza, que nada puede
destruir.
SAMADHANA. El equilibrio aumenta, en cierta medida casi inconscientemente,
mientras el aspirante se esfuerza en llenar los cinco atributos mencionados. El alma se
desliga, gradualmente, de lo que la sujeta al mundo de los sentidos; los cuales pierden,
muy pronto, el poder de perturbarla. También es necesario el equilibrio en medio de las
dificultades mentales; equilibrio que se adquiere gracias a los rápidos cambios
mencionados antes, debido a que, en gran parte, la vida del aspirante va guiada por su
Maestro.
MUMUKSHA. El profundo e intenso anhelo de liberación, el ansia del alma a unirse
con lo divino, sigue una vez se cumplen los otros requisitos. Esto es el último detalle de
la preparación para entrar en el discipulado. Una vez se ha afirmado definitivamente
este anhelo, el alma que lo siente no puede apagar jamás su sed en las fuentes terrenas.
Al llegar a este estado, el hombre está preparado para la Iniciación; es un Adhikari,
preparado para “entrar en la corriente” que lo aleja para siempre de los intereses de la
vida terrena, excepto para servir a su Maestro y ayudar la evolución de la humanidad.
Este anhelo de las cosas del espíritu parece estar representado en la Masonería por la
actitud del candidato, al “solicitar” humildemente ser admitido en los misterios y
privilegios de la antigua Francmasonería. En esta actitud, como todo francmasón sabe,
el énfasis está en que el impulso ha de venir del interior del candidato; nadie puede
hollar el Sendero oculto por inspiración de otros.
En el sistema budista, los nombres dados a dichas etapas son algo diferentes, aunque los
requisitos, en sí, son los mismos. La nomenclatura pali es como sigue:
1) Manodvaravajjana. Apertura de las puertas de la mente o, quizás escapar por las
puertas de la mente. La convicción de lo transitorio e indigno de los anhelos meramente
terrenos.
2) Parikamma. Preparación para la acción. Hacer lo correcto por sí mismo, con
completa indiferencia hacia el disfrute de los frutos de la acción.
3) Upacharo. Atención o conducta.
a) Samo. Quietud de pensamiento, resultante del control sobre la mente.
b) Damo. Subyugación. Dominio sobre las palabras y las acciones.
c) Uparati. Eliminación del fanatismo o de la creencia en la necesidad de ceremonias.
De consiguiente, independiente de pensamiento; tolerancia.
d) Titikkha. Paciencia o indulgencia, incluyendo ausencia completa de resentimiento.
e) Samadhana. Propósito, unidirección, implicando la imposibilidad de ser desviados
por la tentación.
f) Saddha. Fe, confianza en el Maestro y en uno mismo.
4) Anuloma. Orden directo o sucesión, que significa lo que sigue naturalmente de los
otros tres requisitos. Deseo intenso de liberación.
5) Gotrabhu. La condición de preparado para la Iniciación.
El estudiante se dará, fácilmente, cuenta de que estos requisitos proceden,
necesariamente, de la conciencia egoica. Pues, si podemos contemplar la vida desde el
mundo del Ego, la vemos en su verdadera perspectiva; es decir, con discernimiento.
Como la conciencia egoica está desligada de los cuerpos inferiores, la ausencia de
deseos es inevitable. Además, como la conducta será la del Ego mismo, y no la de los
cuerpos, el control sobre la conducta sigue necesariamente. Además, como el mundo del
Ego es el mundo de la unidad, del amor, en su sentido más amplio, la conciencia egoica
implica Amor; palabra que se emplea, a veces, para designar, desde un punto de vista
algo diferente, la última de las cuatro cualidades, Mumuksha, o ansia de liberación.
Una vez que el hombre parece estar, razonablemente, cerca de la posesión de las
cualidades necesarias, puede que un Maestro lo tome bajo probación. Esto quiere decir,
que el hombre estará, por un tiempo, bajo estrecha observación. Durante el período de
prueba, el pupilo no está, en sentido alguno, en comunicación directa con el Maestro, y
no es probable que sepa nada acerca de ello. Tampoco se lo somete, por regla general, a
pruebas o dificultades especiales. Simplemente, se observa con atención qué actitud
asume en los pequeños incidentes de la vida cotidiana.
Para facilitar la observación, el Maestro construye lo que se llama una “imagen
viviente” del pupilo bajo probación; es decir, un duplicado exacto de los cuerpos
etérico, astral, mental y causal del mismo. Esta imagen la guarda el Maestro en un lugar
a su alcance, y la pone en relación magnética con el hombre mismo; de manera que cada
modificación de pensamiento o sentimiento en los vehículos del mismo se reproducen,
fielmente, en la imagen.
El Maestro examina, diariamente, estas imágenes; de esta manera consigue, fácilmente,
conocer exacta y perfectamente los pensamientos y sentimientos del candidato; lo cual
le permite decidir el momento en que puede establecer relación más íntima de discípulo
aceptado, de la cual nos ocuparemos luego.
Este paso no implica, generalmente, mucha ceremonia. El Maestro emite unas pocas
palabras de consejo; dice al nuevo discípulo que se espera de él; con frecuencia, en su
graciosa manera, encuentra alguna razón de felicitar al discípulo por el trabajo que haya
realizado.
La imagen viviente, a que nos hemos referido, no sólo registra los defectos y
perturbaciones, sino también todas las condiciones de la conciencia del discípulo. Se ha
de recordar que éste ha de desarrollar, no sólo la bondad pasiva, sino también activa,
como requisito para su progreso.
Si el discípulo bajo probación realiza algo extraordinariamente bueno, el Maestro pone
en él, de momento, algo más atención, y hasta puede que le envíe una corriente de
fuerza para alentarlo, o que le encomiende algún trabajo, para ver cómo lo realiza. Sin
embargo, por lo general, el Maestro delega todo esto en algún discípulo más avanzado.
De manera que, el vínculo entre el discípulo y el Maestro es, en esta etapa,
principalmente, de observación; aunque, alguna vez, lo utilice en algún trabajo. No es
costumbre de los Adeptos utilizar pruebas especiales o sensacionales; ordinariamente,
se deja que el discípulo siga el curso ordinario de su vida; la imagen viviente
mencionada suministra indicaciones en cuanto a su carácter y progreso.
Se dice que el período de probación es, por término medio, de siete años; pero puede
alargarse indefinidamente o reducirse mucho. Se conocen casos en que ha durado treinta
años, y otros en que ha sido reducido a unas pocas semanas.
En el Sendero de Probación, la conciencia más elevada del hombre actúa en el plano
mental superior.
Una vez que el pupilo es "aceptado", entra en la conciencia de su Maestro, al punto que,
cuanto ve y oye es conocido por éste. No es que el Maestro vea y oiga en el mismo
momento; aunque, a veces, así ocurre, sino que está en la memoria del Maestro,
exactamente como en la memoria del discípulo; de manera que el Maestro puede
recordarlo cuando quiera. Cuando el discípulo siente o piense está, por lo tanto, dentro
de los cuerpos astral y mental de su Maestro.
Quiere decir que el Maestro mezcla el aura del discípulo con la propia, de manera que
Sus fuerzas actúen constantemente sin atención especial de Su parte, a través del
discípulo. No se ha de entender, sin embargo que se exige un mero canal inconsciente,
sino, por el contrario, el pupilo ha de ser un inteligente cooperador del Maestro.
En el caso infortunado de que en la mente del discípulo aparezca algún pensamiento
indigno del Maestro, éste al sentirlo, erigirá en el acto una barrera para dejar fuera tal
vibración. Esto, como es natural, distrae la atención del Maestro, por un momento, y
demanda cierta cantidad de energía.
La unión del discípulo con el Maestro, que se inicia al ser aceptado, es permanente, al
punto que los vehículos superiores del discípulo vibran siempre en común con los del
Maestro. Los del discípulo son, continuamente, afinados, de manera que se desarrollan,
más y más, a semejanza de los del Maestro, como en todo tiempo los pensamientos del
discípulo se relacionan con los del Maestro con la influencia de éste, su mente está, en
medida considerable cerrada a influencias inferiores. No se espera, sin embargo, que el
pupilo no piense más que en su Maestro; sólo se espera que la idea del Maestro esté
siempre en el trasfondo de su mente; diríamos, a fácil alcance, especialmente cuando lo
demandan las vicisitudes de la vida. Aunque la sanidad mental exige relajamiento
razonable y cambio de pensamientos, el discípulo ha de ser, escrupulosamente,
cuidadoso de que, ni por un momento, penetren en su mente ideas de las cuales se
avergonzaría ante su Maestro.
El proceso de sintonizarse con el Maestro se desarrolla lentamente. En realidad, se está
moldeando un ser viviente; es esencial, por tanto, que en el lento crecimiento, desde el
interior. la forma se adapte a la influencia externa; de manera parecida a como el
jardinero dirige, gradualmente, las ramas de un árbol.
Aunque el Maestro actúa sobre miles de personas, simultáneamente, además de realizar
trabajo mucho más elevado, el efecto sobre el discípulo es el mismo, como si no pensara
en nada más; por cuanto la atención que el Maestro puede prestar a uno, entre cientos,
es mayor que la nuestra al concentrarnos, enteramente, en una solo. Con frecuencia, el
Maestro encarga a alguno de sus discípulos más avanzados que ponga a tono los
cuerpos inferiores del probacionista; no obstante, El mismo envía una corriente
constante al discípulo. De esta manera, actúa el Maestro sobre el discípulo, sin que éste
sepa, absolutamente fiada de lo que ocurre..
El discípulo aceptado viene a ser una avanzada de la conciencia del Maestro; de manera
que, cuanto se haga en su presencia es como si se hiciera en presencia del Maestro.
Aunque éste sea de momento inconsciente de tales ocurrencias, quedan, como se dijo
antes, en Su memoria. Por tanto, las experiencias del discípulo están en conocimiento
del Maestro; quien las recuerda tan pronto como dirige Su atención al asunto. Hasta los
incidentes puramente físicos, tal como una sacudid-a o un ruido, sentidos en la
conciencia del pupilo, van también a la conciencia del Maestro. Por lo tanto, el
discípulo prudente evita toda clase de violencia y procura ser gentil y tranquilo.
El discípulo está siempre unido al Maestro por una corriente constante de pensamiento e
influencia; la cual se manifiesta en el plano mental como un rayo o corriente de luz
brillante de todos los colores, violeta, oro y azul.
Cuando el discípulo envía al Maestro un pensamiento de devoción, el efecto es la
repentina intensificación de los colores de dicha corriente, y una mayor afluencia de
fuerza espiritual del Maestro al discípulo. La razón de esto es que la fuerza del Maestro
fluye siempre hacia afuera, y se difunde en todas direcciones, como la luz del sol. El
contacto del pensamiento del discípulo vivifica la conexión con el Maestro y,
simplemente, ensancha el canal, por el cual el amor del Maestro fluye.
Es tan íntima la unión de la conciencia del discípulo con la del Maestro que el discípulo
puede saber en cualquier momento lo que piensa el Maestro sobre un asunto dado; lo
cual le evita muchas veces cometer errores. Este privilegio, sin embargo, no se ha de
abusar; es un poder que sólo ha de utilizarse en cuestiones muy difíciles, no para que el
discípulo se evite el trabajo de pensar o de decidir, por sí mismo, en cuestiones que él
puede decidir por sí solo.
De manera similar, en un plano superior, el Iniciado puede poner su pensamiento a la
par del de la Fraternidad; puede sintonizarse con tan extraordinaria conciencia en la
medida que sea capaz. El iniciado, similarmente, ha de procurar no introducir nada
discordante en tan poderosa conciencia, la cual actúa como un todo.
Podemos repetir aquí lo que se dijo en el Capítulo XI, o sea, que el Maestro puede en
cualquier momento enviar una idea al pupilo, sea en forma de sugestión o mensaje; por
ejemplo, mientras el discípulo escribe una carta o da una conferencia. En los principios,
el discípulo es, con frecuencia inconsciente de esto; pero muy pronto aprende a
reconocer las ideas del Maestro. En efecto, es muy necesario que así sea, porque hay
muchas otras entidades, en los planos astral y mental, que hacen sugestiones similares, y
es bueno que el discípulo aprenda a distinguir la procedencia.
El uso del cuerpo del discípulo por el Maestro es algo muy diferente de lo que,
ordinariamente, se entiende por mediumnidad. De esto ya se trató en otros libros de esta
serie El Doble Etérico y El Cuerpo Astral, y se explicaron el mecanismo y las
objeciones. Es claro que no hay objeción alguna en el uso del cuerpo del discípulo por
un Maestro. La influencia de un Maestro es tan potente, que una persona sensitiva puede
ser consciente de la presencia del mismo, al punto de ver Su rostro y oír Su voz. No es
probable que se produzca cambio alguno, puramente físico, aunque tal cambio ocurre,
frecuentemente, en la mediumnidad.
En la relación entre Maestro y discípulo, no hay nada de coerción; jamás la
individualidad del discípulo queda sumergida en la ola de poder del Maestro. La
influencia de Este no es una fuerza hipnótica, procedente del exterior, sino una
maravillosa iluminación, difícil de explicar, que procede del interior, irresistible, por
cuanto se siente profundamente y está en perfecto acuerdo con las aspiraciones más
elevadas del discípulo; viene a ser la auto-revelación de su propia naturaleza espiritual.
Como el Maestro es, en plena medida, un canal de la Vida divina, la fuerza que fluye de
El despierta a la actividad el germen de divinidad del discípulo. El proceso es, en cierto
modo, análogo al de inducción eléctrica. A causa de la identidad de naturaleza en
ambos, la influencia del Maestro estimula, en alto grado, las cualidades más nobles y
elevadas del discípulo. El amor del Maestro por el discípulo se puede asemejar a la luz
del sol, que abre el capullo del loto al aire de la mal1ana. Se puede decir, en verdad, que
una sonrisa de Maestro hará surgir del corazón del discípulo una oleada de afecto, que
requeriría meses de meditación escolástica sobre la virtud del amor.
De lo anterior se comprenderá que, cualquier perturbación en los cuerpos inferiores del
discípulo afectará, también, a los del Maestro. En caso de ocurrir tal perturbación, el
Maestro tiende un velo, que separa al discípulo, al objeto de que no le entorpezca en Su
propio trabajo. Tal desgraciado incidente no perdura, usualmente, más de cuarenta y
ocho horas; aunque, en algunos casos, muy raros por cierto, perdure durante años y
hasta por el resto de la encarnación.
Casi toda la gente vulgar dirige sus fuerzas hacia adentro, y se convierte en una masa
discordante de fuerzas auto-centradas. Quien aspira a convertirse en discípulo aceptado
ha de aprender a dirigir sus fuerzas hacia afuera; ha de concentrar su atención y fuerza
en otros, enviando pensamientos de ayuda y buenos deseos a sus semejantes.
De esta manera, el discípulo y hasta el aspirante a discípulo, aprende a dedicar todos sus
poderes y facultades al servicio de la humanidad. La medida en que la conciencia
inferior participa del conocimiento de la superior, la determina, principalmente, la
necesidad de la obra que el discípulo realiza. Aunque es necesario que éste utilice,
plenamente, sus vehículos en los planos superiores, la transmisión de un conocimiento
sobre la labor de tales planos, al cuerpo físico no tiene usualmente importancia. La
tensión sobre el cuerpo físico, cuando la conciencia superior lo obliga a vibrar en
respuesta, es muy grande, dado el estado actual de evolución; salvo que las
circunstancias externas sean muy favorables, esta tensión puede causar perturbaciones
nerviosas v sensibilidad excesiva con sus males consecuentes. Por tanto, la mayoría de
aquellos cuyos vehículos superiores están desarrollados, y cuya obra más importante se
realiza fuera del cuerpo físico, se mantienen alejados de los lugares de actividad
humana, preservando así sus sensitivos cuerpos físicos del rudo ambiente y clamor de la
vida ordinaria. Además, tan pronto como el discípulo muestra signos de facultad
psíquica se le proporcionan instrucciones completas acerca las limitaciones con que
debe usarlas.
Brevemente explicadas, tales restricciones tienen el sentido de que las facultades no
deben ser utilizadas para satisfacer mera curiosidad, para fines egoístas, ni para producir
fenómenos. Es decir que las mismas consideraciones que gobiernan las acciones del
hombre de rectos sentimientos en el plano físico, son igualmente aplicables a los planos
astral y mental. El discípulo jamás, y bajo ninguna circunstancia, ha de utilizar su nuevo
poder para obtener ventajas mundanas, ni para su propio provecho; no ha de hacer,
tampoco, demostraciones en círculos espiritistas; es decir, no ha de hacer
demostraciones físicas de poderes anormales.
Fluye siempre a través del discípulo, aunque no sea consciente de ello, una suave
radiación de la conciencia del Maestro. En ciertos momentos, el discípulo puede sentir
una creciente afluencia de fuerza, aunque no sepa a donde va dirigida. Con un poco de
atención, descubrirá cuál es esa dirección y así puede seguir la corriente con su
conciencia y llegar a la persona a quien afecta. Sin embargo, el discípulo no puede
dirigirla; él es un simple canal. Más tarde, sin embargo, puede recibir el encargo del
Maestro de buscar a la persona para transmitirle la fuerza. A medida que aumenta la
utilidad del discípulo, va asumiendo mayor parte de la obra, descargando así al Maestro
de Su trabajo.
Hay otra manera de obtener contacto constante con el Maestro. De la misma manera que
las imágenes de personas, creadas por el hombre en el Devachán, están animadas por la
vida de los Egos de tales personas, el Maestro llena, con Su presencia real, las formas
mentales, creadas por Su discípulo; por medio de tal forma, se puede impartir verdadera
inspiración y, algunas veces, instrucción. Un ejemplo de esto fue el de un Yogui hindú
de la presidencia de Madrás, que afirmaba ser un discípulo del Maestro Morya.
Habiéndose encontrado con su Maestro, físicamente, y llegado a ser discípulo del
mismo, el Yogui declaró que no se había separado de El, porque, frecuentemente, se le
aparecía y le instruía a través de un centro dentro de sí mismo.
Hay, además, un estado de unión, todavía más íntima en el cual el discípulo viene a ser
“hijo” del Maestro. El vínculo entonces es tal que no sólo la mente inferior sino también
el Ego, en el cuerpo causal del discípulo, están envueltos en el del Maestro. En tales
condiciones, éste ya no puede tender un velo, que separe al discípulo, al objeto de
independizar la conciencia, ni siquiera por un momento.
El discípulo aceptado tiene el derecho y el deber de bendecir en nombre del Maestro.
Tal bendición producirá, seguramente, una gran afluencia del poder del Maestro. El
“hijo” del Maestro puede dar la impresión íntima de la presencia real del Mismo; quien
haya alcanzado tal grado de intimidad es, o será muy pronto, miembro de la Gran
Fraternidad Blanca también, lo cual le confiere el poder de bendecir en nombre de la
Fraternidad.
En los Misterios Mayores celebrados, principalmente, en Eleusis, Se daba a los
Iniciados el nombre de Epoptai, o sea, “aquellos cuyos ojos están abiertos”. El emblema
de los mismos era el Toisón de Oro de Jason, símbolo del cuerpo mental. Se enseñaba al
pupilo el efecto que producía, en el mundo celestial, un cierto modo de vivir, estudiar y
aspirar en la tierra; se le enseñaba también, toda la historia de la evolución del mundo y
del hombre, en sus aspectos más profundos. El pupilo recibía, además, enseñanzas
acerca de las condiciones del plano mental, a la vez que, instrucción con respecto al
desenvolvimiento del cuerpo mental como vehículo. Interesará a los francmasones saber
que, la espiga de trigo se mostraba al aspirante, en Eleusis, como símbolo del misterio
supremo; lo que probablemente se relaciona con el hecho de que con frecuencia, la
espiga de trigo esta tallada en el trono del P. V. en la Logia masónica.
Cuando el hombre llega a Iniciado, emana de todo su ser la influencia con la cual está
sintonizado en los planos superiores. Aunque el efecto de tal influencia es pequeño en
los sólidos, líquidos y gases del plano físico, la radiación del doble etérico y de los
cuerpos astral y mental es patente; esta radiación la sienten, tanto los reinos de la
naturaleza, como las personas en condiciones de responder.
Se produce una gran expansión y desenvolvimiento del cuerpo mental al recibir la
segunda iniciación; pero pasan, usualmente, algunos años antes de que estos efectos se
manifiesten en el cerebro físico. Indudablemente, ello impone una gran tensión sobre el
cerebro, pues éste no puede sintonizarse, instantáneamente, al tono requerido.
El período después de la segunda iniciación es en muchos respectos, el más peligroso
del Sendero. La causa del peligro está, casi en todos los casos, en el envanecimiento.
Cuando el hombre alcanza un vislumbre de lo que será su intelecto en lo futuro, se ha de
poner en guardia y sofocar toda traza de envanecimiento, de egoísmo y de prejuicio.
Este punto es de peligro, en la vida del Iniciado, está indicado en el Evangelio por la
tentación de Cristo en el desierto, después del bautismo por Juan. Los cuarenta días en
el desierto simbolizan el período durante el cual se desenvuelve la expansión del cuerpo
mental, en el cerebro físico; aunque para el candidato ordinario, los cuarenta días
pueden muy bien representar cuarenta años, necesarios para tal realización.
La facultad Ahamkara, o el "Yo-Creador", que se describe, generalmente, como Mana,
orgullo, puesto ,que éste es la manifestación más sutil del yo (como distinto de otros), es
la última barrera de separación que el Arhat destruye, antes de recibir la quinta
iniciación y convertirse en Maestro o Asekha. Ahamkara nació con el alma; es la
esencia de la individualidad, y persiste hasta que todo lo valioso en é], es asimilado por
la Mónada; finalmente, es abandonado en el umbral de la liberación.
En la supervivencia de los antiguos Misterios, conocida como Francmasonería, el
Aprendiz corresponde a la etapa del aspirante bajo probación; se le exige la práctica de
las tres cualidades de: discernimiento, ausencia de deseos, buena conducta o dominio
sobre sí mismo (Viveka, Vairagya y Shatsampatti) . El discernimiento le dará poder
mental; la ausencia de deseos, poder emocional, y el dominio sobre sí mismo, poder de
la voluntad.
El discernimiento permite al candidato pasar incólume por las regiones inferiores del
mundo astral que, en la Co-masonería se representa por el primer viaje simbólico. La
falta de deseos le permite pasar a través de los halagos del mundo astral superior,
representado por el segundo viaje simbólico. La buena conducta lo habilita para
dominar la parte más elevada del mundo astral, en los linderos del mundo celestial,
representado en el tercer viaje simbólico.
En el primer Grado de la Masonería, se hace hincapié en la necesidad de conquistar la
naturaleza de deseos. El efecto general de este grado es reforzar, en cierta medida, el
vínculo entre el Ego y la personalidad del candidato. El color dominante en este grado
es el carmesí. El aprendiz en la Masonería corresponde al Subdiácono en la Iglesia
cristiana.
El período entre el primero y el segundo grado en Masonería tiene por objeto conquistar
la peculiar ligazón de la mente inferior con los deseos, que conocemos como KamaManas. En el segundo grado, se pone ante el candidato la idea de la iluminación, con el
objeto especial de indicarle la necesidad de desenvolver sus facultades intelectuales,
artísticas y psíquicas, así como el dominio sobre la mente inferior. El efecto de este
grado es un fortalecimiento más decidido del vínculo entre el Ego y la personalidad. En
el segundo grado, se hace resaltar la necesidad del pleno control sobre la mente inferior.
El color dominante en la Logia de segundo grado es el amarillo. El grado de Compañero
en Masonería, corresponde al orden de Diácono en la iglesia cristiana, pues, así como el
Compañero se prepara para el trabajo del M. M., el Diácono se prepara para la obra del
Sacerdote. El período entre el segundo y tercer grado en Masonería tiene por objeto
obtener algún dominio sobre la porción que podríamos llamar intermedia entre la mente
inferior y lo que, cierta escuela de pensamiento, denomina la conciencia subconsciente.
En el tercer grado, el trabajo se realiza principalmente en el plano mental superior. El
color predominante es un tinte azul. El M. M. corresponde al Sacerdote en la iglesia.
En el Primer Grado se estimula el aspecto Ida, o femenino, de la fuerza etérica; lo que
facilita al hombre dominar la pasión y la emoción.
La corriente Ida parte de la base de la columna vertebral, a la izquierda en el hombre ya
la derecha en la mujer, y termina en la medula oblongata. Es de color carmesí.
En el Segundo Grado se fortalece la fuerza Pingala, o masculina, facilitando así el
control sobre la mente. Pingala arranca de la base de la columna vertebral, a la derecha
en el hombre ya la izquierda en la mujer, terminando también en la médula oblongada.
Es de color amarillo.
En el Tercer Grado se despierta la energía central misma o Sushumná, abriendo el
camino para la influencia del Espíritu puro desde lo alto. El color es azul intenso.
El Aprendiz, como personalidad, ha de organizar su vida física para la acción más
elevada; como Ego, ha de desarrollar la inteligencia activa en su cuerpo causal. Para
esto ha de utilizar la voluntad; es decir, el poder de la Primera Persona de la Trinidad; el
poder de Shiva (en términos hindúes), reflejado en su poder dirigido hacia fuera, o
Shakti, Devi, Girija o Parvati, el cual da dominio sobre sí mismo, bendice el cuerpo
físico y santifica los poderes del mismo.
El Compañero, como personalidad, ha de organizar su vida emocional; como Ego,
desarrolla amor intuicional en su cuerpo búdico. Esto lo hace por el poder de la Segunda
Persona de la Trinidad, el amor que viene de Vishnu, por medio de Lakshmi, el cual
satisface los deseos, enriquece la vida, santifica la prosperidad material y transmuta las
pasiones del cuerpo astral.
El M. M., como personalidad, organiza su vida mental; como Ego, fortalece su voluntad
espiritual, Atma. Para conquistar la mente vacilante, ha de emplear el poder del
pensamiento, Kriyahakti, la divina actividad de la Tercera Persona de la Trinidad,
Brahma, reflejado por Saraswati, la patrona del saber y de ]a sabiduría práctica.
Al mismo tiempo, el Aprendiz ha de aprender, también, a controlar sus emociones; el
Compañero ha de dominar a su mente; y el M. M. se ha de desarrollar en planos
superiores.
* * *